“Volvemos al Mar” es el eslogan de la última campaña de Proactiva Open Arms, una frase breve, pero cargada de intención, que aúna la sensación de libertad tras pasar seis meses confinados en tierra con la voluntad de reanudar la misión fundacional de la organización: el rescate de personas en el mar.
El estallido de la pandemia coincidió con el fin de las operaciones de salvamento marítimo que el Open Arms venía efectuando en el Mediterráneo Central. Tras 47 años navegando los mares y 60.000 millas recorridas en los dos años de misión humanitaria al servicio de la organización, una grave avería ponía en jaque el futuro de una embarcación tan querida como deteriorada. Un carguero pintado de blanco y rojo que ha contribuido al rescate de más de seis mil personas en aguas del Mediterráneo, convirtiéndose en un símbolo flotante de la defensa de los Derechos Humanos.
Con el Open Arms atracado en el puerto de Burriana —pendiente de diagnóstico mecánico— y el Astral (el otro barco de la ONG que realizaba últimamente tareas de monitoreo de los flujos migratorios en el Mediterráneo) confinado en el puerto de Fuerteventura, los voluntarios y personal sanitario de la ONG no se quedaron en casa, sino que redirigieron sus esfuerzos hacia la emergencia sanitaria.
Firmemente comprometidos con la protección de los colectivos más vulnerables, el equipo humano de Open Arms prestó su apoyo en las residencias de mayores, realizando pruebas PCR y colaborando en el traslado de personas. También se pusieron al servicio de la ciencia, colaborando en el ensayo clínico liderado por los doctores Bonaventura Clotet y Oriol Mitjà, que tenía por objeto descartar aquellos fármacos que no se mostraban eficaces contra la patología. En dicha acción, se encargaron de la realización de 4.000 pruebas PCR y posterior seguimiento de los participantes en el estudio.
Ayuda para hacer frente a la emergencia sanitaria
Tras prestar su ayuda durante el pico de la emergencia sanitaria, en las últimas semanas los voluntarios de la organización han ampliado su misión hacia nuevos objetivos. Dedicándose a prevenir la transmisión del virus en las personas que trabajan en la recogida de fruta, demostraron de nuevo que el radio de acción de los voluntarios llega a esos lugares a los que no llegan las cámaras.
Las lecciones extraídas durante esta crisis ha reafirmado los valores que definen a Open Arms, sintetizados a su vez en el último vídeo difundido a través de sus redes: “Hemos aprendido que lo más importante es la vida, que debemos cuidar de los más vulnerables, que las fronteras no existen, que solos no podemos y que la unión nos hace más fuertes.”
La pandemia lo ha tapado todo, también la situación de los migrantes a la deriva
Pero Óscar Camps, fundador del proyecto, señala que de la experiencia acumulada en estos meses también se desprenden otras lecciones menos edificantes. “La pandemia lo ha tapado todo, también la situación de los migrantes a la deriva”. El monotema que ha copado los titulares de los últimos tiempos ha marginado realidades que también exigen soluciones urgentes. Desde el punto de vista técnico, la alerta sanitaria ha complicado el operativo y los protocolos de seguridad en los rescates en alta mar, pero Camps recuerda que anteriormente su tripulación ya debió protegerse de enfermedades tan graves como el VIH y la tuberculosis, llegando a la conclusión que “si antes nuestra tarea ya era difícil, el coronavirus lo ha complicado aún más.”
Pero la trayectoria de Open Arms es la historia de la lucha constante contra las adversidades, una organización que con el tiempo ha aprendido a capear temporales no siempre meteorológicos. “Open Arms ha sobrevivido de milagro… hemos sufrido secuestros, bloqueos, difamaciones y hasta tiros contra nuestros barcos” de esta forma resume Camps la odisea que supone llevar a cabo sus misiones de rescate. “La gente desconoce las dificultades a las que nos enfrentamos, los sacrificios que hacemos y las renuncias que asumimos en nuestro compromiso con la protección y la seguridad de las personas que se encuentran a la deriva en el Mediterráneo”.
A pesar de las inclemencias, lo cierto es que en sus primeros 5 años de actividad Open Arms ha rescatado a más de 61.000 personas en el mar, a lo largo de 80 misiones humanitarias. Con sus barcos, han navegado el equivalente a seis vueltas al mundo y todo este trabajo ha sido posible gracias a la colaboración de los más de 600 voluntarios que dedican su tiempo y esfuerzo a la causa.
