— La última vez que vine fue para ver Travy, una obra agridulce y basada en la familia Pla-Solina. Cuando presenta espectáculos así, tan “de fuera”, ¿qué pinta La Perla 29?
— Desde el principio La Perla 29 no queríamos que fuera un teatro, sino un centro de creación. De artes escénicas. A veces para hacer estos “fichajes” seguimos unos criterios nuestros, pero muy a menudo la relación con los creadores nos hace cambiar o incorporar nuevos criterios. Por ejemplo, a veces hacemos cosas con ellos en el escenario, vemos que queda bien, y es entonces cuando le buscas una justificación. No queremos ser teatro de programación clásica, sino un centro. Aparte, es que tampoco podemos hacerlo todo. No podemos llenar todo el calendario nosotros solos. Y, en lo que se refiere a Travy, es el tipo de obra que a nosotros nos gustaría haber hecho.
— ¿Ah, sí? Pero tú no eres de la familia Pla-Solina.
— Ya lo sé, ya lo sé. Digo precisamente que nosotros no sabemos hacer esto, y que, por tanto, nos gustaría haberlo hecho nosotros. Es retórico. El público acostumbrado a venir viene a descubrir, y les ofrecemos elementos para que puedan comparar y varios mundos por abrir. Aparte, como nosotros tampoco queremos aburrirnos de nosotros mismos, así nos refrescamos. Y nos hacen cambiar las cosas, ¡nos modifican los puntos de vista!
— ¿Pasa a menudo esto?
— Recuerdo el intercambio de ideas que se produjo durante la rueda de prensa, tuvimos una larga conversación sobre la tradición de los payasos callejeros en Catalunya en los años 70, el pasado con Comediants, Claret… Estos intercambios son profundamente interesantes.
— Ahora lo habéis hecho con la Ludwig Band.
— Artemi, el cambrer abstemi, sí. Es explorar el brazo teatral de Ludwig Band, es un musical. Aquí ya no es “La Perla 29 presenta”, que son casos en los que yo puedo dirigir o no dirigir, sino más bien “La Perla 29 invita”, y nosotros descansamos más. O bien la fórmula intermedia: les hacemos una oferta económica, ellos buscan financiación por otras bandas y después tienen el espacio por tres semanas y un mes para ensayar. Nosotros podemos intervenir con nuestros talleres, o con nuestro personal. Es como un semi-encargo, con el fin de impulsar una obra y hacer que sea posible, y después que vaya donde quiera.
— Por tanto, sabes delegar.
— Quiero delegar, compartir, colaborar, sin perder el ADN de La Perla 29. O bien transmitiéndolo.
— Interesante. ¿Cuál es ese ADN?
— Uf. A ver cómo te lo cuento. Mira, déjame decirte una cosa: este año presentamos Tots Ocells, que toca el conflicto entre Israel y Palestina, donde el autor hace que un chico joven sea estudiante del ADN. De esos científicos que exploran el genoma humano, etcétera. Le interesa saber qué rasgos de una etnia son naturales y cuáles son culturales, qué parte de su organización social, política, humana, jurídica forma parte de su ADN y cuáles vienen solo de la costumbre. Cromosomas o Universo. ¿Cómo saber?
— Oriol. EL ADN de LaPerla29.
— De acuerdo. A ver. Primero, el espacio: la ubicación, la gente, el público. Segundo, el discurso: la elección del mensaje, de la estética, de la palabra, el tono, la forma en que lo decimos. Tercero, la selección de obras, relacionada con los anteriores. Y también el grupo de producción: somos una compañía y una fábrica. Somos simultáneamente músicos y sello discográfico, para entendernos. Y un sello es una marca, un certificado de autenticidad, una pátina que se nota. El equipo es una estructura que se mantiene: el diseño, el espacio, los actores (que van cambiando aunque algunos ya sean familia).
— Y el ADN de Oriol, ¿está?
— Hay más gente que conoce el teatro de la compañía Complicité que su director. Nosotros somos una mezcla de espacio, equipo y yo mismo: una estética, un discurso. Por ejemplo, yo admito que a mí me mueve la belleza. Pero, ¿qué es la belleza?
— Todo el mundo sabe lo que es, pero nadie sabe definirla.
— Exacto. Es una belleza en la forma pero también en el fondo. Una historia que sea de verdad. Si no sabes que hay verdad, pierde mucha belleza.
— Gaudí ya lo decía, que una forma de saber la verdad es buscar en la belleza.
— Y viceversa, supongo. El teatro también es un espejo de la realidad, una herramienta de cohesión social, y la belleza lo que hace es darle un sentido. La belleza une la forma y el fondo, y esta es mi obsesión. Todo el rato.
— El “cómo”.
