Edificio de la Fundación Julio Muñoz Ramonet - Vicente Zambrano González
Edificio de la Fundación Julio Muñoz Ramonet, que se convertirá en un centro de cultura, arte y ciencia. © V. Zambrano
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El culebrón sin fin del legado de Muñoz Ramonet

Barcelona destinará a la cultura y la ciencia la residencia del estraperlista mientras sigue buscando parte de las obras de arte que donó a la ciudad

Como todo incondicional del western, guardo en mi memoria escenas impagables. Una de ellas es un diálogo que tiene lugar en la película Dos cabalgan juntos, entre el sheriff (James Stewart) y uno de sus ayudantes. Dice así:

Sheriff, la viuda de Gómez va a tener un niño.

— Déle mi enhorabuena a Gómez.

— ¡Pero sheriff!, Gómez murió hace más de un año.

— Siempre dije que Gómez era uno de esos tipos que siguen dando guerra después de muertos.

Pues al margen del tono cómico del diálogo, es muy cierto que hay quien da mucha guerra después de muerto. Este es el caso, por ejemplo, de Julio Muñoz Ramonet, el gran estraperlista de la Barcelona del franquismo que, a punto de cumplirse 30 años de su fallecimiento, sigue dando que hablar a cuenta de su legado, un pleito interminable entre el Ayuntamiento de Barcelona y su familia que ríete tú de algunos culebrones televisivos con guiones mucho menos sensacionalistas.

La historia de Muñoz Ramonet, modesto empleado de los almacenes El Barato, se inicia durante la Guerra Civil, haciendo labores de espionaje para el bando franquista. Tras la contienda, y gracias a su influencia con el régimen, se enriquece con el mercado negro, el estraperlo, y se aprovecha del control que el Estado ejerce mediante las cuotas del algodón para adquirir industrias y negocios a precio de gallina robada. Así, acaba controlando desde su cuartel general del Palau Robert un imperio que incluía la fábrica Can Batlló y los almacenes El Siglo y El Águila, además de negocios relacionados con los seguros y el comercio.

Vamos, que el estraperlista se convirtió en un prohombre de Barcelona, como siglos antes lo fueron quienes amasaron su fortuna gracias al comercio de esclavos. Pero a partir de los años 60, el mundo de Muñoz Ramonet se fue desmoronando. Una cadena de litigios y deudas millonarias acabaron con su fuga a Suiza en 1986, donde pasó los últimos años de su vida. Antes de fallecer, en 1991, dictó testamento, en el que legaba a la ciudad de Barcelona su residencia de la calle Muntaner, 282-290, el antiguo Palau del Marqués d’Alella, junto con todas las obras de arte que había en su interior.

Panel informativo en los jardines de la Fundación Julio Muñoz Ramonet
Panel informativo en los jardines de la Fundación Julio Muñoz Ramonet. © V. Zambrano

Acumular obras de arte fue otra de las actividades de Muñoz Ramonet, que inició con la adquisición de forma nunca del todo aclarada del fondo que el empresario Ròmul Bosch i Catarineu había depositado en el MNAC en tiempos de la Generalitat republicana como aval de un crédito público. El problema empezó cuando los herederos del empresario no entregaron la colección de arte al consistorio, dando inicio a uno de los pleitos más intrincados de las últimas décadas. Ocultaciones, registros e intervenciones se han sucedido. Uno de los últimos capítulos tuvo lugar el pasado mes de octubre, cuando la Guardia Civil recuperó 475 de las obras. La ausencia de un inventario fiable dificulta las labores de recuperación del legado, pero se sabe que la colección inicial de Bosch i Catarineu constaba de unas 2.500 piezas. Según las fuentes, quedarían entre 50 y 200 obras del legado por recuperar.

Uno de los últimos capítulos del pleito con los herederos de Muñoz Ramonet tuvo lugar el pasado mes de octubre, cuando la Guardia Civil recuperó 475 de las obras

Además de la colección de arte, el palacio de la calle Muntaner también ha sido objeto de litigio con la familia. No fue hasta el año 2003 que el Ayuntamiento logró disponer de las llaves, y hace unos días se anunció el destino final de una finca de más 4.000 metros cuadrados, incluidos los espectaculares jardines. El viejo Palau del Marqués d’Alella será un equipamiento que integrará cultura, arte y ciencia, según se aprobó en la última sesión de la fundación que gestiona el legado del empresario y que controla el consistorio. De momento está prevista una inversión de 1,8 millones de euros y la convocatoria de un concurso de arquitectura para adaptar el recinto a los nuevos usos. Se espera tener listo el conjunto en 2023.

Mientras tanto, seguirán los litigios abiertos y Muñoz Ramonet, el estraperlista de la Barcelona en blanco y negro de la posguerra, seguirá dando guerra y de que hablar como el Gómez del western.

Jardines de la Fundación Julio Muñoz Ramonet
Jardines de la Fundación Julio Muñoz Ramonet. © V. Zambrano