Un coste de 3 millones de euros al año para la ONG
Actualmente, las operaciones de la ONG tienen un coste de 3 millones de euros anuales y hoy más que nunca el apoyo de la sociedad se vuelve imprescindible. Las aportaciones solidarias de los ciudadanos garantizan la independencia de la organización, que se sustenta en un 90% gracias a donaciones privadas. Durante los meses de la pandemia, dichas donaciones han disminuido y la ONG ve con preocupación como se agotan sus recursos, lo que ha provocado un llamamiento a la ciudadanía por parte de Proactiva Open Arms, con el fin de poder continuar desempeñando una labor que a día de hoy sigue siendo necesaria.
El coronavirus ha sido utilizado por las administraciones como excusa para dilatar los tiempos de espera en el mar
“¡Ojalá dejáramos de ser necesarios!”, exclama Óscar Camps reflexionando acerca del futuro, con la esperanza depositada en que más pronto que tarde, tanto los estados como la Unión Europea se impliquen de verdad en las tareas de vigilancia y salvamento marítimo que llevan años abandonando. Pero a la espera de un futuro más esperanzador, el fundador de Open Arms considera que aún deben continuar “unos años más” para contribuir a transformar la realidad mediante la modificación sustancial de las políticas migratorias. Una voluntad de cambio que depende en gran medida de la actitud de la sociedad civil, que ante la pasividad de la administración, debe dar un paso al frente y contribuir a la transformación del status quo.
En línea con estas ideas, Open Arms mantiene, de manera paralela a sus operaciones marítimas, dos importantes proyectos. El primero de ellos, al que han bautizado como Origen, actúa en Ghana y Senegal, ofreciendo información real a las personas que están pensando en emigrar sobre lo que encontrarán al llegar al viejo continente, con la intención de de-construir el mito idealizado de una Europa que los acogerá con los brazos abiertos. El proyecto también, se basa en formar a esas personas en materia de emprendimiento, creando lazos con el sector privado local y apoyándose en el uso de herramientas digitales. En definitiva, fomentar las posibilidades de crecimiento local como alternativa al importante desembolso económico que muchos de ellos van a realizar para emprender un viaje peligroso de final incierto.
El segundo proyecto, Educación para la libertad, consiste en sesiones divulgativas dirigidas a centros educativos españoles, con el objetivo de dar a conocer la realidad social de África y las condiciones en las que se desarrollan las migraciones, con el objetivo de empoderar a los jóvenes desde el conocimiento, armándoles de argumentos para enfrentarse a los bulos que circulan y fomentando la construcción de un espíritu crítico. Actualmente, dicho proyecto ha pasado ya por 1.300 escuelas y quiere seguir creciendo con el fin de compartir con los más jóvenes la experiencia acumulada por la Fundación a lo largo de los últimos años.
El año de la pandemia ha tenido repercusiones a todos los niveles. En el retorno del Open Arms al Mediterráneo este mes de agosto, una vez reparado con éxito, Óscar Camps ha reconocido que “El coronavirus ha sido utilizado como excusa por parte de las administraciones para dilatar los tiempos de espera en el mar.”
El pretexto sanitario ha sido la coartada perfecta para que se acentúen las habituales reticencias con las que Open Arms está acostumbrada a lidiar cuando tratan de encontrar un puerto seguro para sus desembarcos, y la organización humanitaria no se cansa de denunciar que dichas negativas atentan contra las leyes del mar. Precisamente en el tema del incumplimiento de los tratados internacionales es dónde la ONG ha incidido más: Prácticamente desde su creación, Open Arms ha venido denunciando la inacción deliberada de los estados de la UE en materia de salvamento marítimo, una obligación reflejada en el Derecho marítimo internacional. En el mar, la asistencia a embarcaciones que se encuentren en situación de peligro, así como el rescate de náufragos es un deber innegociable. Un deber incumplido en gran medida por la Unión Europea, que desde hace años prioriza las políticas de control de fronteras por encima del respeto al Derecho Internacional.
En los últimos años, la política de la UE en relación a la gestión de los flujos migratorios del Mediterráneo defiende una visión que propugna una aproximación militar en el control de las aguas internacionales, que hace oídos sordos a las peticiones de recursos por parte de los países más impactados por las rutas marítimas y que a la práctica, deja el “trabajo sucio” de salvar náufragos en manos de las organizaciones humanitarias. Los intentos de avanzar hacia una política comunitaria en materia de migraciones topa una y otra vez con el intercambio de reproches que se da entre los diferentes países de la Unión, que no consiguen ponerse de acuerdo en cual es la mejor manera de afrontar el “problema”. En contraste a la interpretación en clave de “problema” que hacen los estados del fenómeno migratorio, la visión humanitaria de las ONG’s consiste principalmente en considerar a migrantes y refugiados como individuos con derechos en vez de verlos como parte de una “masa” o un “flujo”.
