— Te has atrevido a cantar sobre la violencia machista cuando hablar del tema ya cuesta tanto.
— Elena Gadel: Me he atrevido a cantarlo e Ivan Labanda a enseñarlo a través del videoclip que ha dirigido y que muestra imágenes tan explícitas. No estamos acostumbrados a ver una violencia tan evidente.
— ¿Os planteasteis en algún momento si era necesario suavizarlo?
— Iván y yo hablamos mucho y nos preguntamos: ¿qué queremos hacer, atravesar el alma o difuminar el mensaje de la canción? Y elegimos la opción 1, que era ir a muerte.
— Has escrito Lobo para una amiga que había sufrido violencia machista. ¿Qué te dijo cuando escuchó la canción?
— Pues no le gustó.
— Vaya…
— Le dije “te la he escrito a ti” y, me dijo, “¿esta soy yo?”. No se identificó. Pero creo que a medida que ha ido pasando el tiempo la ha ido queriendo.
— Cuando nos toca de cerca no queremos reconocernos en algo tan evidente pero tan doloroso y desagradable.
— La negación. Yo no soy eso. Y no entiendo por qué cargamos con esta vergüenza. Yo, por suerte, no la he sufrido, pero te diría que seguramente percibí esa reacción en su cara.
— ¿Escuchas tus canciones una vez publicadas?
— ¡No, nunca!
— ¿Por qué?
— No puedo. Por un lado, porque escucharlas me remite a trabajar y no me permite relajarme. Por otro, porque una vez el trabajo está terminado, a por el siguiente paso. Prefiero escuchar cosas de las que quiero aprender.
— ¿Quién es la primera persona que escucha tus canciones?
— Mi pareja, Toni. Es músico y como yo tengo tendencia a componer siempre con los mismos acordes aprovecho para que me haga los arreglos y mejore el trabajo. Y después mi madre. Que la escuche mi madre es una gran prueba de fuego.
— ¿Y si a tu madre la canción no le gusta?
— Primero pienso “¡no tiene ni idea!” y después pienso “quizás, sí que tenga…”. Recuerdo una vez que le hice escuchar una canción. Yo estaba muy emocionada y en cambio a ella no le gustó. Y esa canción nunca salió.
— Has tardado 8 años en sacar disco. ¿Son muchos años para una cantante?
— Yo creo que no. De hecho, hay un salto muy grande respecto al último que hice. Quizás alguien pueda pensar que vivimos en este mundo de la inmediatez donde todo debe ser pim-pam. Pero yo he necesitado estos 8 años para aprender a formarme en otras disciplinas y enriquecerme con otras cosas.
— El 30 de marzo presentas el disco La dona que em vesteix en concierto en L’Auditori. ¿Mariposas en el estómago ya?
— Sí, muchos nervios. De hecho, desde finales del pasado año cuando me lo propusieron. Entonces sólo tenía 5 canciones producidas, pero el espectáculo en directo no lo tenía en mente todavía. Y esto que presento tiene un sonido muy distinto. Hay electrónica, que yo no estoy acostumbrada a ello porque soy más de la acústica. Y hay que presentarlo de forma diferente, con una dirección escénica, una iluminadora y muchas cosas más que estoy acostumbrada a verlas en teatro, pero no en productos míos.
— ¿Has sentido alguna vez pánico escénico?
— Por supuesto, mucho. Cuando me lesioné las cuerdas vocales haciendo Mar i Cel, por ejemplo. Hice un sobreesfuerzo y tuve una hemorragia.
— Qué miedo.
— Yo, hasta ese día, era una niña, lo daba todo en el escenario. Y, además, era en el Teatre Nacional, ¡imagínate! No tenía miedo a nada. Pero después cuando volví, me hice mayor y el miedo a perder la voz estaba allí.
— ¿Perder la voz es tu mayor miedo?
— Sí. Y ese miedo ha ido derivando en otros, como que la letra se me vaya de la cabeza, que también me asusta.
— Son miedos ligados a tu trabajo. En tu día a día, ¿dirías que eres una persona miedosa?
— Tengo mucho miedo cuando salgo de la ciudad.
— ¿Cuándo sales de la ciudad?
— Sí. El mundo de la montaña me da miedo. Soy muy del cemento, muy urbanita.
— ¿Pero te da miedo perderte?
— Sí, y caerme. No estoy acostumbrada a la montaña, ni al bosque. Me siento tranquila en casa, en mi zona de confort, con mis hábitos diarios que tengo muy controlados.
