En un barco del siglo XIII lanzado a mar abierto, más vale poner límites. Si hay ratones que roen la ropa de los hombres de mar, caerá bajo cargo del patrón el poner gatos. Si un marinero se duerme, se le impedirá beber vino y no podrá comer más que pan ese día como castigo. Si hay que cargar baúles con la mercancía desde el barco anclado hasta la costa, no podrá pesar más de los kilos que se determinen. Porque, ante problemas lejos de tierra, donde rige el derecho, soluciones nuevas. Y para mayor garantía, su permanencia en la escritura. Así nace el Consolat de Mar, una compilación de leyes escritas por hombres de mar que se sirve de sus usos y costumbres como alternativa para solucionar conflictos. Este libro, que nace en la Corona de Aragón, surcará toda la Mediterránea y dará lugar al primer código de derecho marítimo internacional.
El Consolat de Mar acumula 750 años de historia y desde este mes hasta octubre se le recuerda en la exposición Del gótico al metaverso en el Museu Marítim de Barcelona. Esta exposición trata de poner en valor una de las instituciones más antiguas del mundo occidental, que ha tocado todo tipo de costas; desde la jurídica y comercial, hasta la cultural. Su importancia lleva a reconocer su auctoritas y asegura su vigencia futura. Así pues, en esta muestra que recorre del gótico hasta nuestros días, se hace uno pasado, presente y futuro.
La exposición consta de doce secciones, cada una acompañada por un vídeo de un especialista que anuncia lo necesario para comprenderla. Comienza con la explicación del origen del Consolat de Mar, partiendo de los mapas que localizan sus inicios. Se presenta el proceso de emprendimiento para comerciar y los personajes que componen tal negocio. Se exponen algunas de las garantías de los marineros y de los peregrinos que se recogieron en el Consolat de Mar. Se presentan algunos de los riesgos de viajar, como la posibilidad de naufragio. El Consolat de Mar debía prever estas situaciones.
Además de aspectos que se tenían en cuenta en el Libro del Consolat de mar, se muestran objetos de la época. Hay una sección dedicada a los distintos tipos de embarcaciones que se utilizaron entonces; las galeras, las cocas, las naves y los leños. Además, se pueden ver las mercancías que se intercambiaban, como el jengibre, la canela y la pimienta, tintes textiles, cera e incluso esclavos. Una sección muestra las monedas de la época y a la cocina que se desarrollaba a bordo y que atravesó la Mediterránea, influyendo en lo que se servía en las mesas. Finalmente, todas las secciones confluyen en la que reconoce la antigüedad de la institución dentro de la que se enmarcan todas las historias contadas hasta ahora; tres cuartos de milenio. Y cierra con un grito: ¡Continuamos navegando!
Este lema se deja ver a lo largo de la exposición. Dado que el objetivo es reconocer la vigencia del Consolat del Mar, a la hora de explicar su historia se intenta contrastar pasado con presente. Por ejemplo, en la zona dedicada a los productos que se importaban y exportaban se encuentra un colgante de plata de la marca Tous. La plata, en el siglo XIII, se importaba desde Cerdeña.
El Consolat de Mar fue rompedor en su época, y siguiendo con sus raíces empapadas de modernidad, a esta muestra se le añade la inmersión en el metaverso. Unas gafas de realidad virtual permitirán aparecer en un barco del siglo XIII, atravesar su proa, tomar el timón, desenrollar los mapas que allí se encuentren. De este modo, la exposición sumerge totalmente en el mar de la historia de esta institución tan antigua pero todavía pionera en la promoción de la mediación para resolver conflictos.
En realidad, la exposición Del gótico al metaverso es parte de un conjunto de varios acontecimientos, dado que son varios los aspectos en los que influyó. Por ejemplo, se publicará un libro con 150 recetas del Consolat de Mar, escrito por tres chefs de las Baleares, Valencia y Catalunya. Además, por su sed de futuro, se celebrará el 29 y 30 de septiembre un simposio universitario sobre el legado del Consolat de Mar en relación con el derecho marítimo internacional, la diplomacia, la regulación comercial, entre otros.
El derecho marítimo internacional nace de los usos y costumbres de ciertos hombres de mar que decidieron recurrir al arbitraje para la resolución de sus problemas y ponerlo por escrito. Este modo de hacer se transmitió junto con las mercancías que se intercambiaban y dejó empapada a la cultura occidental. Hoy, sigue siendo una opción el resolver conflictos de este modo y reconocer sus raíces, que se identifican con las nuestras, pasa por surcar esta exposición.