Doctora Elena Barraquer
La doctora Elena Barraquer, en una de sus expediciones.

Elena Barraquer: “Siempre se puede encontrar un motivo para ser feliz”

Su silueta es tan fina que nadie imagina que detrás de ella se esconde una oftalmóloga de bandera.  Elena Barraquer lleva muchos años al pie del cañón y no baja la guardia. Nos recibe en las oficinas de la Fundación Elena Barraquer de la calle Calaf 3, una fábrica de sueños donde planea la estrategia de las diferentes expediciones a África que devuelven la vista a miles de pacientes.

Elena Barraquer (Barcelona, 1954) está especializada en cirugía de catarata y trasplante de córnea. En 2012 recibió la Medalla de Honor de Barcelona y en 2018 fue reconocida con el Premio Queen Sophia Spanish Institute en su categoría de Premios de excelencia. Ella se define como una persona feliz incluso en  tiempos de pandemia: “Siempre se puede encontrar un motivo para ser feliz. Si los niños de África que no tienen nada lo encuentran, cómo no vamos a encontrarlo nosotros. El ser oftalmóloga es una de las causas de que sea feliz. Me gusta mi trabajo, poder ayudar a los demás. La sensación de devolver  la vista a alguien es un subidón en España, imagínate en África. Una vez en Dakar operé a un rapero de catarata blanca bilateral y me dedicó un rap”.

 

Once años en Estados Unidos y trece en Italia

Estudió Medicina y Cirugía en la Universitat Autònoma de Barcelona y cuando estaba acabando las prácticas en el Vall d’Hebrón le surgió la oportunidad de ir a hacer investigación al Departamento del National Institut of Heal de Bethesda, en Maryland. “Me casé con un americano a los veinticinco años y luego me separé. Hice todos los exámenes y títulos para convalidar el título e hice la residencia en el  Massachusetts Eye & Ear Infirmary de la Universidad de Harvard en Boston”.

Inquieta desde niña nos desvela que cuando acabó la residencia conoció un oftalmólogo italiano al que siguió hasta Italia y sonríe mientras confiesa que no tiene vocación de matrimonio porque se volvió a separar. Fue entonces cuando decidió volver a Barcelona con sus dos hijos y su progenitor le sugirió que viniera a trabajar con él. “Fueron  once años en Estados Unidos y trece en Italia. Me fui con 23 y volví con 48. Barcelona es una ciudad amable y fue una vuelta dulce”.

“Al principio tenía un poco de miedo. Al llegar estuve un par de semanas observando el método de trabajo de la clínica. Mi padre me ofreció ocupar el despacho que había sido de mi abuelo en cuya puerta había una letra ‘b’ mayúscula y desde entonces aquí estoy”. Valiente en sus palabras y en sus hechos: “Nunca he tenido miedo de tirarme a la piscina, de hacer cosas nuevas”, reconoce.

La Fundación Elena Barraquer

Cuando murió su padre Joaquín Barraquer en 2016 tomó una decisión muy importante. “Yo llevaba trece años formando parte de la Fundación Barraquer, pero el nuevo patronato tomó un rumbo más local y quiso dejar de operar en África. Al conocer las nuevas directrices decidí montar la Fundación Elena Barraquer. Yo soy muy práctica y la manera más directa de ayudar a la gente es ir allí a operar el máximo número de gente. Además, tenemos médicos becados en varios países africanos que han pasado previamente seis meses en nuestra clínica de Barcelona aprendiendo”.

Los viajes a países de África para operar cataratas duran una semana.

La ONG liderada por Elena Barraquer organiza viajes de una semana de duración y necesita recaudar fondos hasta alcanzar un presupuesto anual de medio millón de euros.  La web fundacionleneabarraquer.com ofrece la posibilidad de ayudar con donativos, apuntarse como voluntarios o comprar en la tienda solidaria.  2020 ha sido un año muy duro en el que se han tenido que anular todas las actividades benéficas con las que suelen recaudar fondos y, por este motivo, han reforzado la tienda que se nutre de donaciones como “estas dieciocho cajas de Mango que nos acaban de llegar”.

Las oficinas de la Fundación Elena Barraquer, la calle Calaf de Barcelona número 3, están llenas de estanterías donde se almacena el material que necesitan para las expediciones. El equipo está formado por la propia Elena, que divide su tiempo entre la clínica y la Fundación; Teté Ferreiro, que dirige la Fundación; María Bertrán, que coordina las expediciones, y tres instrumentalistas de la clínica. Sólo mujeres, aunque a los viajes se suele sumar algún cirujano.

En las expediciones solidarias el ritmo de trabajo es muy elevado, para maximizar el número de operaciones diarias.

Entramos en la intimidad de esta ONG cuando la pandemia ha trastocado todos los planes pero, pese a ello, no pierden los ánimos. “Precovid solíamos hacer doce expediciones al año; una cada cuatro semanas. La última que hicimos fue a Mozambique. La idea es que yo voy a la mitad de los viajes, pero el coronavirus ha cambiado la agenda”. En un año normal, la tienda solidaria financia los gastos estructurales de la Fundación y organizan todo tipo de eventos benéficos, desde conciertos a torneos de golf. Nena, su Golden Retriver, recibe moviendo la cola a toda la gente que se acerca a la tienda, que ahora se ha convertido en la única fuente de ingresos junto a los donativos.

Senegal, próximo destino

La Doctora Barraquer es muy optimista: “Reapareceremos a finales de febrero como el Ave Fénix con un viaje a Senegal previsto para el 20 de febrero. La vacuna es fundamental para reactivarnos y, en África, no tienen muchos contagios; la población es muy joven y están muy acostumbrados a las epidemias”. Reconoce sin complejos que “soy la más senior” y viajará a Senegal con Joaquín Fernández, un oftalmólogo de Almería que es patrono de la fundación, y con el que tiene previsto operar cien cataratas cada día.

Sus aventuras en África siempre están avaladas por gente local.  “A veces nos ayudan las onegés locales y otras veces nos invitan las primeras damas del país, que son las que nos hacen de embajadoras y se ocupan de la logística local, el mantenimiento y los desplazamientos. Hemos crecido mucho. Por ejemplo, la primera dama de Senegal nos conoce mucho y nos espera con los brazos abiertos”.

Las enormes mochilas con las que viajan, compran el ochenta y cinco por ciento del material que necesitan, esperan ansiosas el viaje a Senegal. La Fundación nació con vocación viajera y está contando las horas para volver a poner los motores a toda máquina.