La Boqueria
Una clienta comprando en La Boqueria. © ACMB

La Boqueria en agosto

Ruta por algunos de los establecimientos más emblemáticos de este mercado de Barcelona, como la tienda de setas Petràs, el bar Pinotxo o el Avinova, en un verano donde los turistas aún no han vuelto del todo

Es agosto, no un agosto cualquiera, desde Europa “se aconseja” no venir a Catalunya, porque la pandemia “está disparada” (no podremos dejar de utilizar las comillas en mucho tiempo, me temo). Por la mañana, me voy al mercado de la Boqueria —cómo me gusta la abundancia de los mercados— a ver cómo está.

Entro por detrás, así le echo un vistazo a la tienda de setas Petràs (setas de todo tipo y condición, pero también flores que se comen, trufa, hierbas aromáticas, brotes verdes, verduras, foie…). Todavía están montando la tienda, pero ya me compro unos tomates que, puedo decir, son los que deseaba Joan Saura en aquella campaña política de hace tantos años: saben a tomate. También tienen pimientos de Padrón, de los de verdad, que sólo pueden venir de Padrón. Me llevo y también piparras, que me cuenta el dueño que puedo hacer de la misma manera; fritas.

Algunas tiendas están cerradas, pero por vacaciones. Voy hacia el bar Pinotxo, antes que nada, porque me gustan mucho sus cafés con leche en vasito estrecho, tan bien preparados. Excurso. Cuando Ràdio Barcelona estuvo en La Rambla, durante un tiempo, por obras en los estudios de la calle Casp, yo participaba en un programa (me parece que se llamaba El Busca-Raons) de Toni Marín. Estaba Josep María Buñol y diría que el técnico era Aureli Fontanet (gente valiosa que luego me he ido encontrando en otros programas). Siempre, siempre, pedíamos cortados en el Pinotxo y alguien del bar nos los subía con una bandeja. Era el mejor momento del día. En los distintos programas de radio, este momento me lo he encontrado siempre. En el Catalunya Migdia, de Catalunya Ràdio, que ahora será La tarda, con Òscar Fernández y Elisenda Carod, la encargada de ir a buscar los cafés a La Farga he sido yo. Carlos Baraibar, un crack de la radio que hace la sección Fets o Fakes, cada día del mundo, cuando le llega el café con leche, aplaude. Espero poderles seguir llevando cafés siempre. Es lo mejor que hago.

En la barra del Pinotxo hay sitio (esto nunca pasaba, antes) y las mesitas redondas y altas (para mí, muy agradables, porque te permiten dejar la libreta, el periódico y los mamotretos) están vacías. Antes, paso por la tienda de las frutas y verduras de la entrada (tienen todo lo que quieras, desde jengibre a este vegetal que se llama lady finger, limas, calabacines enanos, hojas de parra…). Han puesto mezclas de especias para vender y en unos pequeños morteros te las dejan probar. El cartel que las anuncia dice: “Natural Viagra”. El dueño me dice que este año hay muchas chicas que viajan solas y que se alojan en pisos. “Éstas compran, porque se hacen la comida o la cena ellas”. Por lo tanto, algunos turistas alojados en pisos favorecen la economía de los paradistas. Los de los hoteles sólo compran zumos y hacen fotos.

La Boqueria
Turistas que este año se hospedan en pisos favorecen la economía de los paradistas, comprando comida para hacerse la cena. © ACMB

En el Pinotxo, tras la barra, está “Juanito”, despachando, que es el famoso Joan Bayén que todo el mundo conoce, y su sobrino, Jordi Asín Bayén. “Ahora tenemos más cliente local” me dice Jordi. “Pero no hemos aprendido nada. El turismo es como un depredador insaciable. Decimos: ‘Este año han venido siete millones, pero el año que viene esperamos ocho, nueve…!”.

A mi lado, dos chicas, diría que japonesas, piden: “Capuccino with calamari”. Y yo pienso que está bien que me vean a mí, que soy local, desayunando tortilla de patatas con pan con tomate y una copa de cava. Cuando yo soy turista estoy contenta de estar en los lugares que frecuentan “los locales”. A mi lado dos chicos comen capipota y bromean con una chica sobre la vida saludable. Deduzco que los tres trabajan en el mercado: “Me falta hacer ejercicio”, dice uno de los chicos. “Ayer vi el capítulo de Los Simpson donde Homer come costillas, se va al infierno y el demonio acaba desquiciado. Yo soy ese!”. Cuánta alegría.

Bar Pinotxo en La Boqueria
Joan Bayén con su equipo del Bar Pinotxo en una foto de archivo. © Pau Fabregat (ACMB)

Al fondo de la barra alguien me saluda. “Soy Josep Capdevila, del Avinova”. ¡Ostras! El Avinova. Siempre voy a comprar allí, porque las aves que tienen son una maravilla. “Te acompaño y me llevo algo”, le digo. Vamos hacia la tienda. Por el camino hablamos, claro, de la pandemia y de cómo ha afectado a los vendedores. “No nos ha faltado la lechuga, no nos ha faltado el tomate… ¿Y sabes quién lo ha hecho? ¡Los mayoristas de Mercabarna!”, me dice.

Enseguida que llegamos coge un bloque de foie y me dice: “Toma, para merendar. Pero… Sobre todo, ¡siempre rebanado, nunca untado!”. Sonrío, como siempre que estoy allí. “¿Qué me llevo?”, le pido. “Compra coquelet“. De acuerdo. Un pollo pequeñito. “¿Y cómo me lo han de deshuesar?” pregunto. Entonces entra en acción Laura, que es la dependienta más sabia y experta que conocerán nunca.

A Avinova siempre voy a comprar, porque las aves que tienen son una maravilla

“Ahora, deshuesado así, ya puedes hacer un ‘comida social’. Puedes comer delante de todo el mundo”, exclama Josep. “Un pollo de ahora, de súper, está muy ‘acelerado’. En 38 días ya lo tienen, cuando de manera natural necesitaría 110. ¿Esto qué quiere decir? Que el pollo acelerado es todo agua. El pollo estándar, o el pavo, sobre todo, tienen una genética, ya que es como un elefante de pollo. Pide siempre “pollo al aire libre”. Si este pollo te lo quieres hacer en casa, sobre todo, el día antes ya salpimentado”.

Si me quieren hacer caso, vayan a Avinova, compren un coquelet, o lo que les apetezca, y pídanle a Laura, que es una genio de su trabajo, que se lo deshuese a la manera crapaudine. Verán qué espectáculo. Verán qué sabiduría.