Esther Ibánez
La cantante Esther Ibáñez, alias Ster Wax. © Bego Solà
EL BAR DEL POST

Ster Wax: Sin tiempo para dormir

“Soy una persona inquieta y me gusta siempre estar ocupada. Cuando no tengo nada que hacer me pongo nerviosa, disfruto trabajando y creando”, profiere la cantante Esther Ibáñez, alias de Ster Wax, ante una fresca copa de Barbadillo.

Ha llegado al Bar sobre el anochecer, como buena ave nocturna, y enseguida ha dirigido sus ojos azules hacia el transistor, como si de la mira telescópica de un rifle se tratara, indicando que bien podrían sonar Marvin Gaye, Ray Charles, LaVern Baker o Mose Allison, y desvelando la misma sonrisa de cuando está dándolo todo en el escenario. “Aunque también me gusta el silencio”, añade tras un breve instante de reflexión.

“A los 21 años monté un pequeño negocio de estética —explica— que he conseguido mantener a flote combinándolo con la música y todos mis proyectos y, en mis ratos libres, pinto lienzos. Hoy en día tengo dos personas maravillosas a mi cargo y tengo mucha más libertad para poder hacer giras, estoy en un momento bastante creativo. Aunque empecé tarde a cantar, he tenido suerte y me he rodeado de gente que me ha dado la oportunidad de crecer como vocalista”.

— Mantener un negocio y labrarse una carrera musical. Mucho estrés, ¿no?  

— ¡Yo vivo siempre con un punto de estrés, esa es mi zona de confort!

Esther atesora ya una década de rodaje al frente del proyecto Wax & Boogie, creado junto a su pareja, el vibrante pianista David Giorcelli. “Hemos tocado en muchos festivales de blues, jazz y música negra, sobre todo por España, Francia o Suiza. Ahora estamos a punto de presentar nuestro quinto disco, en colaboración con el saxofonista inglés Drew Davies, con el que grabamos por segunda vez este verano en sus estudios Jump Start, cerca de París”.

“No me gusta la gente dormida —asevera la parroquiana casi dando un palmazo sobre la formica de la barra—, los despiertos son los que mueven el mundo. Con la pandemia los adormecidos han tenido la excusa perfecta para no hacer cosas, para no moverse del sofá”.

Un mundo para despiertos

Ni que decir tiene que ella nunca ha estado dormida: “De jovencita tuve una relación amorosa muy complicada. Un día íbamos en el coche y me puse a cantar. Él me dijo que me callara y en ese momento pensé, ‘voy a cantar tan fuerte que te van a reventar los oídos’. Ahí me di cuenta de lo que quería de verdad: el blues es feeling, pasión, lucha. Si no has vivido momentos complicados, es muy difícil poder transmitirlo al público. Es música de sufridores, eso la hace tan especial”.

Aquella fue la mecha cuya chispa llevó a aquella cantante en ciernes a integrarse en The Sparkles, banda femenina de Doo Wop y R&B Vocal liderada por la músico y compositora Lidia Sobrino. De hecho, en breve se va a reunir con esa formación para algunos ensayos. “No sé si saldrán bolos, pero me apetece volver a tener contacto y, ¿por qué no?, grabar alguna cosita”.

LA CANTANT Esther Ibáñez
La cantante Esther Ibáñez en una de sus actuaciones. ©Bego Solà

Después llegó Taboo, una fiesta mensual en el Apolo dirigida por el saxofonista y compositor Dani Nel·lo. “Éste confió en mí para ponerle voz a aquellas noches en sus últimas temporadas y fue en ese tiempo cuando conocí a David y surgió la magia de Wax & Boogie”. Y nunca más hubo tiempo para quedarse dormida, para una Esther que pone de manifiesto un deseo que es como una espina clavada en el costado y que asegura que, antes o después, se quitará: “Grabar un disco de soul. Lo tengo en la cabeza hace tiempo, pero con mi agenda, ahora mismo, es imposible”.

Hambre de un empuje cultural

“¡¡¡Amo Barcelona!!! —exclama la cantante—. Es una ciudad viva, con gente variopinta. Nunca te aburres, supongo que por eso es mi ciudad preferida. Por otro lado —matiza—, creo que le hace falta un empujón cultural muy grande. Me hubiera encantado vivir en la Barcelona de los años 20, con el Paralelo a full de teatros y cabarets funcionando. Es una pena ver como hay tantos teatros inactivos y salas de conciertos sin funcionar”. Y confiesa, riendo: “A veces me siento como Owen Wilson en Midnight in Paris”.

De la ciudad, a Esther no le gusta la mezcla de patinetes, bicis y coches. “Creo que todavía no está preparada para esto”. También detesta las palomas y “el olor a cloaca en algunos rincones”.

“Barcelona es una ciudad viva, con gente variopinta. Nunca te aburres, supongo que por eso es mi ciudad preferida”

Orgullosa de poder dedicarse profesionalmente a lo que le gusta y apasiona, y de su familia “que siempre me ha ayudado y apoyado”, y de no dejar de ver a sus amigos de siempre, la parroquiana confiesa —a punto de liquidar su copa de Barbadillo— que le encanta sentarse “en la terraza del Café Rock and Roll de Gràcia, charlar con la dueña, Bego, y que aparezca el chico de las flores para saludarnos y recitar unos refranes en catalán, que siempre son los mismos, pero me encanta ese momento”.

— Refranes no, pero aquí podemos declamar el menú. ¿Querrás cenar algo?

— Lo único que no como son callos y caracoles y con un plato de pasta se me conquista rápido.

David, su pareja artística y sentimental, la alcanza a pie de barra y Esther Ibáñez intensifica su sonrisa, antes de pedir más vino y afirmar, contenta y categórica: “¡Qué buenos son los bares!”.