La guerra de sexos es el tema central de la obra de teatro La tendresa, escrita y dirigida por el dramaturgo Alfredo Sanzol, y traducida al catalán por Joan Lluís Bozzo. La trama es sencilla y, desde el principio, el espectador sabe cómo acabará y cómo se irá desarrollando la acción. Una reina, que hace servir la magia para conseguir sus propósitos, se esconde con sus dos hijas en una isla desierta para no ver hombre alguno. Pero la suerte no está de su parte, porque en la isla viven escondidos un padre con sus dos hijos con el mismo objetivo, no ver mujer alguna.
El planteamiento está servido y es importante remarcar que estamos en una obra ambientada en el siglo XVI, no hay que buscar ideas profundas sobre la relación entre hombres y mujeres. Imaginar cómo acabará la trama desde el principio de la obra no quita que la hora y cincuenta minutos de la acción pasen, ni de forma lenta, ni aburrida. Y aquí hace falta subrayar dos puntos fuertes de la acción. El primero: los enredos que provocan la madre, por una parte, y el padre, por otra. Los dos levantan risas. El segundo: el gran trabajo lingüístico que ha hecho Joan Lluís Bozzo de la obra pensada y escrita en castellano. De hecho, os diría que si habéis leído Las aventuras de Tintín en catalán, traducidas por el periodista Joaquim Ventalló, os parecerá que revivís las historietas al escuchar los insultos que se profieren la reina y el leñador.
Qué lengua tan versátil que llegan a tener los personajes para decirse puerco tan finamente. ¡Ojalá hubiera podido apuntarme la mitad de las expresiones! Un pensamiento que me acompañó un buen rato mientras seguían con el texto los actores Laura Aubert, Anna Castells, Marta Pérez, Albert Prat, Jordi Rico y Ferran Vilajosana.
Para acabar, el final acaba sutilmente con moraleja, es decir, es una comedia inspirada en el universo de William Shakespeare y demuestra que el título de la obra es lo que sostiene. Es lo que necesita el ser humano para vivir. Y yo añado: y una lengua mordaz como la de los artistas.