Dra. Anna Veiga
Anna Veiga, directora del Banco de Líneas Celulares de Barcelona.
ENTREVISTA A ANNA VEIGA

“No perseguimos la inmortalidad, sino la calidad de vida”

El próximo julio hará 40 años de la primera fecundación 'in vitro' que dio lugar a un nacimiento en España. Con la bióloga que formó parte del equipo que lo hizo posible, en Barcelona, repasamos la evolución de la reproducción asistida y el potencial de la aplicación clínica de células madre como esperanza de curación y mejora de la calidad de vida para muchas enfermedades degenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.

El 12 de julio de 1984, Barcelona inscribía el primer nacimiento en el Estado español gracias a la fecundación in vitro. Era la cuarta vez en Europa, y la sexta en todo el mundo, que se conseguía dar el pistoletazo de salida a la concepción, uniendo una célula reproductora femenina con una masculina fuera del útero, antes de poder seguir el proceso natural de gestación de este embrión en el cuerpo de una mujer. Así pues, aquel día la capital catalana —en el Instituto Universitario Dexeus de Barcelona— escribía el primer capítulo en España de la reproducción asistida, que hoy es la responsable de aproximadamente entre el 3% y el 6% de todos los nacimientos en Europa. Se calcula que alrededor de 10 y 12 millones de personas en todo el mundo han nacido gracias a esta técnica médica.

La bióloga, investigadora y profesora universitaria Anna Veiga es hoy directora del Banco de Líneas Celulares de Barcelona y jefe del grupo de investigación en Terapias avanzadas con células madre pluripotentes en el Programa de Medicina Regenerativa del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL). En este mismo instituto, en verano de 2020 Veiga fue designada Ombudsperson, con la responsabilidad de velar por la buena práctica profesional en las investigaciones en IDIBELL. Anna Veiga también dirige la Fundación Probitas, una oenegé creada por la empresa Grifols para mejorar el acceso a la salud en las regiones más desfavorecidas del mundo.

— A punto de conmemorar los cuarenta años del nacimiento de Victoria Anna Perea Sánchez, primera criatura nacida gracias a la fecundación in vitro, ¿qué siente todavía hoy cuando recuerda aquel 12 de julio? 

— Fue realmente un momento muy especial a nivel profesional, evidentemente. Yo era muy joven, tenía 27 años, y para mí el trabajo era, y ha sido siempre durante toda mi  trayectoria profesional, una parte muy importante de mi vida personal. El nacimiento de Victoria marcó el inicio de la reproducción asistida en nuestro país, y a partir de ahí fueron evolucionando las técnicas.

— ¿Qué  sabe de Victoria, ha mantenido el contacto con ella?

— Sí, mantenemos el contacto y la amistad. Nos vemos a menudo, a pesar de que vive en Madrid, donde trabaja en el ámbito del márketing digital para una empresa.

— Desde aquel nacimiento, ¿Cómo ha sido la evolución de la reproducción asistida?

— No es que hoy no tenga nada que ver con aquello que fue en aquel primer nacimiento, pero han cambiado muchas cosas. Se han mejorado mucho los resultados, y el tipo de paciente ahora es otro escenario. En aquel momento estábamos abriendo las puertas, iniciando la especialidad, y hoy la fecundación in vitro y la reproducción asistida están totalmente consolidadas en todo el mundo, y, en España, con más actividad porque ha habido grupos muy buenos que han hecho un buen trabajo.

— ¿Qué ha hecho que en España haya habido un trabajo más destacado e intenso de esos grupos?

— Principalmente, la donación de óvulos, que aquí tiene unas particularidades respecto a otros países, sobre todo en el reclutamiento de donaciones. Porque en nuestro país se permite la compensación económica de la donación, cosa que no se permite a otros lugares. Aunque España siempre ha destacado en Europa en el tema de las donaciones de órganos, en general, y en la donación de óvulos, también.

— Los éxitos de la reproducción asistida se ven cada vez más también en mujeres de mayor edad.

— Este ha sido el otro gran cambio que ha habido. Cuando se instauró la técnica, la donación se hacía para mujeres relativamente jóvenes que habían perdido capacidad reproductiva y, en cambio, hoy las receptoras son mujeres que han agotado ya su capacidad reproductiva y no son capaces de concebir.

— ¿La edad más elevada condiciona la técnica o el proceso de alguna manera?