— El “cómo” también puede tomar protagonismo en pleno proceso creativo. Como en las relaciones sexuales, ¿verdad? En el sexo el “cómo” es básico. Y no está planificado, por lo general. Pues en teatro es igual, no se puede rehuir el “cómo”. Fíjate en una cosa: cuando intentamos captar una imagen fiel de una obra de teatro, el vídeo normalmente no sirve. Sirven las fotos, las buenas fotos. Las instantáneas, los instantes. Un vídeo puede ser aproximativo, o servir a nivel archivístico, pero lo que más se aproxima a una obra de teatro es una buena foto. La foto transmite la emoción del momento, te enseña el “cómo”, y entonces entiendes el “qué”.
— ¿En la luz?
— Sí, colocamos las hierbas solo por la luz como caía. Le daba un carácter de antigüedad.
— Recuerdo una sensación similar en la arena de vuestro Cyrano.
— Más o menos. Pero las hierbas del Macbeth.
— ¿Y cómo era el mundo, antes de la Biblioteca Nacional?
— La Perla 29 quería ser ya entonces un proyecto que no gastara sus energías en cada obra, que esta energía se mantuviera y transmitiera. Almacenarla, y enlazarla con otras ideas. No teníamos espacio propio y lo hacíamos todo en varios lugares, pero intentábamos marcar huella tanto si estaba en la Beckett como en la Villarroel o en el Romea. Y entonces quisimos hacer un Misantrop en un espacio no teatral.
— Y allí vino la nueva era.
— Todo el mundo en teatro quiere tener una casa, un lugar, “la casa que vull que la mar la vegi, i uns arbres en fruit que me la festegin”. Por eso aquí tenemos espectáculo, bar, talleres, máquinas, tramoyas… Me gusta mucho la escenografía, aunque no sea escenógrafo. La Perla 29 quiere ser siempre muy artesanal. ¿Sabes cómo la define, Richard Sennett, la artesanía?
— Dime.
— Es lo que, cuando lo contemplamos, podemos imaginar el proceso de creación.
— Buena.
— Buscábamos, por tanto, un espacio no teatral para hacer El Misantrop, y durante un año que era el Año del Libro la señora Lamarca, la directora de la Biblioteca, nos permitió hacerlo en la parte de arriba. Es decir, en la propia biblioteca, entre los libros y en medio de una exposición que había sobre Dalí y otra sobre Cervantes.
— ¿Allí en medio?
— Allí en medio. Además, el Misantrop es un intelectual, alguien que rompe las normas, y ya nos iba bien situarlo en una biblioteca. Fue emocionante después, cuando nos presentaron el espacio de abajo. Deberías verlo con los ventanales abiertos. El caso es que propuse hacer una Antígona, y desde entonces estamos aquí. Soy consciente de que esto no es nuestros, sin embargo. Que conste. Esto es de los ciudadanos, estamos de paso.
— ¿Cómo valoras la iniciativa de Butaques Plenes que vivimos hace unos sábados?
— Muy bien, nosotros participamos, la estructura es muy importante. El sistema, que aguante, que se refuerce. Es muy importante la estructura porque el teatro es el único arte donde los actores y los espectadores deben estar vivos al mismo tiempo, y por eso funciona tanto como herramienta de cohesión social. Antonio Monegal decía que debemos ser muy permeables a la actualidad, y, por tanto, que pasen cosas organizadas por la comunidad cultural, la pública y la privada, es importante.
— El “nosotros”.
— Exacto, el “nosotros” privado y público. Pero más que sillones llenos, lo importante es ver que se han gastado energías en sacudir el panorama. Además, te diré que nosotros lo notamos mucho, cuando las butacas están llenas. Se crea una electricidad distinta, entre los actores y la compañía. Un “buen rollo” que se nota en el escenario.
— ¿Estamos en un buen momento teatral?
— Yo siempre tiendo a pensar que estamos en un buen momento. Siempre, en la vida. El teatro siempre está en crisis, es precario, es caro de hacer, tienes que hacerlo muchas veces para que salga a cuenta… Pero ya está bien así, porque cuando se industrializa se pierde la conexión con los espectadores. La crítica también nos ayuda a mejorar, pero no el criticar por criticar, sí el pensamiento crítico. Pero yo siempre pienso que en el fondo no hay nada que criticar: ya está bien así, yo no lo habría hecho así pero, ¿y qué?
— Por tanto, estamos bien.
— Estamos bien. Faltaría cierta euforia, como decimos tanto que ocurre en Madrid. Y faltaría también que se pensara más a largo plazo, pensar más en presupuestos, en estabilidad (dentro de la inestabilidad natural). No acomodarse, pero sí garantizar un mínimo de previsibilidad, cierta solidez. Y muchas menos ganas de dañar el uno al otro.
— En esto estamos de acuerdo. Y también en lo que las cosas en el fondo siempre están bien.
— ¿Verdad? Siempre hace buen tiempo. El solete es muy agradable, pero cuando llueve también es muy bonito. Y la nieve. Todo.