Sala La Paloma
La histórica sala de baile La Paloma, en el Raval.

La Paloma celebra sus 120 años volviendo a bailar

La sala intensificará su programación de cara al curso que viene con más sesiones de orquesta después de las primeras noches de fiesta de este verano

“Esto es la vida”. Fue lo que pensó Mercè March la primera vez que entró en La Paloma a finales de los setenta. Se acababa de graduar en Derecho, donde había conocido a su marido. Un día le propuso que fueran a ver la sala de baile que tenía su tío, Ramon Daura, en el barrio chino. La acabaría heredando, pero él prefirió ejercer como abogado, mientras que ella era “muy de la farándula”. Cuando los porteros corrieron la cortina de terciopelo para dejarlos pasar y descubrieron a toda esa gente bailando, March sintió un flechazo que ha durado desde entonces. Y lo ha hecho a pesar de todo: la caída de público, las quejas de los vecinos, las tensiones con el ayuntamiento, el cierre durante 16 años, algún intento de reapertura fallido, obras de insonorización y el regreso a la actividad después de la pandemia.

Desde 1903, La Paloma contiene entre cuatro paredes con toques versallescos una parte del pasado de la ciudad que parece lejano pero aún batalla por pervivir. “Es una sala tan emblemática que está tan unida a la historia de la ciudad que la gente nos pedía mucho cuándo abriríamos”, explica su dueña.

Como cuando se utilizó como campo de tiro durante la Guerra Civil o cuando se tuvo que poner a un vigilante serio, conocido como La Moral, para que el régimen franquista no cerrase la sala y permitiera festejar, siempre bajo la atención de un hombre serio que evitaba que las mujeres bailasen entre ellas e iba dando golpes en el suelo si veía que una pareja se sobrepasaba. Si daba tres bastonazos, estaban expulsados.

Sala La Paloma años 40
La sala La Paloma en los años 40.

A muchos les sonará a ciencia ficción pensar que había un dermatólogo que pasaba consulta en los bancos que rodean la pista de baile o un psiquiatra que recetaba bailar en La Paloma. La sala de la calle del Tigre acogía un universo de personajes cotidianos con nombres propios como la Artista, una excorista del Paral·lel a quien había que reservar un camerino para que se cambiara de vestido varias veces a lo largo de la noche, y la Alcaldesa, encargada de repartir, extraoficialmente, los asientos, sin estar a sueldo de la sala y con una autoridad incontestable.

Pero también estuvieron el Tarzán y el Tigre. El primero se ponía a hacer gimnasia en el medio de la pista mientras mostraba músculo y medallas, a pecho descubierto, y el segundo, muy bajito y embutido en un traje blanco inmaculado, se abría paso hasta que conquistaba el centro de la sala para bailar. El Tigre siempre acababa lanzando su bufanda, también blanca, a la chica con la que quería bailar, eso sí, solo si era más joven que él, con sus 60 y pico tacos. Ah, y como en una buena película, había un sheriff, quien aparecía vestido de cowboy con un revólver de mentira para que le dieran dos entradas, obviamente, sin pagarlas.

La sala acogía un universo de personajes cotidianos con nombres propios como la Artista, la Alcaldesa, el Tarzán, el Tigre y el Sheriff

“La gracia de La Paloma son esta gente”, resume March, sin perder su alegría a pesar de la nostalgia latente. Estos individuos míticos de la Paloma, “palomeros de raza”, corrige la dueña, se han ido quedando por un camino que se ha alargado, ni más ni menos, que durante 120 años. Gracias a la sala del Raval, sus asistentes no solo han bailado, también se han enamorado y se han desenamorado, algunos incluso se han casado y otros se han peleado.

Pero van surgiendo nuevos protagonistas. Uno de ellos es Pepita, quien frecuenta la sala desde que tenía 18 años, sin importar que se tuviera que escapar de su casa, en Cubelles, y tuviera que hacer algunas trampas más para que la dejasen entrar. Durante los años que La Paloma estuvo cerrada, Pepita iba llamando para saber cuándo reabriría porque iba a cumplir 100 años y los quería celebrar bailando. Por eso, y estupenda a sus 104 años, no dudó en ser de las primeras en volver cuando la sala subió el telón el pasado fin de año.

Con la reapertura, ha vuelta una palomera como Pepita, quien frecuenta la sala desde que tenía 18 años y ahora ya tiene 104

La vuelta a la actividad de la pista más antigua de Europa el año que cumple 120 años ha sido paulatina, remarca su propietaria, con una primera fiesta la noche del 31 de diciembre seguida de conciertos, filmaciones, fiestas privadas y actos de empresas y partidos políticos, más aún con las reiteradas campañas electorales. Hasta se ha empezado a programar un bingo petardo una vez al mes, adaptándose a la nueva moda del tardeo. “Queríamos ir viendo cómo la gente recibe a La Paloma”, sostiene March. Pero la fecha que se marcaron en el calendario muchos palomeros fue el pasado 2 de julio, cuando volvieron los bailes de salón con orquesta en vivo. Obviamente, Pepita no faltó.

Noche de club La Paloma Sant Joan 2023
La Paloma ha ido recuperando su actividad a lo largo de este 2023.

Después de cerrar en agosto y con la mirada puesta en el próximo curso, La Paloma cuenta con una sesión de salón cada domingo y prevé hacer más a partir de septiembre. La primera orquesta que ha vuelto a animar la pista de baile han sido los Tigres del Raval, formada por ocho músicos de la ESMUC y el Taller de Músics. Después de que con las Olimpiadas la sala viera como al público de menor edad ya no le gustaban tanto las orquestas, la reapertura les ha traído la sorpresa de constatar cómo los más jóvenes también se apuntan a sus sesiones y no solo a las de DJ que también programan: “Encuentran que La Paloma es muy auténtica, no hay nada de plástico”. Por otro lado, la verbena de San Juan fue la primera noche de club en la sala, sustituyendo la orquesta por house y disco, sesiones que también se irán intensificando en lo que queda de año.

“Mi vida ha sido La Paloma”, concluye March, con 71 años, viendo que no se equivocó cuando entró por primera vez y no tenía ni 30. Protegida a lo alto por una imponente lámpara de techo y unas pinturas, un poco alicaídas, que representan bailes como los que se ejecutan en la pista, lo dice sin olvidarse de la sala Cibeles, en Gràcia, también gestionada por la familia, pero que tuvo que vender para afrontar la reapertura en el Raval, con una larga batalla judicial que empezó en 2007 cuando la música dejo de sonar. Luego vinieron años de pleitos y obras para dar una nueva vida a La Paloma, de las muchas que ya ha tenido. Donde antes se fundían metales, con la sospecha de que los de la estatua de Colón se originaron en la calle del Tigre, ahora se vuelve a bailar.

Orquesta Los Tigres del Raval La Paloma
Los Tigres del Raval actuando en La Paloma.