— Los tratamientos siempre son diferentes, pero a nivel clínico y de laboratorio, la esencia es la misma: conseguir una producción de óvulos de la misma paciente o de la que hace la donación y ponerlos en contacto con espermatozoides en el laboratorio, conseguir que se desarrollen los embriones y hacer su transferencia al útero.

Dra. Veiga
Pionera en reproducción asistida, la Dra. Veiga está volcada actualmente en las investigaciones con células madre.

— Desde el punto de vista de la bioética, ¿se tiene claro cuál tiene que ser el límite máximo de edad de esta ayuda médica a la concepción?

— La legislación no marca una edad máxima, solo marca una edad de inicio, que son los 18 años. Pero en un consenso a nivel de los centros médicos y sociedades científicas, establecimos como máximo los 50 años, aunque es muy posible que esta cifra se vaya alargando. Los 55 de ahora son los 45 de antes y nos tenemos que saber posicionar en muchos elementos del entorno donde se plantea una maternidad.

— Es un cambio de paradigma mental y social.

— Todo esto ha cambiado muchísimo. La media de edad para tener el primer hijo ahora en España está alrededor de los 31 años. No en reproducción asistida, sino en maternidad en general. Es una de las más altas de Europa. Y es un fenómeno social que viene provocado por una serie de cuestiones, como la incorporación de la mujer al mundo universitario y al trabajo. Las mujeres quieren completar un periodo a nivel profesional antes de tener hijos, se lo plantean más, por motivos económicos. Hasta que no tienes estabilidad económica, se pospone. Antes, o se llegaba antes a la estabilidad económica, o nos lanzábamos más alegremente a tener hijos. Los y las jóvenes de hoy, antes de decidir, ponen sobre la balanza muchas cuestiones teniendo en cuenta que la precariedad económica es absolutamente evidente. Les cuesta mucho más marcharse de casa de sus padres, porque no tienen medios para hacerlo. Se van para vivir con otros jóvenes porque no pueden afrontar el alquiler o la compra de una vivienda. Y esto tiene su repercusión en fundar una familia y tener hijos.

— También la tiene decidir ser madre con 50 años.

— Creo que es muy importante reflexionar, ante cierta tendencia a pensar que no pasa nada si no consigo quedar embarazada siendo joven, porque he decidido viajar por el mundo, hacer un máster, o porque no he encontrado pareja, y que ya me ayudarán en una clínica a conseguirlo. La fecundación in vitro puede ayudar a quedar embarazada si utilizas los óvulos de una mujer joven, no rejuvenecen tus óvulos. Esto cada vez cala más, lo sabe la gente, pero tenemos que hacer el esfuerzo para que las mujeres tengan toda la información. También sobre la congelación. Congelar óvulos y guardarlos no todo el mundo lo puede hacer, supone un gasto, pero cada vez hay más información y más clara sobre esta posibilidad.

— Y personalmente, ¿qué piensa de maternidades a edades tan elevadas?

— Yo tuve a mi hijo a los 31 años, y ya era mayor. Pero hoy una mujer de 40 años no es igual que las de hace 40 años, están mucho más en forma. Toda la población en general vivimos mucho más, y estas son cuestiones que debemos poner sobre la mesa. Siempre hemos velado como profesionales, y lo digo en pasado porque yo ya no trabajo en reproducción asistida, pero hemos intentado prever siempre las garantías de que aquella criatura naciera en las mejores condiciones posibles. Teníamos en cuenta toda sospecha de un problema en la pareja que pudiera hacer prever el nacimiento en un entorno no favorable a su calidad de vida, tanto a nivel físico como mental, y poníamos todas las cautelas a la hora de hacer un tratamiento, y esto es lo que creo que se tiene que tener en cuenta siempre. Pero es difícil decidir qué hacer si una mujer de 53 años que acude a una consulta porque quiere tener hijos y está en buenas condiciones físicas y mentales y tiene estabilidad económica, ¿le tenemos que decir que sí o que no? 

— Y esto tan delicado, ¿quién lo tiene que responder?

— Esto sería mucho más fácil que estuviera regulado por ley porque, si no, acaba siendo una cuestión controlada por el criterio de los profesionales y con el apoyo de las sociedades científicas más o menos sensatas. 

— Pero las clínicas de fertilidad son privadas, y son empresas que viven y crecen gracias al deseo de la gente de ser madres y padres.