Personas al rescate de personas
Personas al rescate de personas. Con ese espíritu nació Open Arms, el mes de septiembre de 2015, en el contexto de una crisis humanitaria que no aparecía en los medios, pero que se cobraba la vida de decenas de personas a diario que llegaban huyendo de la guerra. Óscar Camps, socorrista profesional de formación, movilizó a un grupo de voluntarios y partió hacia Lesbos prácticamente con lo puesto. Viajaron a la isla griega con la intención de ayudar a las personas que se estaban ahogando en el mar ante la indiferencia de la comunidad internacional. Los primeros rescates de Open Arms fueron a nado y sin equipo de rescate, valiéndose únicamente de su experiencia como socorristas y la voluntad de ayudar en lo que pudieran.
El año 2016 estuvo marcado por la firma del “acuerdo de la vergüenza” entre la UE y Turquía, tratado que tenía como fin acabar con la ruta migratoria de los Balcanes, vía de paso de miles de refugiados. Con el traslado de los campos de Lesbos, las llegadas de nuevos refugiados se redujeron considerablemente en aquella zona, pero Open Arms quería continuar protegiendo la vida de las personas allá donde fuera más necesario.
La zona escogida fue el Mediterráneo Central, la ruta más mortífera de tráfico de personas. Sólo faltaba un barco adecuado. Y apareció el Astral. Un velero de 33 metros de eslora cedido a la oenegé por el empresario italiano Livio Lo Monaco, que con cierta sorna definió su barco como “un barco de ricos para ayudar a los pobres”. El Astral, una embarcación pensada para el disfrute de sus propietarios, debía adaptarse a la nueva misión —de vigilancia y rescate— que le iba a ser encomendada. En la transformación interior del navío se prescindió de espejos, maderas nobles y mesas de mármol para dejar espacio a material médico, provisiones y cientos de chalecos salvavidas. En la nueva concepción del espacio del que fuera un velero de lujo, tocaba responder ahora a cuestiones tan crudas sobre cuál era el lugar más adecuado para transportar los cadáveres. Todo el proceso de transformación del barco y sus posteriores misiones en la zona SAR (Save and Rescue) del Mediterráneo Central quedó inmortalizado en la película documental “Astral”, producida por Jordi Évole y estrenada en las salas de cine a finales del año 2017. La proyección y difusión del film supuso un hito importante para la ONG, que vio multiplicada la visibilidad de sus acciones de rescate.
Para la organización, dicha visibilidad es clave para conseguir el apoyo de la sociedad, que con sus donaciones sostiene las operaciones de la ONG. Operaciones que —tal y como se puede comprobar en el documental y también en las cuentas que la web de Open Arms publica con total transparencia— no son precisamente baratas. Sólo en el primer año, se invirtió un millón de euros en la remodelación integral del Astral, una cuantía que se entiende mejor si bajamos al detalle de todos los elementos que son necesarios para iniciar las misiones: Lancha de rescate, 4.000€; motor, 9.000€; juego de cabos, 12.000€; llenar el depósito, 16.000€…
Calcular el precio de una vida resulta más complicado, pero en sus 4 primeros meses, el Astral contribuyó en el rescate de 15.000 personas.
Vidas, que antes de emprender la travesía hacia Europa, caen en las garras de unas mafias que se lucran con la desesperación de miles de refugiados y migrantes. En el caso de Libia, los traficantes de personas llenan los dinguis hasta los topes (así es como se conocen a las embarcaciones neumáticas donde se hacinan hasta 150 pasajeros) que zarpan de playas como Ziwara o Sabratah en dirección a Europa, pero dicho viaje llega a su fin mucho antes de lo previsto. En el depósito sólo hay combustible suficiente para recorrer entre 20 y 40 millas (Lampedusa se encuentra a 300km y Sicilia, a 500) dejando la embarcación a la deriva en el momento en que el motor se detenga.
Mafias y guardacostas libios, enemigos peligrosos
Las mafias cuentan con que probablemente organizaciones humanitarias como Open Arms o Médicos sin Fronteras rescatarán a sus “clientes” en algún punto del Mediterráneo. Porque aunque queda claro que la seguridad de los pasajeros no es la prioridad de los traficantes, sí que les interesa que el pasaje llegue a su destino e informe por teléfono a familiares y allegados de que lo “han conseguido”, para que así el negocio siga funcionando. ¿Qué precio se paga por un billete hacia el sueño europeo? Entre 500 y 1.000€ por pasajero. Unos precios desorbitados teniendo en cuenta las devastadas economías de los países de origen (Eritrea, Somalia, Sudán…) de unos migrantes y refugiados que arriesgan huyendo de la guerra y de la miseria.
