Promover la integración de personas con discapacidad en el mercado laboral ordinario, y hacerlo en profesiones con valor añadido. Con este objetivo, el empresario catalán Jordi Albalate decidió en 2015 desinvertir en una de sus compañías para impulsar una iniciativa social. De esa determinación nació GoodJob, que trabaja para “mejorar la posición de empleo del colectivo de personas con discapacidad”, tal como explica su director general, César López.
La fundación trabaja en un contexto en el que la tasa de desempleo en este colectivo es un 10% superior a la general, y en el que el 75% de contrataciones a personas con discapacidad se realizan en centros especiales de empleo, fuera del mercado ordinario. “Y mayoritariamente se vinculan a ámbitos como los facility services y actividades auxiliares o manuales, presuponiendo que carecen de capacidades suficientes para trabajar en otras profesiones. Eso es lo que queremos demostrar que no es verdad”, declara López a The New Barcelona Post.
“La tecnología, la digitalización y la sociedad digital dan la oportunidad de que este paradigma cambie”, proclama el director general. Con este objetivo, GoodJob lanzó en 2019 un programa de empleabilidad de ciberseguridad que persigue que personas con discapacidad de todo tipo y sin experiencia previa se integren en la plantilla ordinaria de empresas tecnológicas. La entidad, en cuya organización trabajan personas con y sin discapacidad, ha ampliado desde entonces los programas, y capacita a personas en perfiles tecnológicos demandados, que pueden ir desde refinar bases de datos hasta tareas vinculadas a la IA.
La fundación tiene el foco puesto especialmente en Catalunya, por la potencia de su ecosistema tecnológico y del ámbito de la ciberseguridad
¿Y cómo lo materializan? Mediante programas de empleabilidad que permiten que personas sin experiencia ni conocimientos previos del sector se integren laboralmente en él. Estos programas incluyen una primera fase de capacitación y entrenamiento de ocho semanas, durante las que los usuarios adquieren habilidades requeridas por los puestos de trabajo a los que aspiran.
Después de estas ocho semanas, los participantes emprenden un proceso de integración dentro de las empresas, en los que desempeñan sus nuevas funciones tecnológicas durante 12 meses. Tras este año, durante el que los usuarios cuentan un equipo de apoyo, llega el momento de la contratación por parte de la empresa, que se realiza en el 75% de los casos para la fundación.
Foco en Catalunya
La entidad, sin ánimo de lucro, ubicó su sede en Madrid por su ecosistema vinculado a la discapacidad y por una mayor facilidad para la apertura de centros especiales de empleo. Actualmente tiene actividad en Castilla León y Cantabria, además de Catalunya y Madrid. Ahora, la fundación tiene el foco puesto especialmente en Catalunya, por la potencia de su ecosistema tecnológico y del ámbito de la ciberseguridad.
Pese a que los programas vinculados a la tecnología empezaron con este inicial de ciberseguridad, no se quedaron ahí; continuaron con otro de analítica de datos y otro sobre cloud, además de un programa básico sobre tecnología que facilita el acceso al resto. Todos ellos suman entre 250 y 300 participantes anuales. El 85% de quienes empiezan el programa lo terminan y, a partir del momento en el que empiezan el proceso dentro de la empresa, todos pasan a cobrar 19.000 euros durante los 12 meses que dura el proceso de integración.
Los usuarios de estos programas responden a perfiles muy diversos. Con discapacidad física o intelectual, más de la mitad accedieron al itinerario sin experiencia ni formación previa en tecnología. En unos programas con un 31% de mujeres, el 56% tiene entre 35 y 65 años. De hecho, el 28% es mayor de 45. “Así que no estamos hablando de un primer empleo para jóvenes, sino de gente con discapacidad de todas las edades, y atendemos a todo el colectivo”, reivindica López.
También es el caso de personas con discapacidad sobrevenida, que representan el 70% de este colectivo. De ellas, algunas pueden disponer de experiencia y conocimientos previos en el ámbito tecnológico, pero encuentran barreras para acceder a determinados puestos de trabajo por su discapacidad. “Nuestra labor pasa también por eliminar estas barreras de entrada”.
Y esta labor de la fundación no sólo mejora la integración laboral de personas con discapacidad, sino que también contribuye a paliar una situación que afecta a gran parte de empresas que demandan perfiles tecnológicos: la falta de talento suficiente para cubrir sus puestos de trabajo. “Las empresas se han visto forzadas a ampliar su abanico de fórmulas de reclutamiento”, y los programas de la fundación permiten incorporar a profesionales junior tras este breve periodo de ocho semanas de capacitación.
Además, participar en los programas de la fundación permite a las empresas cumplir con la Ley General de Discapacidad, que establece que las compañías con más de 50 empleados deben tener al menos un 2% de trabajadores con discapacidad. Las alternativas pasan por donar 10.000 euros por persona sin contratar durante tres años, o comprar bienes por valor de 20.000 a centros especiales de empleo.
Para llevar a cabo su labor, GoodJob colabora con múltiples empresas, que incluyen multinacionales y grandes compañías. La entidad, que recientemente ha abierto sus programas de capacitación a otros colectivos en riesgo de exclusión, como mujeres paradas de larga duración, cuenta también con la colaboración de profesionales voluntarios, con apoyo institucional y con la implicación de todos los actores. Así, los programas de la entidad “son programas de ecosistema, no programas que hace a solas GoodJob”.
En este sentido, la fundación concibe sus programas en base “a lo que necesitan las empresas y el apoyo que requieren para incorporar a personas con discapacidad”, y se imparten por profesionales del ecosistema tecnológico. La entidad lo hace de este modo con el objetivo de que “se produzca un trasvase de conocimientos por parte de un profesional, y no de un docente, para que prepare a los participantes para el entorno real que se van a encontrar”. Así, GoodJob articula un “círculo virtuoso con un ecosistema que se retroalimenta sólo”, con un claro propósito: mejorar las perspectivas laborales de personas con discapacidad para que se integren en la plantilla de empresas ordinarias.