— ¿Qué cambias de tu día a día cuando tienes un concierto a la vista?
— Evito el tabaco. No soy fumadora, sólo de algún cigarrillo esporádico, pero si esa semana tengo concierto, ¡de ninguna de las maneras! Tampoco salgo a cenar, descanso al máximo. Y no me cuesta decir que no a amigos que propongan cosas. Porque soy muy disciplinada. Quiero tenerlo todo bajo control, que no se me escape nada.
— ¿Qué te parecen las venganzas musicadas de Shakira?
— A día de hoy yo creo que no podría hacerlo y, precisamente, por eso admiro lo que ha hecho Shakira. Pienso, ¡qué valiente! Porque yo soy tan exigente conmigo misma y tan rígida, que cuando veo que alguien que no lo es, me maravilla. Creo que es necesario que haya gente así en el mundo. Cuando sacó la canción pensé: “mira, ¡qué libre es!”.
— ¿Lo que pueda pensar la gente de ti, te frena a la hora de hacer cosas?
— Sí, sobre todo por mis hijos. Aunque si no hubiera tenido hijos también me frenaría. Las noches del viernes, después de Euforia, si echo un vistazo a las redes pienso, a ver qué he hecho, qué he dicho… uff.
— ¿Duele?
— Sí, claro que duele. Porque yo creo que no son conscientes de lo que provocan. Si no, esa maldad no la entiendo.
— ¿Qué música escuchas?
— Me gusta el flamenco cuando quiero trabajar y coger ideas. Cuando quiero desconectar escucho otras cosas. Me gusta el reggaetón.
— ¿Qué te gusta del reggaetón?
— Te diré primero lo que no me gusta, y son las letras. A la que abro las orejas y escucho aquellas letras se producen en mí muchas contradicciones. Pero lo que me gusta es ese ritmo, ese mover las caderas, el latineo, esa danza libre y de seducción. ¡Me encanta!
— ¿Te gusta bailar?
— Si mucho. Yo bailo salsa cubana. He ido a discotecas donde hay cubanos que te sacan a bailar a la pista y la verdad, creo que lo hago bastante bien.
— ¿Qué canción, aunque pasen los años, te sigue removiendo por dentro cuando la escuchas?
— Navega sola, de Mayte Martín. La escuché cuando tenía 15 años y a estas alturas me provoca lo mismo. Me lleva a la niña pequeña.
— ¿Piensas mucho en cuando eras pequeña?
…
— Ostras, te has emocionado.
— Es que pienso mucho en cuando era pequeña. Porque era una época en la que todo era bonito, fácil. Y ahora soy madre, los padres se hacen mayores, llegan noticias que afectan a la salud de familiares que amas. Pero me gusta que todo esto me esté llegando en este momento en el que estoy madurando en un sentido emocional, y creo que puedo soportarlo. Pero ser niña, estar cuidada, protegida… ¡que guay!
— ¿La maternidad es tal y como la habías imaginado?
— A ver, ¿déjame pensar cómo me la había imaginado? Mmmmm, no. Es mucho más dura. ¡Muchas veces pienso, a mí esto no me lo habían dicho! Y de un hijo a dos, he flipado mucho. Tengo suerte de que Toni hace mucho de padre.
— Que un padre haga de padre no debería ser excepcional.
— Cierto, pero piensa que cuando mi primer hijo era un bebé, me puse a hacer Cabaret. Y Toni era quien estaba en casa. Por eso seguramente tienen un vínculo tan especial. Cuando nació la niña claramente teníamos que estar los dos.
— ¿Has tenido dos hijos porque tú has sido hija única?
— ¡He tenido dos hijos porque Toni quería dos! Yo siendo hija única he estado muy bien. Pero ahora los miro y pienso, qué bien que tengan un hermano.
— No sabía que tu apellido era Delgado.
— Sí, en vez de Delgado lo giré y me puse a Gadel. Esto viene de la época de OT. Un compañero me dio la idea, porque a mí Elena Delgado no acababa de gustarme como nombre artístico. ¡Y Gadel me recordó a Gardel y me encantó!
— ¿Y tu padre qué dijo?
— ¡Nada! Ahora se hace llamar muchas veces Gadel también.
— Con la perspectiva de ahora, ¿cómo definirías todo lo que viviste?
— Locura, Dragon Khan constante, fantasía, porque había mucho de aquello que no era real.
— ¿Quién te hizo tener los pies en el suelo?
