Torre Glòries
La cúpula de la Torre Glòries se ha convertido en un mirador.

La Torre del Alcalde

Crónica de una visita a la Torre Glòries

La Plaza de las Glòries Catalanes es uno de esos puntos cardinales que la mente cuadriculada de Cerdà designó, con una escuadra y un cartabón, para convertirse en uno de los grandes centros (o el centro mismo) de la ciudad. Si se descuida. Desconozco si él la bautizaría como Plaza 36 o Plaza Z, en coherencia con sus meridianas sin nombre y sus diagonales sin alma, pero afortunadamente San Víctor Balaguer Bautista también tuvo piedad de esta confluencia de tres grandes arterias de Barcelona.

Ahora, más que una confluencia de arterias, el famoso túnel coagula cada día la circulación de las calles contiguas transformando la zona en una gran embolia. Y es que en esto de bautizar no sólo sabe Balaguer, sino también el pueblo: si la plaza ha sido un tambor y un Scalextric, todavía está por ver qué nombre recibirán las ágoras sensoriales, las múltiples especies arbóreas y arbustivas que se prevén y los jardines de inmersión con umbráculos que ya se plantan. A su vez el edificio del Disseny Hub es todavía la grapadora, y cuando se erigió la actual Torre Glòries ya recibía (por encima de todos los agbares) decenas de erótico-festivos, facilones y escatológicos alias populares.

Ahora, en lo alto de este edificio diseñado por Nouvel (que decía que se había inspirado en la Sagrada Família, en Montserrat e incluso en un géiser) se ha construido un Mirador. Pero una vez visitado yo diría que la idea no es la de mirar la ciudad. Los artífices del nuevo espacio pensaron que lo de mirar estaba (perdonen) muy visto, y que la idea debía ser invitar a observar la ciudad. Más que un mirador, pues, aquí arriba han hecho un observatorio.

Empezaremos por arriba, aunque la visita comienza evidentemente por abajo. Entonces, ¿por qué empezar aquí? Pues porque es donde nos haremos la foto, el área elevada que hasta ahora teníamos prohibida, el punto álgido del prepucio desde donde podremos sentirnos como improvisados ​​gobernadores de la ciudad. Algo similar a la sensación que se buscaba con el Mirador del Alcalde, ese balcón cerca del Morrot que permitía ver, si bien no la ciudad en 360º, sí en un digno 180º y con una señorial vigilancia sobre el puerto. Por aquel entonces Porcioles (a quien iba dedicado el mirador) decidió aprovechar la cesión que Franco hizo del Castillo de Montjuïc a la ciudad para construir unas terrazas de nombre gubernativo, con mosaicos de Joan Josep Tharrats, una escultura del omnipresente Subirachs y una fuente de Carles Buïgas (de la mutilada escultura a la Sardana, mejor no hablemos).

El caso es que ahora, cuando subimos a la Torre Glòries, hay algo de ese espíritu: no sólo estamos contemplando la ciudad entera sino que, sobrevolándonos, nos acompaña en todo momento la gigantesca y laberíntica escultura de Tomás Sarraceno. En efecto, la experiencia no podía sólo consistir en mirar hacia fuera: era necesaria una mirada hacia dentro, a través de un conjunto escultórico al que te puedes subir y que pretende dar el efecto de nube pixelada que se ha metido en la torre como una niebla metálica. Y ahora las esculturas tampoco se miran: se tocan, penetras en ellas, te pierdes.

Sí, la vista es privilegiada. Y sí, éste es el verdadero Mirador del Alcalde: en una película americana, desde aquí el malvado profesor loco urdiría sus planes para esparcir la plaga de zombies desde las meridianas y paralelos cerdianos hasta las estrellas marianas del templo de Gaudí (y hay que decir que, desde aquí, la guapa de la ciudad tiene una de las fotos más bonitas de su book). En cada rincón oyes al público señalando su casa (o su hotel) pero también explicando sus anécdotas de ciudad, las calles que consideran más conflictivas en tráfico, los edificios que no recuerdan haber visto crecer en el emergente 22@ (otro triste nomenclátor escogido por algún otro gris racionalista), los espejos encantadores de edificio de los Encants, aquella idea que creen que debería desarrollarse aquí o allá (con el dedo erecto en forma de vara municipal) o los singulares colorines de las próximas, y aún más singulares, supermanzanas. #wonderful, #beautiful, #lovebarcelona.

Mirador Torre Glories
La escultura de Tomás Sarraceno en el mirador de la Torre Glòries.

Pero antes de todo esto, y de haber subido 30 plantas en un inmenso ascensor de techo transparente, el espacio expositivo de la planta 1 es de un altísimo nivel museográfico: a través de sofisticadas instalaciones que combinan precisa tecnología digital, buena calidad audiovisual, considerable sensibilidad artística y gigantescas pantallas interactivas, se nos traslada aquí el mensaje del observatorio: no te preocupes porque hayas pagado por un mirador, lo sabemos, pero, antes de mirar, observarás.

Pero antes de todo esto, y de haber subido 30 plantas en un inmenso ascensor de techo transparente, el espacio expositivo de la planta 1 es de un altísimo nivel museográfico

A estas “gafas” diferentes, a este observatorio, le llaman Hipermirador: en este recorrido el visitante puede aprender sobre la infinidad de especies animales que desconoce que cohabitan con él en la ciudad, o la velocidad exacta del viento en ese momento, el estado de cada árbol de cada acera, el número de habitantes, los grados de contaminación… Una concentración de big data elegantemente presentada, no siempre de una máxima utilidad (todo debe decirse), pero mayoritariamente instructiva y sorprendente. ¿Ves? Esto no lo sabías. Ya tendrás tiempo de subir arriba, pero antes deja que te aclaremos que esta ciudad no es un decorado sino un organismo vivo. Pretend it’s a city, haremos ver por un momento que aquí vive gente y que pasan cosas, y cuando nos hayamos impregnado de esta nueva sensibilidad podremos ir a lo más alto a hacer de Porcioles.

De forma clamorosa, los autores de ese recorrido han decidido evitar toda imagen de frivolidad. Solo hay un problema: que la gente sí es frívola. Y que después de la chapa seguirán señalando la grapadora, identificando el hotel Vela, especulando sobre las Tres Xemeneies y subiendo a la escultura como si fuera el columpio de un parque. Todo ello, desde lo alto de aquel supositorio que se ilumina de noche. El turista habrá pensado lo mismo, pero no lo dirá. En cualquier caso habrá podido hacer una buena foto, ¿verdad? Pues venga. #suckmyglòries.

Mirador Torre Glories
Antes de subir al mirador de la Torre Glòries, se pasa por el Hipermirador.