El mirador de la Torre Glòries es mucho más que un mirador. Arte, ciencia y tecnología se entremezclan para configurar una experiencia poliédrica que tiene que servir no solo para ver Barcelona desde las alturas, sino para intentar entenderla un poco más desde diferentes puntos de vista. “Es una atalaya desde la que mirar y entender el presente de la ciudad e imaginar su futuro”, sostiene su director, Aleix Pratdepàdua. Instalaciones artísticas dinámicas y música en constante construcción acompañan este viaje por el nuevo hipermirador de la capital catalana que se abrirá al público el viernes, con entradas a partir de los 15 euros.
Concebido como un equipamiento cultural, antes de ver las vistas, el recorrido se inicia con diversas instalaciones sensoriales que reflexionan sobre la ciudad, sus elementos naturales y sus múltiples habitantes más allá de los humanos. El proyecto, desarrollado y gestionado por Mediapro Exhibitions, incluye clips a modo de flashes que dibujan escenas de la ciudad, y una proyección envolvente que analiza su cielo, viento y mar, con datos que se actualizan continuamente. La contaminación presente en la urbe también se pone encima de la mesa, puede que preparando a los asistentes por si las vistas están enturbiadas según el día. Se completa con un centenar de figuras de papel plegado que han sido realizadas por el artista Joan Sallas y que representan a todas las especies que conviven en la ciudad, también las más impopulares, como las ratas, las palomas, las gaviotas, las cotorras, las cucarachas o los jabalís. Todo ello se acompaña por una banda sonora que recoge los sonidos de la ciudad y que va cambiando, elaborada por Maria Arnal y John Talabot.
Una vez empapados de las otras realidades que están presentes en Barcelona, obviamente, no podían faltar las vistas de la urbe. A 125 metros de altura y con una perspectiva de 360 grados, uno se puede entretener buscando cualquier lugar de la ciudad porque, sin excepciones, se puede ver todo, incluso donde se vive. Empezando por las inmediaciones, que permiten controlar cómo van avanzando las obras en la plaza de las Glòries o descubrir que el Disseny Hub tiene el techo lleno hasta los topes de placas fotovoltaicas, y llegando hasta cualquier punto de la ciudad y sus alrededores. Desde una posición central en la capital catalana, uno se puede entretener en encontrar la Sagrada Família y su nueva estrella, los edificios más altos de la urbe —el hotel Arts y la Torre Mapfre—, la futura estación de La Sagrera, el puerto, las Tres Xemeneies de Sant Adrià de Besòs, la Plaza Europa en L’Hospitalet de Llobregat… La Meridiana, la Diagonal y Gran Via sirven de guía para no perderse en esta inspección.
El repaso de las alturas se puede hacer también desde el interior de Cloud Cities Barcelona, la obra del artista Tomás Saraceno —pagando diez euros más—, un conjunto de receptáculos redondos suspendidos en el aire. Y, para los que estén cansados de buscar espacios icónicos de la ciudad, se han incluido libros para pasar el rato. También se pueden entretener yendo de un cubículo a otro, si se quieren poner en forma. La instalación ocupa una superficie de 130 metros cuadrados y está integrada por más de 100 espacios independientes en los que aposentarse, a modo de “gotas de agua condensadas y suspendidas en los hilos de una telaraña tridimensional”, con 5.000 nodos que conectan seis kilómetros de cables tensados. Se trata de la primera instalación artística permanente y transitable de Saraceno en el sur de Europa.
Adaptar las instalaciones
El nuevo mirador de la Torre Glòries ha supuesto la reforma de diferentes espacios del edificio diseñado a principios de siglo por los arquitectos Jean Nouvel y Fermín Vázquez, ahora ya consolidado como un icono de la capital catalana. Los trabajos se han alargado durante cuatro años, con la pandemia de por medio, señala Javier Zarrabeitia, asesor sénior de Merlin Properties, propietaria del edificio desde 2017.
Los trabajos se han alargado durante cuatro años, con la pandemia de por medio, señala Javier Zarrabeitia, asesor sénior de Merlin Properties
La compañía inmobiliaria sopesaba desde el principio abrir la Torre Glòries a la ciudad y finalmente lo ha conseguido. Para hacerlo, ha tenido que intervenir en la cúpula desde la que observar Barcelona, eliminando la última planta para poder aumentar el espacio visitable. Y, para llegar rápidamente a la cima, se ha convertido un montacargas en un ascensor de alta velocidad. Concretamente, hace el recorrido en 34 segundos que pasan volando, más si uno se distrae mirando cómo sube a través de su techo acristalado.
Otra de las actuaciones que se ha tenido que realizar ha sido adaptar la planta -1 del edificio, antes usada como almacén y zona de servicio, y convertirla un espacio diáfano de 950 metros cuadrados en el que encajar el recorrido museístico previo. Por último, para no interferir en el funcionamiento diario de las oficinas que ocupan la mayoría de plantas, se ha habilitado una entrada independiente y directa a este hipermirador.