Carles Santos
Exposición sobre Carles Santos en la Fundació Joan Brossa, que podrá visitarse hasta el 21 de julio.

Carles Santos, mucho más allá de tocar el piano

Quien espere cuatro paneles para rendir homenaje al pianista, compositor y dramaturgo de Vinaròs y listos, se llevará una sorpresa. Ésta es una exposición grande. Larga, vasta, ambiciosa. Una exposición importante, que ocupa un gran espacio en la Fundació Joan Brossa (el Espai Ç, el Espai B y el bar) y que nos coge por las solapas hasta que entendamos de una vez por qué era importante Carles Santos y qué queda ya no de su obra, demasiado teatral para ser archivada con justicia, sino de su actitud. Partimos de lo que le dijo el propio Joan Brossa de joven: “Ya sabes tocar el piano. ¿Y ahora, qué?”. Si entendemos la pregunta, entendemos la provocación que produjo en Santos y entendemos por qué se puso a hacer todo lo que se puso a hacer. Porque, lo que es tocar el piano, ya sabe demasiada gente.

Y ahora, un artista como un piano que tiene un talento como una casa de payés y que dice verdades como templos. Y ahora, para empezar, Ona Balló (la comisaria de la exposición) nos presenta un bar con mesas preparadas: mantel clásico de cuadros, ahora un plato vacío, ahora unos mejillones, ahora un langostino, ahora unas uvas: tras una partitura, un texto de Santos que se pregunta por qué sabemos maridar tan bien las comidas con los vinos y en cambio no sabemos escoger qué música va con esa comida (y viceversa). Consomé Czerny, huevo a la Mendelssohn, pollo en la Haendeliana. Naranjas en la barra entre Bachs emperrucados (y manipulados) y un talón pisando la lengua (y la tecla) de Santos, la pesca del langostino a través del trasmallo, presente así como el timón. Esto como contexto, como placenta, el material del que partimos. Tras bajar las escaleras, el Universo.

Más tacones de aguja, pero crucificados, y cucifijos en la ropa interior y en los pintalabios y en los orificios, poco después de Semana Santa un beso sensual con la figura de Cristo se hace más Pasión que nunca. Después, la biografía: comuniones, conciertos familiares, Jeunesses Musicales de France, Juventudes Musicales de Madrid, un salto hacia los textos escabetxats (con prólogo de Altaió) y un paso por las partituras hechas poemas visuales (incluido evidentemente Mestres Quadreny), así como por los poemas visuales sobre la vanguardia (¿la vanguardia es feliz?). Las pantallas de la sala muestran documentos excepcionales, algunos inéditos, como el viaje a Nueva York con Pere Portabella en 1972. Vídeos de protestas antifranquistas con tocata y fuga de Santos, el programa de mano que Joan Miró hizo para el Concert irregular (y su delirante partitura), y la cómica escena donde la interpretación de Santos aparece siempre libre de lo que diga un pentagrama relleno o en blanco.

Santos es humano, profundamente humano y visceral, y comprometido con el aquí y el más allá

Yo no entendí a Santos y ahora entiendo que no era necesario entenderlo, como los famosos huevos fritos de Picasso. Yo no lo entendí pero ahora le he visto, y no sé si es la edad, y no sé si es la solidez del personaje. Schönberg dicen que también es muy sólido, pero no sé entrar en él y no quiero entrar. Prefiero a Santos, prefiero a John Cage o a Brossa, o sobre todo a Miró, hay vanguardias que humanizan y otras que me matan.

Por eso sonrío cuando veo el festival de poesía transformado en ring de boxeo en el rodaje de Poetes catalans, de Portabella, con Gabriel Ferrater o Pere Quart o Salvador Espriu, o Bartra, o el propio Brossa. O cuando veo la destrucción física del piano, a mazo, mironiana y salvaje, o John Cage en la iglesia de Cadaqués en memoria de Duchamp. Santos es humano, profundamente humano y visceral, y comprometido con el aquí y el más allá. Ingresado en la prisión Modelo, junto con Portabella, por una reunión clandestina de la Assemblea de Catalunya. Renegado del piano, devuelto al piano, casado con la danza y la interpretación. Cesc Gelabert, Mariaelena Roqué, Frederic Amat. Y la famosa fanfarra de los Juegos Olímpicos de Barcelona, ​​con el inolvidable Hola, dirigiendo a músicos vestidos con barretinas y chaquetas dalinianas. Ah, no me acordaba. Eras tú. Hola.

Piano. en la exposición sobre Carles Santos en la Fundació Joan Brossa.

Y ahora, ¿qué más? Pues ahora, abajo, pianolas y disfraces, escenografías y dildos. Una sala entera para los filmes de Portabella (fundamentalísimo) y una para Mariaelena, alma mater de la Companyia Carles Santos. Carteles de Nocturn 29 (Joan-Pere Viladecans presenta a Santos, Lucía Bosé, Màrius Cabré, Antoni Tàpies…), Informe General (Santos, Portabella, Pelliza), Cuadecuc (con Cristopher Lee, Brossa, Santos), Umbracle (Miró presenta a Lee, Santos, Brossa…), Pont de Varsòvia, El silenci abans de Bach… Y ahora, ¿qué queda? Y ahora quedamos nosotros, y los secretos escondidos en el Born, y la actitud que vale la pena. Hay gente que pasa por la vida como un elefante en una chatarrería, como un rayo, con un apetito pantagruélico y una sana irreverencia. Todo ello acelerado por una provocadora pregunta. Todos deberíamos preguntarnos qué nos toca ahora, cuando ya hemos aprendido a tocar lo de siempre.

Exposición ‘Carles Santos, i ara què’, en la Fundació Joan Brossa, que fue quien le formuló esta pregunta.