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a entidad Vida Libre está formada por personas que antes no sabían vivir sin el juego, y sus familiares. Como cuenta su presidenta, Áurea Pastor, trabajan para promover hábitos saludables y acabar con la ludopatía ofreciendo charlas preventivas a alumnos y profesores de institutos de Alicante y alrededores, ayuda psicológica a jugadores patológicos y familiares, además de formación para todos aquellos que quieran contribuir a dar un giro a esta situación.
Los caminos para que un juego se convierta en adicción son complejos y distintos para cada persona. Las consecuencias (el deterioro moral, emocional, laboral, social y físico) son siempre las mismas. Para Luis Vilar, todo empezó cuando, en el 2013, murió su esposa. Primero jugaba a las máquinas tragaperras para evadirse y sortear así su soledad, hasta que llegó un momento en que vivía únicamente por y para el juego: casi no hablaba con sus hijas y acumuló un aluvión de deudas que le obligaron a vender su casa. “Me despertaba pensando en las máquinas, comía deprisa pensando en las máquinas y me acostaba pensando en las máquinas. Realmente no vivía”, recuerda Luis.
Ahora que lleva un año rehabilitado, su reto es ayudar a las personas que acuden a Vida Libre para dejar atrás este universo de luces de colores y sonidos estridentes “que está diseñado únicamente para sacarnos el dinero”. Así es la anatomía del juego: la probabilidad de ganar algo en una partida en las tragaperras, por ejemplo, es de un ínfimo 18,3 % o, lo que es lo mismo, más del 80 % de las veces pierdes.
Desde su posición de voluntario, Luis ha empezado a aportar su granito de arena colaborando con el psicólogo de la asociación en las terapias grupales. Allí expresa su punto de vista a los pacientes y les cuenta cómo salió él de ese “agujero”. “Me aportaría mucha satisfacción que todo lo que he sacado de mi experiencia valga para ayudar a los demás”, afirma. “Además, aquí puedo ayudar a la gente joven. Veo que hay muchos que están cayendo y yo estoy aquí para intentar evitarlo”.
La presidenta de Vida Libre también lamenta esta tendencia, que cree que está en auge a causa de la irrupción de las nuevas tecnologías y la facilidad de las apuestas on-line: “El martes estuve con un chico de 22 años que está enganchado desde los 12. Incluso se escapaba del colegio para jugar”, cuenta Áurea. “Poder animar a alguien a iniciar su camino hacia la recuperación de alguna manera compensa todo el sufrimiento que pasamos junto a mi marido a raíz de su adicción. De hecho, cuando viene a saludarnos alguien que estuvo en tratamiento años atrás, no necesito nada más: mi día está hecho”.
Texto: Alba Losada
Fotografía: Laia Sabaté
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