— En cualquier caso, el dinero no puede ser un criterio para decidir la edad máxima para ayudar una mujer a ser madre, lo tiene que ser, siempre, el bienestar de la criatura que tiene que nacer. Sabemos que en Estados Unidos se han hecho tratamientos a mujeres de sesenta y más años que han tenido hijos. Ser madre a esa edad, como Ana Obregón, que tiene mi edad, ya no es cuestión de si es natural o no, porque la fecundación in vitro ya no es natural, como tampoco lo es el uso de antibióticos o una operación de apendicitis, cuando intervienes, deja de ser natural. La reproducción asistida es artificial, el concepto ya no es natural, pero llegar a determinados extremos, a mí me incomoda. Nosotros empezamos resolviendo problemas de fertilidad de hombres y mujeres con un problema médico que impedía que tuvieran descendencia. En estos momentos, una gran parte de los tratamientos que se hacen no derivan de un problema médico, estamos ante un problema de raíz social, porque la gente se plantea muy tarde tener hijos, este ha sido el cambio. 

— Barcelona recibe cada año a muchas parejas y mujeres solas que vienen a tratar aquí su dificultad de quedar embarazadas. Por ejemplo, italianas a las cuales en su país no les está permitido hacerlo.

— En los países donde no hay óvulos de donantes o por legislación no se permite, se produce un movimiento de pacientes hacia el resto de Europa, donde pueden circular bienes y personas libremente, y pueden venir a Barcelona, a Madrid y a Valencia, donde hay centros muy avanzados donde poder hacerlo. 

ANNA VEIGA
Anna Veiga asegura que en nuestro país se realiza muy buena investigación, pero denuncia que no se invierte suficiente dinero.

— La tecnología también ha jugado su papel en la evolución de las técnicas.

— Las herramientas que se tienen hoy en día en el laboratorio y en la clínica para hacer los tratamientos han mejorado muchísimo. Cuando nosotros empezamos a trabajar, no es que fueran precarias, porque teníamos lo mejor posible, pero ahora hay toda una industria detrás de la fecundación in vitro, como por ejemplo las máquinas para valorar si los embriones son de buena calidad o no.

— Se habla ya de embriones humanos producidos íntegramente en el laboratorio, en China.

— Son embriones que no tienen capacidad implantatoria y no se hacen para hacer niños, sino para estudiar modelos de implantación para entender el desarrollo. Por sí solos no pueden dar lugar a una vida, no tienen la capacidad para hacerlo, solo son modelos. En cualquier caso, todo lo que se hace no solo está supeditado a la bioética, también a normativas legales. 

— ¿Dónde estamos ahora en medicina regenerativa? ¿Qué podemos hacer que 20 años atrás no era posible? 

—  En regenerativa se ha avanzado muchísimo. Las herramientas ahora son mucho más buenas que hace muchos años, y se plantean tratamientos con células madre para resolver problemas degenerativos, como la degeneración macular, patologías cardíacas o del páncreas, y para crear células sanguíneas para tratar dolencias. Los primeros ensayos clínicos ya están en marcha hace tiempo con buenos resultados en muchos casos, es un campo donde se está trabajando mucho. También nos está sirviendo para entender los problemas derivados del envejecimiento y cómo se pueden resolver. 

— ¿Cuáles son los campos en los cuales podremos ver, a corto plazo, progreso en pacientes reales gracias a la reproducción de células madre en el laboratorio?

— Ya en oftalmología, neurología y cardiología hay muchos ensayos clínicos en marcha y los resultados van apareciendo y muchos de ellos son muy esperanzadores. 

— En todo esto, los centros y grupos de investigación de Barcelona, ¿qué lugar ocupan? 

— Creo que estamos muy bien situados. En Barcelona y en todo el Estado se ha trabajado desde el inicio de la medicina regenerativa y ahora estamos en situación muy similar a la de otras muchas ciudades europeas. En el Centro de Regulación Genómica, en el Instituto de Investigación Barcelona (IRB), en el Instituto de Bioingeniería de Catalunya (IBEC) se está haciendo investigación muy puntera, al mismo nivel que la de muchos países europeos. Se tiene acceso a financiación europea, y esto es una señal inequívoca del buen nivel que tenemos. Se hace muy buena investigación en nuestro país a pesar de los problemas de financiación, porque en nuestro país no se dedica suficiente dinero a la investigación y se tendría que tener más en cuenta la importancia de la investigación desde el punto de vista autonómico y nacional. 

