Matt Olivera
El músico Matt Olivera.
EL BAR DEL POST

Matt Olivera: Cumpliendo con el sueño del Rock & Roll

Para Matt Olivera, una de las cosas más importantes que le han pasado en la vida fue dejar Argentina y venirse a Barcelona en el 2002. “A raíz de aquello pude tomarme más en serio la idea de vivir de la música, que en Argentina parecía un sueño irrealizable. Allí estaba rodeado de músicos con mucho talento y muchísima más experiencia que yo, que se dejaban la piel intentando subsistir de su arte y no lo conseguían. Un país en eterna crisis agudiza el ingenio y la creatividad, pero no llena el estómago. Y aquí vi que era posible, que las salas se llenaban y, lo más importante, ¡los músicos cobraban!, eso me motivó mucho a formar un grupo y a seguir con mi música”.

Un sueño que alimenta desde que tiene memoria. “Los otros niños jugaban al fútbol y querían ser Maradona, mientras que yo tocaba mi guitarra de juguete y me imaginaba que cantaba delante del público. Cosa que se hizo realidad cuando cumplí quince años y formé mi primer grupo de punk rock con compañeros de la secundaria. A partir de ahí, ya no pude parar de tocar”.

Ha llegado pronto al Bar, empujado por una vida “que me ha llevado a ser madrugador por obligación y no por devoción” y, tras pedir un café solo y sin azúcar, que es como se bebe el café solo, se ha conformado con el hilo musical que suene de fondo, “mientras no sea la COPE”.

Una vez en Barcelona, “y tras muchos intentos de dar con una fórmula que funcionara y me gustara a partes iguales”, Matt se juntó con el músico Legacaster, también argentino, y con el mítico y solvente contrabajista Daniel Nunes. “Formamos el trío de rockabilly, Matt and the Peabody Ducks, la banda que me ha dado más alegrías y me ha hecho recorrer escenarios en toda Europa y Estados Unidos”. Con tres álbumes y un sencillo, “los patos”, como los llama él afectuosamente, gozan de una enorme proyección en el entorno global del rock añejo.

Pero no son el único proyecto liderado por el parroquiano, que también capitanea The Kabooms. Éstos suman ya dos elepés y dos singles. El sueño de aquel niño que quería hacer R&R se ha hecho realidad.

— ¿Tienes alguna novedad que puedas adelantarnos de uno u otro proyecto?

— Estoy componiendo canciones para Kabooms. Hace ya unos años salió el último trabajo y toca lanzar algo nuevo. También tenemos un EP con temas nuevos de “los patos”, listo para ver la luz.

El músico confiesa que hay otros proyectos “menores, pero muy interesantes” que están fraguándose, “pero no los quiero contar para no gafarlos. ¡La sangre italiana que corre por mis venas me hace ser un poco supersticioso!”.

Tocando con los ídolos… o con sus espíritus

Orgulloso de haber formado “una banda que sea un referente dentro de la escena retroamericana”, el parroquiano aclara que fue algo premeditado: “El objetivo primordial de los patos era reproducir un tipo de sonido concreto, fiel al de los años 50, pero con canciones originales. Que el público lo reconozca y nos valore por ello es genial”.

El músico está orgulloso de haber formado “una banda que sea un referente dentro de la escena retroamericana”

Pero no es sólo una cuestión de aplauso, lo que hace que Matt adore hacer música. “Ésta me ha dado la posibilidad de conocer a muchos de mi ídolos y referentes, he charlado con ellos, canturreado algunas canciones en el backstage, tomado alguna que otra copa después de conciertos”. Para él, la experiencia más memorable fue sin duda haber sido parte de la banda de Johnny Tedesco en España, “un músico argentino que inició su carrera a principio de los 60 y que compuso grandes canciones que son importantísimas para los primeros años del R&R en Latinoamérica. Es más, se dice que el Rock del Tom Tom, su primer y más famoso tema, es la primera canción considerada rockabilly en castellano”.

Otras veces, es haber respirado el paso pretérito de personajes admirados, como cuando actuó en American Legion, en la ciudad de Bell Gardens, California, “una sala en la que había tocado asiduamente Eddie Cochran con sus Cochran Brothers antes de que su carrera solista despegara a finales de los 50.  El ambiente del lugar tenía cierta magia o, bueno, ¡al menos yo pude notarla!”.

The Kabooms
The Kabooms, el otro proyecto musical de Matt Olivera.

Barcelona, con carácter auténtico

El músico Matt Olivera se declara fascinado por las historias y anécdotas de cuando la Sexta Flota campaba por Ciutat Vella. “Cuando los marineros americanos que desembarcaban en el puerto iban a los prostíbulos y bares que había en la zona y traían sus singles de R&R para que los pincharan, mientras bebían y pasaban el rato. Así nacía la música a petición en el famoso pub Tequila. O aquellas batallas campales que, por alguna apuesta perdida o por disputas por ver quién se quedaba con los cariños de una bella dama, se armaban y en las que volaban sillas y botellas por los aires, cosa que curiosamente alegraba a los propietarios de aquellos tugurios porque la armada americana luego les compensaba los destrozos pagando cuantiosas sumas de dinero y, con ello, podían reformar sus locales. De aquellas peleas monumentales también surgió la idea de atornillar los taburetes de la barra al suelo para que no pudieran terminar siendo un objeto contundente. Toda esta subcultura canalla de la Ciutat Vella nocturna me parece de lo más interesante”.

El músico se declara fascinado por las historias y anécdotas de cuando la Sexta Flota campaba por Ciutat Vella

Un residuo de aquel carácter es lo que Matt Olivera se encontró, hace veinte años, cuando llegó a Barcelona. “La primera vez que recorrí el Gótico y el Eixample me enamoré, me pareció la ciudad más bonita que había visto en mi vida. De donde yo venía no había nada ni remotamente parecido. Luego conocí la vida nocturna y la oferta cultural que existía, empecé a relacionarme con gente local y ya caí rendido”.

Pero con el tiempo, como siempre ocurre, fue prevaleciendo una visión más crítica y menos romántica. “Fui viendo cómo se perdía poco a poco la identidad de la ciudad, su personalidad, al destruir las pequeñas cosas que la hacían única para convertirla en una urbe masificada y calcada a otras ciudades europeas. Ojo, no digo que cuando llegué no fuese un destino turístico importante. Era la época en que el eslogan de la ciudad era la millor botiga del món, pero todavía quedaban algunos rincones alejados de la multitud para quien quisiera descubrirlos. Creo que Barcelona perdió algo cuando se convirtió en un reclamo para determinado tipo de público y ahora parece un poco menos auténtica”.

Matt Olivera
Olivera fue viendo como Barcelona “perdía a poco a poco su identidad”.

— ¿Hay un antídoto contra este proceso? ¿Qué se puede hacer para no perder ese carácter?

Matt Olivera apura su café y, mientras repasa la oferta gastronómica del Bar, a ver si algo cae, da con una respuesta convincente:

— Una manera puede ser yendo a ver música en directo, comprando los discos de las bandas que te gustan y, en general, colaborando con el trabajo de los artistas de esta ciudad. Yo agradezco a quienes lo hacen y lo han hecho siempre. Por ellos es que podemos seguir haciendo lo que amamos.