La llegada de los autobuses a Barcelona no fue fácil. A principios del siglo XX, el tranvía, su principal competidor, hizo todo lo que pudo para evitarlo. El primer intento de establecer este nuevo medio de transporte en la ciudad fue en 1906, cuando la compañía La Catalana puso en marcha una línea que conectaba Plaça Catalunya con Gràcia, con vehículos procedentes de Francia. El problema, obviamente, era que este trayecto ya lo hacía el tranvía y la primera línea de autobús se despidió en 1908, después de que las compañías de tranvía le hicieran la vida imposible, según explica el director del centro de estudios Terminus CET, Joan Carles Salmerón.
No seria hasta 1922 cuando el cambio de paradigma se hizo inevitable. Los autobuses se habían ido desarrollando por toda Catalunya durante los años 1910, pero Barcelona se había mantenido al margen, a excepción de algún servicio interurbano con localidades como Mollet del Vallès. Ante el crecimiento de población que se estaba experimentando en la capital catalana, los tranvías no llegaban a responder a la oferta que se estaba generando y el Ayuntamiento de Barcelona tuvo claro que había que integrar este nuevo sistema de transporte en la ciudad y convocó un concurso.
Los autobuses Tilling Stevens fueron los escogidos para estrenarse en Barcelona. La Compañía General de Autobuses (CGA), la empresa matriz de la actual Transports de Barcelona, los adquirió en Reino Unido y los primeros llegaron por carretera a través de Francia. Es por eso que, durante unos días, circularon por la capital catalana con matrículas británicas, hasta que no llegaron las españolas con el código de Barcelona, según recoge el historiador Albert González Massip. Siguiendo el estilo británico, los autobuses tenían el volante a la derecha, estaban formados por dos pisos y pintados de rojo. También contaban con ruedas macizas y una escalera exterior en la parte trasera, y estaban recubiertos con publicidad.
La primera línea de bus empezó a circular por Barcelona en octubre de 1922, con un recorrido “muy simbólico”, según remarca Salmerón. Su trayecto pasaba por Via Laietana, que se acababa de construir y los tranvías aún no habían llegado a circular. “Era el lugar más moderno de Barcelona y ver circular estos autobuses de dos pisos, modernos y de color rojo por la Via Laietana era muy impactante”, expone Salmerón. Esta línea, la A1 también iba por Provença, Aribau, Plaça Universitat, Ronda Universitat, Plaça Catalunya, pla del Palau, Arc de Triomf… Y la A2 variaba este recorrido para llegar hasta la Escuela Industrial. En pocos meses las líneas se fueron sucediendo, con la llegada de la línea B —conectaba Sants y Poblenou—, la C —Drassanes y San Andreu—, o la D —Gràcia con la Barceloneta—.
Salmerón señala que a la CGA le fue muy bien durante los años veinte y continuó sumando nuevas líneas. Incluso, la compañía acabó desarrollando y construyendo sus propios vehículos en las cocheras que tenía en el Poblenou, con motivo de la Exposición Internacional de 1929. Pero, con la Guerra Civil, la historia de los Tilling Stevens en Barcelona llegó a su fin.
Según sostiene González Massip, durante la guerra, se fueron abandonando todas las rutas urbanas existentes por la falta de recambios, daños en los motores y escasez de combustible. Además, muchos autobuses se destruyeron en 1938 cuando se enviaron a zonas de batalla. De los pocos que quedaban en funcionamiento, el ejército republicano utilizó algunos para escapar de Barcelona, pero su estructura de dos pisos imposibilitó la circulación por carretera, con árboles y puentes bajos que les impedían el paso, subraya González Massip. Cuando los soldados franquistas entraron en Barcelona en 1939, solo quedaban ocho autobuses de una flota de 125 en 1936, y muchos estaban sin ruedas o motor. Con la dictadura, añade Salmerón, el servicio de autobús se unificó con la compañía de tranvías, que compró otros vehículos.
Recuperación de un modelo histórico de cara al centenario
Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), donde se integra Transports de Barcelona, que deriva de la CGA, ha decidido recuperar un modelo de los antiguos Tilling Stevens para celebrar, de cara al año que viene, el centenario de su llegada a la ciudad. La coordinadora de la Fundació TMB, Antònia Cruz, indica que se restaurará y rehabilitará un vehículo adquirido en 2011 en Reino Unido, formado por dos partes: el chasis con una réplica de la cabina roja de conducción y una plataforma para el cuerpo trasero, tal y como eran los vehículos durante los años veinte. Con este coche, expone TMB, se tienen los componentes necesarios para replicar un Tilling Stevens como los que empezaron a circular por Barcelona en 1922.
A pesar de que este vehículo fue construido en 1924 y originalmente fue un coche de bomberos, el vehículo es de los pocos Tilling Stevens que mantiene el motor petrol-electric que tenían los buses que había en la capital catalana a principios de los años 1920, precursor de las actuales propulsiones híbridas. TMB destinará unos 300.000 euros, aproximadamente, para su recuperación, con el objetivo de que esté listo en junio de 2022 y pueda circular en el Ral·li d’Autobusos Clàssics para conmemorar a sus antepasados, haciendo el recorrido tradicional de este acontecimiento, desde Maria Cristina hasta Caldes de Montbui.