— A lo largo de su carrera, ¿cuáles son los progresos, además del nacimiento de Victoria, que destaca como un antes y un después en la medicina?

—- El nacimiento de Victoria marcó un antes y uno después de mi carrera y fue a partir de entonces donde me decidí a dedicarme a la investigación con células madre. Tuve la suerte de poder participar en los inicios de los dos ámbitos y esto es un privilegio porque formas parte de los primeros pasos en determinadas disciplinas. En la investigación con células madre ya se están haciendo los primeros ensayos clínicos para saber cuál será el alcance de las técnicas en el tratamiento de enfermedades degenerativas, como la degeneración macular, problemas cardiacos y procesos neurológicos como el Alzheimer y el Parkinson, donde se está haciendo mucha investigación. 

— ¿Qué le gustaría llegar a ver?

— En reproducción asistida, ya se han visto adelantos realmente muy relevantes a lo largo de estos años. En medicina regenerativa con células madre, me gustaría tener la certeza de que los tratamientos que estamos planteando con células madre resuelven los problemas todo lo bien que los queremos resolver. Estamos cerca, en determinadas enfermedades y casos, de que estas células acaben curando a los pacientes. Curando, o mejorando su calidad de vida, porque finalmente, la teoría es que, a partir de células madre, sustituimos algunas que no funcionan y hacemos que funcionen. No curamos, sino que reparamos.

ANNA VEIGA
Veiga destaca los grandes avances y el potencial de la medicina regenerativa.

— En cambio, en terapia génica, ¿cómo se procede?

— En el caso de la terapia génica, lo que se hace es modificar el genoma. En enfermedades genéticas, se intenta corregir la mutación genética que la causa. A nivel mundial se están haciendo tratamientos para resolver problemas genéticos con éxito. Es una disciplina que empieza, pero ya se han hecho tratamientos con los cuales se han curado leucemias en niños.

— ¿Las células madre se pueden entrenar para hacerlo todo?

— Las células madre pluripotentes pueden dar lugar a muchas funciones, pero no a todas. Intentamos sustituir células que ya no funcionan con las que fabricamos en el laboratorio, donde las convertimos en las que están deterioradas. La medicina regenerativa aparece porque aparecen patologías del envejecimiento. Hace 50 años no se hablaba de degeneración macular, o no se conocía su alcance. Vemos que nuestras células dejan de hacer su función, no se pretende conseguir la inmortalidad de nadie, sino que, si la gente vive más años y aparecen estas enfermedades, intentemos paliarlas y hacer que la calidad de vida sea mejor, no que vivan eternamente.

— Ahora mismo, ¿en qué está trabajando?

— Dirijo el Banco de Líneas Celulares de Barcelona donde, entre otros proyectos, estamos fabricando células madre que puedan ser utilizables en una proporción grande de población. Es un proyecto europeo para el cual hemos recibido financiación, trabajamos desde un consorcio de países para ponernos de acuerdo en qué tipos de células tenemos que fabricar para una población relevante. Las células madre, como pasa en los trasplantes, no las puedes usar, si no tengo inmunosupresores para lograr una compatibilidad máxima. Si fabricamos unas células que sean utilizables para una proporción relevante de la población y las hacemos en el laboratorio, del mismo modo que se fabrican los medicamentos, acabarán siendo como medicamentos. Y ahora el objetivo de muchos centros juntos, que lideramos desde Barcelona, es ponernos de acuerdo en cuáles son los tipos de células que queremos producir. No pensamos, hoy por hoy, en tratamientos concretos, esto ya lo harán los investigadores que quieran desarrollar a partir de estas células un determinado tratamiento. Cada cual lo hará, nosotros preparamos la materia prima para que sea el máximo compatible con la cantidad más grande de pacientes. Primero tenemos que acordar cuál es la materia prima para partir después hacia el tratamiento.

— También es la directora de la Fundación Probitas. ¿A qué se dedica la entidad?

— Su objetivo es ayudar a mejorar la salud física, psíquica y emocional, así como facilitar la igualdad de oportunidades, de personas en situación de vulnerabilidad, tanto en el ámbito local como internacional. Se apoyan proyectos en África, en Latinoamérica, pero también en Catalunya. En 2008, los responsables de la empresa Grifols decidieron destinar el 0,7% de sus beneficios anuales a esta fundación que ellos mismos crearon.