Otros enemigos a los que Open Arms se enfrenta en sus operaciones de rescate son los autoproclamados guardacostas libios. Estos grupos armados, entrenados y financiados por la Unión Europea con el objetivo de interceptar las embarcaciones clandestinas y proceder al retorno a sus puertos de origen, efectuando unas “devoluciones en caliente” totalmente ilegales, pero subvencionadas por los estados europeos con el objetivo de proteger sus fronteras.
Tras perder el barco Golfo Azzurro a raíz de un secuestro perpetrado por dichos guardacostas libios, la flota de la organización fundada en Badalona integra un nuevo efectivo. La cesión del barco OPEN ARMS, un carguero con capacidad para 400 pasajeros que ya había servido en algunas misiones de Salvamento Marítimo conlleva de nuevo una importante inversión y muchos días perdidos pendientes de reparaciones. Seis meses de trabajo y 600.000€ después, el barco está listo para emprender nuevas misiones de rescate en el Mediterráneo Central.
Lucha contra los populismos
El año 2018 fue especialmente complicado. En paralelo al ascenso de los populismos en el viejo continente, algunos medios de comunicación inician una campaña de desprestigio contra Open Arms, difundiendo toda clase de difamaciones sobre sus actuaciones en el Mediterráneo. Convertido en un actor incómodo para los gobiernos europeos, la ONG hace de altavoz de la deliberada inacción de la UE en aguas del Mediterráneo. Durante meses, se acusa a Open Arms de connivencia con los traficantes de personas y el primer ministro italiano, Matteo Salvini, se convierte en la punta de lanza de los ataques furibundos dirigidos a la organización fundada por Óscar Camps.
Durante el mes de marzo, en el contexto de una operación de rescate en la que la tripulación del Open Arms es amenazada de muerte por los guardacostas libios, el buque insignia de la ONG consigue desembarcar en Pozzello (Sicilia) a las 216 personas que llevaba a bordo. Acto seguido, la fiscalía de Catania incauta la nave y abre una investigación contra la ONG en base a inverosímiles acusaciones como pudieran ser facilitar la inmigración ilegal o ser una organización criminal. Pero la defensa de Open Arms fue clara: sus actuaciones estaban respaldadas por toda clase de ordenamientos jurídicos: desde el Derecho marítimo a la legislación europea pasando por las leyes italianas. La acusación de la Fiscalía, orquestada por Salvini, no tiene recorrido y el barco es liberado un mes después.
De la cárcel se sale. Del fondo del mar, no
En enero de 2018, el gobierno español retiene el Open Arms en el Puerto de Barcelona. El gobierno socialista, que no quiere mostrar su apoyo explícito a la ONG por cálculos electoralistas, amenaza a la organización con multas de hasta un millón de euros. Camps, preocupado por las posibles repercusiones legales que pudiera conllevar la desobediencia, consulta con el patronato de la Fundación cual debe ser la estrategia a seguir. La respuesta de su madre, que forma parte del patronato es memorable: “De la cárcel se sale. Del fondo del mar, no”.
Pasadas las elecciones, el clima de hostilidad contra la ONG se relaja i la amenaza de multa queda en agua de borrajas. Ese mismo verano, el Open Arms viviría la que ha sido la expedición más complicada de su breve pero agitada historia. La “misión 65” se convierte en un pulso en toda regla con un Salvini enrocado en su intransigencia. El premier italiano, cegado en su negativa a dejar desembarcar en puerto italiano los 100 náufragos rescatados por el Open Arms, fuerza el bloqueo de la nave en el mar durante 21 días. Pero una orden judicial permite in extremis al Open Arms realizar el desembarco en Lampedusa. Dicha orden provoca a su vez que a Salvini le salga el tiro por la culata, debiéndose enfrentar a una acusación de secuestro por parte de la Fiscalía transalpina. En relación a este asunto, Óscar Camps opina que “desgraciadamente hay muchos Salvinis”, pero que aún así “tenemos la esperanza que se haga justicia y que todo el mundo se dé cuenta de cuáles son los malos en esta historia. Unos de los máximos acusadores está ahora a disposición de la justicia. Quién en realidad estaba delinquiendo era el acusador… al final la historia nos juzgará.”
Más allá de las razones que reparta la justicia en los tribunales, y a la espera que la historia emita su incierto veredicto, la situación que se vive en el Mar Mediterráneo es inasumible bajo todos los puntos de vista. “Salvar vidas en el mar no es algo opcional”, quizás estas recientes declaraciones de Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, sean el inicio de un nuevo camino en las políticas comunitarias. Pero mientras la maquinaria burocrática se pone en marcha, los brazos de Open Arms seguirán sacando a personas del agua.