Cinco horas y 20 minutos. Este fue el tiempo que necesitó el primer avión que cubrió la línea Ámsterdam-Barcelona para KLM. Era 1953 y en España aún coleaba una larga posguerra. Aun así, las Reales Líneas Aéreas Holandesas apostaron por la capital catalana para expandir su red de destinos europeos. Inicialmente, los vuelos entre ambas ciudades no eran directos y se realizaban con paradas intermedias en aeropuertos importantes como Bruselas o Frankfurt. Poco a poco, Barcelona se iba abriendo al mundo. Lo hacía gracias al transporte aéreo y la compañía de los Países Bajos fue una de las protagonistas de esta entrada de otros aires desde otros estados.
Del primer vuelo entre los aeropuertos de Schiphol y El Prat se cumplen estos meses 70 años y, este martes, KLM quiso celebrarlo en un lugar muy apropiado: el Museo MOCO de la calle Montcada, centro cultural hermano del otro MOCO que está, precisamente, en Ámsterdam, concretamente en el 20 de Honthorststraat, junto al mítico Rijksmuseum, el museo Van Gogh y el de Stedelijk o Museo de Arte y Diseño Moderno y Contemporáneo. En una de las salas del MOCO barcelonés, Laurent Perrier, director de Air France/KLM para España y Portugal, recordaba lo distintos, y hasta con un punto de aventura, que resultaban los viajes en avión de hace 70 años, cuando los cielos de Europa eran atravesados por los Convair 240 de KLM uniendo las dos ciudades con un máximo de 50 viajeros a bordo.
Cuando KLM empezó a volar a Barcelona, la aerolínea era ya una empresa con cierta veteranía, pues llevaba 34 años operando. Y es que Koninklijke Luchtvaart Maatschappij, que es el significado, en holandés, de las siglas KLM, nació en el lejano 1919, un hecho que la ha convertido en la compañía más veterana del mundo y que, además, sigue usando su nombre original. Se creó hace más de un siglo entre La Haya y Ámsterdam, cuando ocho empresarios dieron forma a una nueva sociedad con consideración real, pues Guillermina, reina de los Países Bajos y bisabuela del actual monarca, vio con mucha ilusión que en su país se fundase una sociedad de transporte por vía aérea, de ahí su bendición y autorización formal para el uso de la palabra real en el nombre de la empresa.
Su primera ruta fue Amsterdam-Londres-Amsterdam, línea operada por un Airco DH.16 británico que se alquiló, hasta disponer de aviones propios de la marca Fokker, uno de los símbolos de la aviación europea y particularmente la neerlandesa. Anton Herman Gerard Fokker, conocido popularmente como Anthony Fokker, fue un pionero de la aviación local cuyo apellido es uno de los mitos de la aviación del continente, como aviador, aunque, sobre todo, por la construcción de aviones, creando una empresa que funcionó hasta mediados de los 90.
Un monarca volador
Como curiosidad, el actual monarca neerlandés, Guillermo Alejandro de los Países Bajos pilotó reactores Fokker hasta bien entrado el siglo XXI, tanto el avión VIP que usaba la familia real como el Gobierno, como los Fokker 70 y 100 que usaba la filial regional de KLM, pues quería mantener su licencia de vuelo en vigor y, regularmente, se le programaban vuelos comerciales como copiloto o primer oficial de los Fokker.
En la actualidad, para los viajes de estado del Gobierno y de los miembros de la casa de Orange-Nassau, se usa un Boeing 737 en versión BBJ, Boeing Business Jet, y el monarca sigue pilotándolo con frecuencia, saciando así su interés por la aviación de manera activa. Como sucedía hace unos años, Guillermo Alejandro sigue volando como copiloto en los vuelos de KLM operados en 737, entre ellos los que actualmente unen Ámsterdam y Barcelona en menos de dos horas. Nunca se revela a los pasajeros que el copiloto de su vuelo es el rey, aunque en ocasiones a algunos viajeros neerlandeses les suena la voz del copiloto cuando se dirige al pasaje para dar algunas informaciones sobre el vuelo y, por otro lado, en la sala de tripulaciones de KLM en Schiphol a nadie le sorprende encontrarse al rey preparando una jornada de vuelos con la tripulación asignada.
KLM en Barcelona
Laurent Perrier recordaba ayer la buena marcha de KLM en los últimos tiempos, con un crecimiento de un 20% global respecto a los datos de 2022 a estas alturas del año. En el caso más cercano, la compañía neerlandesa ha transportado a un millón de pasajeros desde España a Ámsterdam. De estos, 340.000 son los que han volado desde o hacia la capital catalana, lo que implica más de un tercio del pasaje transportado en los seis aeropuertos a los que vuela en territorio español.
Asunción Pérez, directora de ventas del grupo Air France-KLM, recuerda una tendencia notable referida a la compañía neerlandesa en Barcelona: de los viajeros que van desde El Prat a Schiphol, tan solo un 25% lo hacen de punto a punto, mientras que el 75% restante usan el hub de Ámsterdam para conectar con otros vuelos. La directiva, buena conocedora de los mercados, aclara que muchos de estos enlaces son a destinos en Escandinavia, aunque también hay un interés en las líneas de KLM a varias ciudades de Latinoamérica y algunos aeropuertos asiáticos, en una mezcla de tráfico de negocios, de ocio y también familiar que va fluctuando en diferentes etapas del año.
Asientos de museo
En la celebración, entre obras de Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Yayoi Kusama o Jeff Koons, la aerolínea exhibió sus dos nuevos productos para vuelos intercontinentales: la cabina new world business y la premium confort, una clase intermedia entre la business y la económica que es una acomodación cada vez más demandada, como se encargó de recordar el director general para España y Portugal. “Los pasajeros quieren cada vez más opciones, pues el carácter de cada viaje puede ser diferente”, dijo. Laurent Perrier se refería a pasajeros que, por ejemplo, saliendo de Barcelona rumbo a algún destino a Estados Unidos o Asia vía Ámsterdam, pueden ir en viaje de trabajo, solos, en la clase business y, esos mismos viajeros, cuando hacen un viaje en familia, con varias personas pueden viajar perfectamente en un asiento de premium confort, al tratarse de un viaje de ocio o vacaciones, donde quizá no es necesario viajar en la parte delantera del avión, aunque sí se busca mayor comodidad pagando un poco más que en la cabina de la clase económica o turista.
Los responsables de KLM también recordaron el empeño de la compañía en asuntos medioambientales, cuya mejora siempre ha sido una fijación de país. Las medidas ya no son tan solo en asuntos como el trabajo en nuevos combustibles menos contaminantes o las menores emisiones de los aviones que van incorporándose a la flota (está por decidir el recambio de los aviones que realizan precisamente sus vuelos europeos), sino que también el criterio de sostenibilidad se aplica en las nuevas cabinas, con asientos más ligeros y materiales reutilizables para el servicio de restauración.
Actualmente, la compañía ofrece cinco vuelos diarios entre ambas ciudades, 10 frecuencias cada día en reactores de 176 plazas, unas cifras muy lejanas a las de aquel arranque en 1953 cuando las capitales de Países Bajos y Catalunya estaban unidas por un vuelo semanal en un turbohélice de 40 plazas… con escala intermedia.