Pasar de huir de un conflicto armado a construir una familia y una vida autosuficiente; de vivir en una situación vulnerable a estudiar en la universidad; de un compromiso de matrimonio forzoso a ser independiente. Son transiciones de éxito y empoderamiento que tienen en común y como punto de inflexión el paso por la Fundació de l’Esperança.
La de Beatriz es la historia de uno de los casos que atiende la fundación: está realizando una formación de administración contable después de participar en una sesión de speed dating con empresas a través de entidades del Gòtic. Asegura que “nunca es tarde” para formarse y buscar progresar, y pone en valor que la fundación ofrezca cursos que a la vez fomentan relaciones sociales y una red de apoyo, según ha resaltado también su técnica de formación.
Así funciona la Fundació de l’Esperança, constituida en el Gòtic de Barcelona en 2013 por la Fundació La Caixa. Acumula centenares de historias de transformación y progresos: en sus diez años de actividad en el distrito de Ciutat Vella, ha atendido a cerca de 8.000 personas en riesgo de pobreza y exclusión social a través de programas educativos, formativos y familiares, con su recurso residencial para mujeres vulnerables como su proyecto insignia.
Se trata del proyecto de la Casa de Recés, que ha acogido durante esta primera década de la fundación a 196 mujeres en riesgo de exclusión: han residido en el centro y han recibido orientación para formarse, trabajar y gestionar sus ingresos para favorecer su autonomía y su proceso de emancipación.
Las usuarias del centro, con una media de edad de 21 años, tienen en común “que llevan mochilas muy pesadas”. Incluyen casos de trata, violencia familiar y sexual y matrimonios forzosos, según ha explicado la directora de la Fundació de l’Esperança, Núria Danés, que ha hecho balance de esta década de actividad junto al subdirector general de la Fundació La Caixa, Marc Simón.
El centro, que cuenta con 44 habitaciones individuales, acoge a mujeres de entre 18 y 35 años derivadas de servicios sociales, y lo hace por un periodo sin duración máxima, aunque de media residen dos años en el centro. Ahora, esta estancia puede complementarse con el paso posterior por un piso educativo de la fundación, que desde hace dos años dispone de cuatro inmuebles con 12 plazas para trabajar esta “última etapa de emancipación” en los casos que sea conveniente.
Existen pocos recursos como la Casa de Recés, motivo por el que tiene lista de espera, actualmente de unas seis mujeres y con una espera máxima de unos tres meses, según Danés. Pese a ser un servicio pionero y escaso, su historia viene de lejos: fue puesta en marcha en 1744 por la Congregació de Nostra Senyora de l’Esperança, entonces como un centro para apartar a mujeres de la prostitución.
Desde el gateo hasta la universidad
Contribuir a la emancipación de mujeres en situación de exclusión y vulnerabilidad es solo uno de los objetivos de la Fundació de l’Esperança: anualmente atiende a unas 500 familias, mediante servicios como el apoyo educativo a la infancia y adolescencia, con 3.600 personas atendidas en estos diez años. También ofrece cursos de formación laboral con acuerdos empresariales, que han sumado cerca de 2.000 usuarios, y el nuevo Espacio Familiar, dedicado a mejorar el proceso de crianza de familias con niños de 0 a 3 años.
La fundación ofrece cursos de formación que a la vez fomentan relaciones sociales y una red de apoyo
Disponer de un espacio familiar en el que los más pequeños puedan desarrollarse no es menor, ni menos relevante que la orientación laboral o la formación. Durante una visita a este espacio, Simón ha comentado el caso de una familia cuyo hijo empezó a gatear al acudir al centro; antes no podía hacerlo, porque la familia residía en una pequeña habitación y no había espacio para que el niño estuviera en el suelo y no en una sillita de bebé, ha añadido Danés.
Así, la fundación combate la exclusión social desde Ciutat Vella en cada etapa de la vida: desde el gateo hasta la emancipación y el empleo, pasando por la escolarización y la lucha contra el abandono escolar. Y lo hace fomentando que los usuarios sean a la vez voluntarios de la entidad, generando comunidad, partiendo de la confianza y buscando la empatía.