— Yo misma y la educación que he recibido toda mi vida. Para bien o para mal, mi carácter hace que nunca pierda el control al cien por cien, y esto me ha hecho siempre tener los pies en el suelo.
— Si te pierdes, ¿dónde te busco?
— En Granada. Mi madre es de allí y mi familia. La ciudad es preciosa y también lo que se respira, el flamenco.
— Ya hace 6 años que te has puesto en el papel de Noe en la serie Com si fos ahir de TV3.
— ¡Y que dure!
— ¿Qué tal eso de tener que estudiarse cada día un guion?
— ¡Me gusta! Yo siempre he sido muy buena estudiante y estos guiones también me sirven para aprender a hablar correctamente el catalán. Porque cosas que yo daba por buenas, resulta que no lo son, y me fascina. Allí los lingüistas pegan mucha caña. Ir a rodar capítulos de la serie todos los días también me da mucha estabilidad, es como estar en casa. ¿Es fuerte eh?
— ¿Te gustas como actriz?
— Yo había hecho sólo musicales y cuando me llamaron para realizar el casting pensé que no me iban a coger. Pero me llamaron y fui haciendo. Además, Noe también creo que es un personaje que me pega.
— ¿Te miras?
— Si me lo encuentro, me quedo para ver cómo ha quedado. Pero no voy a buscarme. Intento no obsesionarme.
— Dime algo de ti que la gente no imagine.
— ¿Qué me gusta el reggaetón? —ríe—
— ¿Y alguna más?
— ¡Es que no sé cómo la gente me imagina! En Eufòria, por poner un ejemplo, quizá doy una imagen de tía dura, rígida y segura y en cambio tengo un lado muy fresco y flamenco.
— Esta imagen de mujer dura o rígida, ¿crees que te la atribuyen precisamente por ser mujer?
— Por ser mujer noto muchas cosas que seguramente no pasarían si fuera un hombre.
— ¿Qué tipo de cosas?
— Pues a la hora de tener que imponerme en las cosas que yo necesito para mi proyecto. A quien me interpela debo convencerle muchas veces, insistiendo mucho y razonándole todo mucho. Si fuese un tío seguramente dirían que sí a la primera.
— Tú ibas para maestra de infantil. ¿Qué lo impidió?
— Entrar en Operación Triunfo.
— ¿Si OT no se hubiera cruzado en tu camino hoy estarías trabajando en una escuela?
— Yo creo que sí. Pero ahora estoy terminando la carrera a distancia. Me queda un año para acabar.
— ¿Cuál es para ti el mejor momento del día?
— El café de la mañana. Y acostarme, o leer.
— ¿Qué consejo te han dado y te ha servido mucho en la vida?
— No buscar la aprobación. Me lo dio mi terapeuta.
— No hay que gustar a todo el mundo.
— Y esto es tan difícil interiorizarlo. Porque a mí me han enseñado a gustar. Sé correcta, sé buena, no hagas daño. Y es normal. Yo como madre también enseño a mi hija a ser buena persona, pero de forma diferente, haciendo que sea ella misma.
— ¿Has logrado aprender a no buscar la aprobación?
— Todavía tengo esa inercia porque en el mundo del artista, todo lo que haces quieres que guste. Que la gente vaya a tus conciertos, que llene el teatro. Y saber que no tienes que gustarle a todo el mundo cuando tu trabajo busca precisamente que así sea, cuesta encontrar el equilibrio. Sobre todo, porque mi música no es mainstream. Pero ahora estoy en ese punto de “¿y qué si no gusta lo que hago?”, y eso me libera mucho.
— ¿Cómo eres cuando te enfadas?
— Grito mucho y hablo en castellano, con flamencura. Pero se me pasa rápido.
— ¿Qué te ves haciendo dentro de 20 años?
— A los sesenta, ojalá pueda seguir cantando.
— ¿Te preocupa envejecer?
— De momento no. Siento que tanto a nivel emocional como profesional estoy aprendiendo muchas cosas. Luego está el sistema, que le dice a la mujer que no se note que se hace mayor, que si te operas no se note, que si te maquillas no se note y toda una serie de hipocresías. Y yo ahora estoy más para trabajar el: “tengo una arruga, y qué”, “me hago mayor, y qué”. De hecho, mi disco se llama La dona que em vesteix y en una canción hablo de muchas de esas cosas que te decía.
— ¿Cómo te gusta tomarte el ColaCao en el bar?
— ¡Frío y con grumos!