La tradición de la mona no tiene un origen definido. Desde un origen árabe (munna), el de un rito ceremonial asociado a la diosa Artemisa en la Antigua Grecia (munus) a raíces romanas o celtas. Lo que sí sabemos es que la mona, según Joan Amades en el Costumari català, se conoce desde el siglo XV y no llevaba chocolate, a pesar de que se añadió en cuanto el cacao llegó a Europa, a partir del siglo XVI.
Los huevos ya eran entonces una parte litúrgica importante, puesto que, como buen símbolo de fertilidad y coincidiendo con la entrada de la primavera, todos los huevos recogidos desde el Miércoles de Ceniza hasta Pascua eran llevados a bendecir para, posteriormente, ser regalados a los amigos. Algunos de estos huevos, cocidos, pasaban a formar parte de la mona primigenia, un pastel hecho con harina, huevo y azúcar de forma redonda con los huevos cocidos entrelazados en la misma masa, que los padrinos regalaban a los ahijados o ahijadas.
La evolución pasó por sustituir esta masa por la de brioche, más esponjosa y aireada, la Mona Cristina, y posteriormente, en el siglo XIX, por una base de bizcocho, mantequilla y chocolate con fruta confitada, huevos de chocolate —que creó la Pastelería Massana a principios del siglo XX— y vistosas plumas como adorno. El protagonismo del chocolate, y la creatividad modelándola para crear figuras, lo debemos a la desaparecida Pastelería Mora Rossas. Más concretamente, al maestro pastelero que creó las primeras figuras más allá del huevo o el conejo: Lluís Santapau. Su primera creación, en 1939, consistió en tres figuras femeninas con faldas largas y delantal, la una con un jarrón, la otra con un cesto de frutas y una niña de la mano y, la tercera, una vendedora de cigarrillos.
El resto, ya es historia viva, puesto que los pasteleros barceloneses continúan haciendo volar su creatividad y profesión para ofrecer a los padrinos múltiples opciones para escoger y regalar: no faltan las inefables figuras, desde las de corte clásico a las que emulan los personajes infantiles de tendencia o buscan la monumentalidad en clave de chocolate. Ni tampoco los maestros pasteleros que continúan apostando por ofrecer una tradición desnuda y cruda, con pequeñas modificaciones. Ni los que, directamente, la reinventan para llevarla a su terreno. ¡Solo queda regalarlas y disfrutar!
¡Siempre pastel!
La Pastisseria Carrió, regentada por la tercera generación, los hermanos Oriol y Anna, propone una versión de la tradicional Cristina para enamorar el paladar de los más pequeños: el brioche está relleno de cremoso chocolate y se presenta adornado con plumas de colores y huevos de chocolate blanco decorados a mano. Los hacen bajo encargo previo, y 15 euros la unidad, de la cual pueden disfrutar hasta seis personas.
La Sara, otro de los pasteles de corte clásico imbatible al paso del tiempo, es una de las opciones que presenta la Pastelería Hofmann, por 52 euros: un bizcocho de almendras con un recubrimiento de ligera mantequilla con vainilla y almendras caramelizadas, en un formato para entre seis y ocho personas.
La Pastisseria Mervier Canal ofrece tradición y calidad desde hace más de 50 años, así que no podía faltar en su escaparate un delicioso pastel de tortada de bizcocho con crocant y cerezas confitadas, en tres sabrosas versiones: mantequilla, trufa y yema quemada, con precio variable según la medida de pastel que se desee, desde cuatro a diez comensales y entre 29 y 59 euros.
L’Atelier se decanta por una propuesta que bucea en la tradición, pero la italiana: la Colomba Pasquale es una versión del panettone en forma de paloma, de aquí el nombre, que se hizo popular a mediados del siglo XX y que, tal como pasa con el panettone, se comercializa con varios ingredientes. En L’Atelier se encuentra la clásica —por 38 euros, con fruta confitada, glaseado y almendras—, la de chocolate —40 euros, con gianduja y almendras— y la particular versión Reus.
Y hablando de revisiones y de tradiciones, Jon Cake, obrador reconocido por los pasteles de queso de estilo vasco, ha creado un especial homenaje en forma de mona que une la pastelería de su Bilbao natal con las costumbres catalanas para celebrar la Pascua. Así, el pastelero Jon García y su equipo presentan una corona de brioche rellena de ligera crema de mantequilla y, en el centro, un huevo de chocolate blanco con chapela de chocolate negro creado por la pastelera Saray Ruiz. Una divertida unión del mítico bollo de mantequilla bilbaíno —que desde hace meses, también se elabora y vende a las tiendas obrador de Jon Cake— con la tradicional tortada con figura de chocolate, como se estila en Catalunya. Esta creación sólo está disponible bajo reserva previa, a un precio de 20 euros.
¡Siempre chocolate!
Si el chocolate es la estrella indiscutible de Pascua, en Barcelona contamos con geniales exponentes de la creación en este suculento alimento. En Sants encontramos uno de los tres obradores más antiguos en activo de España, la Bomboneria Pons. Siempre atentos a las tendencias, pero sin desatender una tradición moderna, presenta una divertida colección de figuras en chocolate blanco, con leche o negra. Algunas de ellas, las de corte clásico como las figuras de animales o algunos huevos decorados a mano, contienen relleno de caramelos en su interior. Los precios oscilan entre los 12,20 euros para los huevos sin decorar, y los 83 euros, de las figuras de personajes de animación, las más complejas y monumentales.
Bubó, otro referente del mundo dulce barcelonés, presenta una mona inspirada en un caramelo icónico catalán, los chupa-chups: la Bubó Chups, de 39 euros, está hecha con chocolate con leche, en la forma del caramelo de referencia, y se puede escoger el color del recubrimiento, en rosa o marrón. En su interior, se esconden 15 bolas de chocolate, toda una sorpresa que consuela el haber tenido que romper esta creación para comérsela.
Lluc Crusellas, proclamado el mejor maestro chocolatero en el World Chocolate Masters de 2022, y que ha estrenado marca propia, Eukarya, pone este año su ingenio y talento al servicio de Tea Shop con un nuevo producto, en el que el chocolate y el té matcha de la más alta calidad se dan la mano: un huevo de 20 centímetros de chocolate blanco y el té Organic Matcha de Tea Shop, comercializado en las tiendas de Tea Shop por 29,95.
Tanto en La Pastisseria como en Escribà, el mundo animal es uno de los ejes principales de la temática de sus creaciones en chocolate. En La Pastisseria, el tándem de pasteleros Josep Maria Rodríguez y Ana Jarquín presentan siete opciones de divertidos animales, algunos elaborados con un 60% de cacao y otros, con combinaciones de chocolate con leche, blanca y negra, para atraer todos los paladares golosos y por 50 euros.
En versión kawaii, y siempre fieles a la diversión y el humor, Escribà presenta las mini monas: animalitos de chocolate decorados, de forma limitada y totalmente artesanal, por 40 euros. Ahora bien, este maestro chocolatero y pastelero continúa haciéndonos disfrutar con su innegable talento monumental brindando sus esperadas monas, reflejo de los gustos mediáticos de los más pequeños, con figuras y juguetes incorporados a los impecables escenarios de chocolate que crea.