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luminado, visionario, genio, polémico, egocéntrico… Estos son solo algunos de los calificativos que recibe el fundador de Tesla, Elon Musk. Probablemente tiene un poco de todos ellos, porque, al fin y al cabo, alguien que quiere cambiar el mundo no puede dejar indiferente a nadie. Cada uno de los proyectos que ha iniciado este físico nacido en Sudáfrica en 1971 ha surgido con la idea de revolucionar la vida tal como la conocemos. Ya sea planteando el transporte civil hacia Marte, expandiendo la energía solar o solucionando los problemas de tráfico con túneles y plataformas ultra rápidas. Por eso no fue casualidad que en 2003, cuando fundó la compañía de automoción, optara por bautizarla con el nombre del inventor del motor de corriente alternativa, Nikola Tesla. Era una manera de reivindicar la figura del inventor, pero también toda una declaración de intenciones. Tesla venía al mundo para liderar el viraje de la industria de las cuatro ruedas hacia la electrificación, y con el objetivo a medio plazo de democratizar una tecnología que hoy en día todavía resulta cara para un público masivo.
Lo cierto es que apostar por el fracaso de Musk es un deporte que gana adeptos. Sin ir más lejos, hace unos pocos días el fondo bajista Vila Capital especulaba sobre el negro futuro de la compañía y de su fundador, asegurando que Tesla entraría en bancarrota antes de 2019, y que Musk acabaría asumiendo penas de prisión por mentir y dar falsas expectativas a sus inversores.
En unos pocos años en el mercado, Tesla se ha convertido en un referente en el sector, no tanto por su volumen de ventas, todavía bajo, como por las expectativas que genera. Pero Musk, igual que otros emprendedores revolucionarios como el desaparecido Steve Jobs (Apple) o Mark Zuckerberg (Facebook), se ha hecho un sitio en los titulares de medios de todo el mundo gracias también a su particular carácter –dicen que sus empleados prefieren enviarle correos electrónicos que enfrentarse a él en persona– y a las ya célebres comunicaciones vía Twitter. En la red social tiene 22,4 millones de seguidores, y allí es donde hace pocas semanas desencadenó una verdadera tormenta financiera al especular con la idea de excluir a Tesla de la bolsa de Nueva York. Meses antes, durante el equivalente anglosajón al día de los inocentes, Musk ya había generado estupor en la prensa y en los mercados con un tuit en el que ‘reconocía’ la insolvencia de la compañía. Contestaba así con ironía a todos aquellos que cuestionan sus planes de futuro.
Lo cierto es que apostar por el fracaso de Musk es un deporte que gana adeptos. Sin ir más lejos, hace unos pocos días el fondo bajista Vila Capital especulaba sobre el negro futuro de la compañía y de su fundador, asegurando que Tesla entraría en bancarrota antes de 2019, y que Musk acabaría asumiendo penas de prisión por mentir y dar falsas expectativas a sus inversores. Sin embargo, ¿es realmente tan delicada la situación de la automovilística? Desde la comercialización de sus primeros modelos (el S y el X), en series cortas y a unos precios casi de coche de coleccionista, la aspiración de Musk ha sido democratizar la tecnología eléctrica con un vehículo a precios más asequibles, y con una producción más elevada. Profundamente perfeccionista y exigente, Musk se ha llegado a involucrar en el trabajo de sus ingenieros, diseñando y mejorando piezas mientras dirigía la compañía.
La gran esperanza de la marca era el lanzamiento comercial de su Modelo 3, el primero en una franja de precio más permisiva para la clase media. Aunque los 35.000 dólares de salida que prometió el empresario han acabado siendo unos cuantos más, el Modelo 3 se ha situado como líder de las ventas de vehículos eléctricos en el mercado norteamericano, con cuotas próximas al 50% en el mes de julio. En una reciente entrevista con el reconocido youtuber tecnológico Marques Brownlee, Musk se mostraba esperanzado en ser capaz de ofrecer este modelo a un precio de 22.000 dólares en tres o cuatro años.
Pero la presión es alta porque Tesla no está cumpliendo con los objetivos de producción, y el tiempo parece jugar a la contra de Musk. La factoría de Freemont (California) no solo tiene problemas para aumentar su capacidad, sino que el servicio de post-venta de la marca también ha empezado a crispar los ánimos de los clientes por su lentitud y la falta de piezas de recambio. El mismo Musk reconocía en una entrevista en The New York Times que este 2018 está siendo el “peor” año desde que fundó la compañía e, incluso, aceptaba que lo peor quizás todavía está por venir. Habla con razón. El listado de inversores que piden su cabeza crece cada día y muchos en Wall Street ven a Musk como la mayor incertidumbre en el futuro de Tesla por su comportamiento errático e inestable. Sus confidencias explicando que muchos días duerme en la fábrica y ni siquiera sale a la calle no han ayudado a generar confianza. Y el último vídeo de Musk fumando Marihuana -esta droga es legal en California- durante una entrevista para un medio online es mucho más de lo que muchos en Tesla están dispuestos a soportar. Por eso, a nadie parece extrañar que la fuga de altos cargos en la automovilística sea una constante -más de dos docenas de ejecutivos han abandonado el barco en los últimos dos años-, y tampoco que los círculos financieros especulen sobre la opción que a Musk le acabe pasando lo que ya sufrió Steve Jobs en su momento, cuando en 1985 le ‘invitaron’ a salir del consejo de Apple, la compañía que él mismo había creado, por considerarlo un riesgo para el futuro de la marca.
Los rumores de todo tipo crecen mientras el supervisor bursátil de los EEUU investiga al emprendedor por su tuit del 7 de agosto donde afirmaba que pensaba excluir a la compañía de la bolsa y que contaba con la financiación necesaria para hacerlo. Si esta investigación prospera y se demuestra que mintió, Musk podría afrontar graves consecuencias legales. En paralelo, el consejo de dirección del fabricante habría abierto un proceso para fichar a un nuevo ejecutivo que se convierta en la mano derecha de Musk y pueda tomar el relevo de manera automática si las cosas se tuercen. Pero, al mismo tiempo, otros accionistas alertan del impacto que podría tener apartar a Musk sobre el valor de la compañía, que en bolsa vale unos 54.000 millones de dólares, por delante de grandes del sector de las cuatro ruedas con unas ventas mucho más elevadas como General Motors o Ford.
Pendiente de abrir su nueva planta en China (prevista para 2023) y pendiente también de encontrar ubicación para la factoría europea, el futuro de Tesla depende de su capacidad para aumentar la producción, reducir los costes y alcanzar por fin la rentabilidad. No es un camino fácil y algunos creen que todavía lo será menos con Musk al frente de la firma, pero el sudafricano es el alma de Tesla. Y eso también es un argumento de peso. Al fin y al cabo, Apple no hizo nada sin Jobs, y fue cuando él volvió que se convirtió en el líder del sector con el iphone.