Calle Rocafort acera ampliada para peatones
La calle Rocafort con la acera ampliada para peatones. © Edu Bayer
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El legado de Ole Thorson

El que fuera gran referente de la defensa del peatón reunió su ideario sobre la movilidad urbana en un libro publicado pocos días antes de fallecer

Un sobre algo voluminoso me esperaba un día de mediados de marzo pasado en el buzón de casa. Cuando lo abrí, me encontré que Ole Thorson, el gran referente de la movilidad y defensor del peatón, me enviaba su último libro dedicado. Al cabo de tan solo unos días, fallecía. De pronto, me encontré digiriendo la pérdida de un buen amigo y que sobre mi mesa yacía nada menos que su testamento profesional, todo lo que tenía que decir sobre la que fue la gran labor de su vida.

El título del libro es ya toda una declaración que resume su ideario: Movernos. Caminando con seguridad y sostenibilidad. Conocí a Ole hace más de 30 años. Era un ingeniero que en los años 70 se instaló en Barcelona y que lideraba desde varias asociaciones un movimiento que reivindicaba el papel del peatón y del usuario del transporte público en el sistema de movilidad urbana. La primera impresión que causaba era peculiar, para decirlo en una forma que no resulte para nada ofensiva.

De aspecto escandinavo, rubio, delgado, alto y con su sempiterna pajarita al cuello, no sabías muy bien en el primer impacto si este danés entrañable se creía de verdad lo que defendía o no era más que un oportunista a la caza de encargos de informes y consultorías. La incógnita se despejaba a los 10 minutos de conversación —incluso antes—, porque enseguida uno realizaba que estaba ante un hombre que, además de su calidad humana, sabía muy bien de lo que hablaba, porque explicaba con datos y evidencias casi científicas que en el siglo XX la movilidad se había convertido en “una amenaza a la vida del ciudadano”.

Sostenía Ole Thorson que la sociedad moderna había despreciado el estilo de movilidad natural del ser humano, “que es el caminar”. En un momento en que este activismo en defensa del peatón era aún incipiente, sostenía Ole —y denunciaba— que los vehículos a motor “han absorbido la mayor parte del espacio de la calle urbana”, a pesar de que peatones y usuarios del transporte público representan el 75% de los usuarios del espacio público, contra el 25% de los vehículos. Dicho de otro modo, una minoría se ha adueñado “antidemocráticamente” de la calle, sometiendo a la gran mayoría.

Ole Thorson se pasó décadas clamando contra la “invisibilidad” a la que se había postergado a “las personas que caminan”. Cuando participaba en reuniones sobre movilidad siempre se quejaba: “Habéis dejado de mencionar a los peatones”. Poco a poco, su discurso fue calando, y hoy las ciudades intentar revertir la situación y primar los espacios para las personas, a la vez que limitar los destinados para los vehículos. Y Ole lo consiguió con grandes dosis de paciente insistencia. Su activismo contra los coches era mucho más que mero activismo. Basaba sus argumentos en datos, en los millares de muertes que causaban los vehículos en accidentes y los efectos de la contaminación. Además, su cruzada se apoyó siempre en la razón, huyendo de postureos y sobreactuaciones innecesarias.

Y es que Ole Thorson fue un hombre de profundos y sólidos valores humanistas, que regían su vida profesional, personal y la asociativa que cultivaba. Por eso, era también masón, porque en la masonería encontró la manera de promover valores como la solidaridad, la justicia, la tolerancia, la fraternidad, la libertad y la igualdad, que a veces pensaba que habían sido fabricados expresamente para él. De vez en cuando, encontrabas en el correo electrónico reflexiones de Ole sobre diversas materias y cuestiones que despertaban la conciencia de uno sobre algunas cosas.

Ole se pasó décadas clamando contra la “invisibilidad” a la que se había postergado a “las personas que caminan”: “Habéis dejado de mencionar a los peatones”

En el epílogo del libro, asegura que “el enorme número de personas heridas en la movilidad de las ciudades y en las carreteras da una idea de una equivocación básica al dejar que los conductores se salgan con lo suyo”. Por eso, juzgaba sumamente necesario “cambiar el rumbo en la movilidad”, cuyo futuro, decía, debe plantear “nuevos retos más humanos, más globales y sostenibles”.

Se nos ha ido un amigo y un referente, pero nos queda el consuelo —si es que algo puede consolar su pérdida— que sus décadas de cruzada han ido prosperando. Empezó predicando en el desierto, pero hoy aquellos planteamientos casi hippies de cuando llegó a Barcelona están sobre la mesa de los planificadores urbanos y forman parte de los debates políticos. Aún estamos lejos de la totalidad de sus ideales, pero, si echamos la vista atrás, comprobaremos que Ole nos ha hecho andar ya mucho camino. Su último libro, su legado político y profesional, debería ser una lectura obligada incluso para quienes siguen escépticos e incluso negacionistas ante sus postulados.