Estudiaste arqueología. ¿Cómo llegaste al ámbito de la tecnología digital y el big data?
No solo hice arqueología, sino que me especialicé en Paleolítico inferior. En ese período el registro fósil es tan tenue que necesitas mucha ciencia, muchos datos, para entender qué pasó allí. La otra posible respuesta sería que la arqueología es el estudio de la actividad humana, y esta siempre está asociada al uso de las tecnologías. Yo sigo aplicando el método arqueológico para saber cómo la gente usa las tecnologías para avanzar en su día a día.
Al fin y al cabo, digitales o no, ¿son herramientas?
Son tecnología. La agricultura es una tecnología. Tecnología es cualquier conocimiento técnico que aplicas para dominar la naturaleza en aras de tu mejor supervivencia: no pasar frío, comer mejor, curar una enfermedad…
¿Y qué queremos dominar con la tecnología digital?
¿Tienes alguna duda de que alguno de los chavales que ahora van al instituto podrá sobrevivir sin usarla? ¿A qué empleo podrán aspirar? Hoy no puedes ser ni tendero, ni taxista. Si no estás dispuesto a usar tecnología, estás fuera del mercado. Y no solo eso: sin tecnología informática, por especificar, no creo que tengas un buen sistema de salud ni suficiente información ni horizontes de empleabilidad. La tecnología transforma a la sociedad y hay que conocerla para sobrevivir.
Entonces, ¿internet derriba barreras sociales o suma una más? Porque, al fin y al cabo, es algo que cuesta dinero.
Ese era un debate, la brecha digital, de los noventa. Actualmente, el nivel de población con acceso a internet ronda el 98 o 99 %. Siempre puedes conectarte desde algún sitio con wifi gratuito. Ahora estamos más preocupados por si la ciudadanía tiene acceso a mecanismos de participación y por la transparencia.
¿Por qué debería preocuparnos la privacidad de nuestros datos?
Cada vez que la humanidad se enfrenta a una tecnología disruptiva de este calado, se vuelven a discutir conceptos básicos, como quién tiene el poder. Cuando la información dependía de la escritura, eso es lo que otorgaba poder. En el antiguo Egipto los escribas eran muy poderosos. En la Edad Media, los monasterios. La imprenta acaba con el dominio de la información escrita, democratiza su uso y provoca un cambio de era. Ahora estamos modificando otra vez nuestra relación con la información y eso va a llevar cambios en el modelo social. Quien controle esta información estará cerca de lo que denominamos poder. No había pasado nunca que una sola organización, pública o privada, tuviese tanta información personal de tanta gente. Ahora Facebook sabe cuánta gente en España está considerando cambiar de coche y cuántos preferirían un todoterreno rojo antes que una berlina verde. Esa información genera nuevos modelos económicos y hace otra cosa más peligrosa: como sé lo que te gusta, te voy a enseñar solo lo que te gusta. Y esto te empobrece, porque acabas viviendo en entornos donde todo el mundo piensa como tú.
¿La culpa es de la tecnología?
Se tiende a usar la tecnología como un sujeto, como si tuviera intencionalidad o ideología… Yo a veces digo que la tecnología es un superpoder: acentúa algo que ya tenías. Es un acelerador de tu calidad humana. Si eras buena gente, con la tecnología podrás ser superbuena gente, y al revés. La solución es educar a la gente.
¿Y cómo se hace eso?
Hemos aprendido muy rápido como grupo a no fiarnos de una sola fuente, se ha normalizado el preguntar, el dudar. Antes la gente leía un periódico y lo daba por bueno. Ahora hemos madurado. Sabemos que hay muchos tipos de información y maneras de acceder a ella. Eso es ser consciente y tener criterio. Pero es un proceso lento. La revolución industrial nos ocupó 150 años. La transición al Neolítico, cinco mil. Ahora todo va más rápido: quizás solo tardemos 80 años. Pero serán 80.
¿Por qué es tan importante educar a los jóvenes en la tecnología?
Si es cierto que tendremos que empezar a ser conscientes de dónde están nuestros datos, quién los está usando y para qué (y si le hemos autorizado o no a hacerlo), es crucial que empecemos a concienciar en las escuelas. Y EduCaixa es precisamente un programa que conciencia sobre eso: qué datos estoy generando, qué usos pueden hacer las grandes organizaciones de esos datos y qué uso podemos darles nosotros para mejorar la sociedad o defender nuestras causas. No está mal, ¿no?
Fotografía: Laia Sabaté
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