Eduard Palomares
El escritor Eduard Palomares.
EL BAR DEL POST

Eduard Palomares: La trama como coartada para explicar la vida

“No soy de tomar decisiones inesperadas ni de tener grandes revelaciones, pero sí recuerdo cuando me convencí a mí mismo de que podía perfectamente escribir una novela que podía aspirar a ser publicada. Durante mucho tiempo, como lector, pensaba que escribir ficción suponía una tarea titánica, sólo al alcance de mentes privilegiadas. Y claro, el talento importa, pero también está la técnica, el trabajo persistente, el estilo personal e incluso la inspiración del momento o la suerte”.

El periodista y novelista Eduard Palomares hace esta reflexión en voz alta, tomándose su “vermú con un chorro de sifón” a pie de barra mientras, de fondo, Roland Alphonso y sus Soul Brothers llenan el espacio del Bar con las notas de Phoenix city.

— Oye, y ya que estás, si tienes, ponte unas aceitunas.

— Marchando, pero explícame cómo pasaste de pensar que escribir era una tarea titánica a llegar a este momento en que recién acabas de sacar nueva novela.

“No me gusta el concepto manido de ‘salir de la zona de confort’ como algo constante, como esa necesidad permanente de destacar, retarnos o evolucionar… Pero, sin duda, de vez en cuando hay que atreverse a salir a dar una vuelta por terrenos desconocidos”, razona el parroquiano, convencido de que “a veces nos tenemos que dar permiso a nosotros mismos de hacer algo que nos desvíe del camino principal, construido muchas veces sobre nuestros creencias y miedos”.

Así es cómo vio la luz su primera obra literaria, No cerramos en agosto, primera aventura del aprendiz de detective barcelonés, Jordi Viassolo. Una novela “escrita sin que nadie me lo hubiera pedido, sin ninguna garantía de que fuera a salir a la luz. Y acabó publicada por una editorial como Libros del Asteroide”, explica antes de sentenciar: “Eso es algo que te hace sentir realmente orgulloso”. Precisamente, en estos días ve la luz Igual que ayer, la secuela de las aventuras de Viassolo.

Vivir y explicar la precariedad

“Soy un periodista de base, de picar piedra y jugar para el equipo”, argumenta el escritor que se define a sí mismo como redactor todoterreno: “Un día puedo escribir sobre economía y otro sobre fútbol, medioambiente o gastronomía. Conmigo se cumple el tópico de ‘saber un poco de todo y mucho de nada”. Una dinámica en la que se siente a gusto, porque “nunca he querido centrarme por completo en un ámbito, ya que eso me impediría conocer el resto”. Planteamiento que también aplica a sus gustos literarios y musicales —“siempre dentro de unos parámetros de calidad”— y que, asegura, ha contribuido mucho a su faceta literaria.

'Igual que ayer'
Igual que ayer, el segundo libro de Eduard Palomares.

Y sí, algo de esa capacidad de adaptarse, de saltar de un punto a otro y lograr aterrizar honrosamente, de capear las estrecheces de ámbitos precarizados y perspectivas de futuro poco halagüeñas, se refleja en las aventuras de Jordi Viassolo. En la nueva novela, éste se halla “siguiendo el camino habitual de toda persona joven que actualmente intenta abrirse paso en el mercado laboral: pasar de becario a precario. Es decir, se tendrá que enfrentar no sólo a un misterio, sino también a trabajos basura, contratos temporales, promesas laborales incumplidas, la imposible búsqueda de piso, el hacerse adulto…”. La trama detectivesca da pues pie a una intencionalidad de abordar lo cotidiano; de salpicar cada página con la visión que, de la vida, tiene el autor.

2.000 años de historia delante de las narices

“A Barcelona la queremos y la criticamos a partes iguales. Seguramente, la criticamos tanto porque la queremos mucho. A veces piensas que Barcelona es insuperable, otras tienes ganas de mudarte al primer pueblo que se ponga a tiro”, explica el escritor que destaca la capacidad de la ciudad de sorprender. “Siempre hay cosas nuevas por descubrir, que quizás han estado todo el rato delante de tus ojos y de las que ni siquiera te habías dado cuenta, porque siempre andamos metidos en nuestras cosas y no somos capaces de observar de manera consciente. Es una ciudad con más de 2.000 años de historia que se han ido sobreponiendo capa a capa, y estoy seguro de que quedan infinitas cosas por descubrir. También innumerables misterios que jamás se resolverán o historias que jamás se explicarán. Y esto también resulta alentador a nivel literario”.

“A Barcelona la queremos y la criticamos a partes iguales. Seguramente, la criticamos tanto porque la queremos mucho”

Para ilustrar esta capacidad de sorpresa, Eduard Palomares echa mano de una anécdota reciente: “En la pasada Nit dels Museus participé en una ruta guiada organizada por el Museu d’Història y nos enseñaron los restos del acueducto romano de Barcelona. Pues reconozco que no tenía ni idea de su existencia, y eso que había pasado por delante miles de veces. De hecho, en la Plaza de la Catedral se encuentra un resto muy evidente, y jamás me había preguntado qué era”.

La cuestión es conseguir mantener la esencia. “Si me dejas hacer una analogía futbolística, cuando el Barça abandona su estilo de juego, todos nos ponemos las manos en la cabeza. Debemos mantener la esencia, el ADN, los valores, la Masia y blablablá. Pero, en cambio, apenas protestamos cuando vemos que la ciudad pierde a marchas forzadas su esencia, sus características propias, aquello que la hace única, por los intereses de unas élites económicas que sólo miran por sus beneficios”.

Eduard Palomares
El escritor defiende que en Barcelona siempre hay cosas por descubrir.

— ¿Te refieres a las hordas de turistas?

— Es que se pone el foco en el turista, se dice lo de tourist go home y demás, pero es cosa nuestra. Somos nosotros los que aceptamos según qué cosas y no nos enfrentamos a un modelo de desarrollo que nos perjudica y a una barra libre que cambia la configuración de la ciudad.

Eduard Palomares remata su vermú al compás de Last train to Ska-Ville de los Soul Brothers con Jackie Mittoo, pide otro, y reflexiona unos instantes antes de sentenciar: “Todavía me acuerdo, en plena pandemia, cuando se dijo aquello de que teníamos que hacer que los barceloneses volviesen a pasear por la Rambla. ¿Y qué se ha hecho?”

— Eso, ¿qué se ha hecho?

— Vete ahora a la Rambla y mira el panorama.