Jordi Martí
El número dos de la lista de BComú, Jordi Martí, en bicicleta por la supermanzana de Consell de Cent.
ENTREVISTA A JORDI MARTÍ

“Cuando gobiernas, te tienes que atrever a decir no”

El número 2 de BComú sostiene que el principal objetivo que tiene un ayuntamiento es "conseguir que la ciudad continúe siendo un lugar para vivir". Defiende que la vivienda debe considerarse un derecho, como la salud o la educación, y que Barcelona no puede basar toda su actividad económica en el turismo, porque "tendremos salarios bajos y una ciudad para ser utilizada y no para ser vivida”.

Jordi Martí, número 2 de la lista de BComú liderada por Ada Colau y teniente de alcalde de Cultura en el mandato que ahora acaba, nos cita en la supermanzana de la calle Girona con Consell de Cent. Uno de los emblemas de los Comunes. Lo que hace unos meses era un bullicio de coches, hoy es una plaza de tierra. Eso sí: una plaza que, de momento, todavía está en obras.

— ¿Cuál es el modelo de ciudad de BComú?

— Lo tenemos aquí al lado. Se podría resumir con las supermanzanas. Es un modelo que empieza en 2015 cuando constatamos que la transformación olímpica y todas las transformaciones posteriores han hecho de Barcelona una ciudad global, pero que el siguiente paso tiene que ser un catálogo de políticas públicas diferentes. La ambición de ser una ciudad global está muy bien, pero el principal objetivo que tiene un ayuntamiento es conseguir que la ciudad continúe siendo un lugar para vivir, que no expulse a los ciudadanos, que no genere más desigualdades sociales y que tenga un aire respirable.

— ¿Este es el éxito del gobierno de Ada Colau en los últimos ocho años?

— Los Comunes lo que hacen es poner la semilla. Decir que tiene que haber un cambio. Y que esto pasa por hacer políticas diferentes en el ámbito de la emergencia climática, la emergencia social y de un modelo económico que sea más sostenible. Es decir, que no genere tantas desigualdades y que no esté tan orientado a los servicios. Tenemos que pensar modelos de progreso económico que sean sostenibles social y ambientalmente.

— Sin embargo, dicen que el modelo de las supermanzanas provoca gentrificación.

— Este es un clásico de hace décadas. Algunos dicen que, cuando tú pones un parque en un barrio, gentrificas. Incluso, cuando pones una biblioteca. Yo siempre respondo lo mismo: la alternativa, entonces, ¿es no hacer mejoras? Es una obviedad que se tiene que mejorar la ciudad. Y si tenemos un aire irrespirable, que según la Agencia de Salud Pública mata a más de 1.000 personas al año, hay que actuar para sacar los coches de la ciudad. ¿Que esto puede gentrificar? Vale, pero se tienen que tomar medidas para no gentrificar.

— ¿Cuáles son estas medidas?

— Hay dos tipos. Primero: regulación. En esto, los liberales se resisten mucho porque continúan teniendo una confianza ciega en el mercado. Y regular quiere decir crear planes de usos para que el comercio, los equipamientos y los servicios sean plurales y diversos. Y, segundo: se tiene que construir mucha vivienda pública para regular los precios del alquiler y que la vivienda se considere un derecho, igual que la salud o la educación.

Jordi Martí
Martí defiende que el principal objetivo que tiene un ayuntamiento es “conseguir que la ciudad continúe siendo un lugar para vivir”.

— Uno de los caballos de batalla de los Comunes es el precio de la vivienda, pero parece que no se acaba de dar con la solución.

— Con la vivienda se ha perdido el tiempo. Seguramente sea el principal despiste que hemos tenido en estos 40 años de democracia: no darse cuenta de que sería la nueva emergencia de una ciudad global. Los Juegos Olímpicos nos hicieron una ciudad global e hicieron incrementar el precio del suelo. La única manera de regularlo es construir vivienda pública. Desde 1979 hasta ahora prácticamente no se ha construido vivienda pública y la que se construía era para vender y, por lo tanto, 30 años después dejaba de tener la etiqueta de vivienda de protección oficial. Estas son políticas a muy largo plazo porque son medidas que quieren cambiar modelos estructurales.

— ¿Cuál es el objetivo final?

— Desde 1979 hasta ahora prácticamente no se han construido nuevas viviendas públicas de alquiler. Ahora hemos construido casi 4.000 y doblaremos el parque de vivienda pública en los próximos dos años. ¿Esto es suficiente? No. Esto nos permitirá pasar del 1% de vivienda pública al 2% y pico. Viena, que es el modelo de referencia, está en el 30% de vivienda pública. Imagínate lo que queda.

“El principal despiste que hemos tenido en estos 40 años de democracia ha sido no darse cuenta de que el acceso a la vivienda sería la nueva emergencia de una ciudad global”

— Y, ¿qué papel tiene el área metropolitana?

— En este momento, tenemos un operador metropolitano de vivienda que prevé construir miles de viviendas sobre suelo público y con inversión privada. Este es un modelo de futuro. Eso sí, nos encontramos con una dificultad: la esfera metropolitana ya no es la de los 36 municipios, sino la de los 160 municipios y más de 5 millones de habitantes.

— Y, ¿cómo se gobierna?

— Creo que la solución está en el Estatut de 2006 que proponía una distribución territorial por veguerías. Y, por lo tanto, crear la veguería de Barcelona. El Estatut propone anular las diputaciones y convertirlas en siete veguerías. En nuestro caso, la veguería coincide exactamente con la región metropolitana y, por lo tanto, sería fantástico que tuviéramos una veguería administrando y gobernando una gran región metropolitana.

Jordi Martí
Martí apuesta por el modelo de las veguerías para administrar y gobernar la gran región metropolitana alrededor de Barcelona.

— No tiene pinta que esto acabe pasando, ¿no?

— Quizás no a corto plazo, pero, insisto, es una propuesta que está en el Estatut. Es la Catalunya ciudad. Articulada con grandes regiones metropolitanas y, entre ellas, una muy grande. Contra lo que algunos dicen: que hoy Catalunya continúe siendo un país reconocido con una lengua y una cultura propia tiene mucho que ver con disponer de una gran plataforma de proyección que es su capital.

— Hemos hablado de vivienda. Vamos a por el turismo. ¿Cuál es el modelo turístico de BComú?

— El modelo turístico es que Barcelona tiene que continuar teniendo turistas, pero no puede ser una ciudad turística. Para que la gente nos entienda: una ciudad turística es aquella que basa toda su actividad económica mayoritariamente en el turismo. En una ciudad la actividad económica se divide en dos partes: aquella actividad propia del vivir en común y la economía que va puertas hacia afuera, como son las exportaciones o las inversiones. Si esta segunda parte la centramos completamente en el turismo tendremos una ciudad de salarios bajos y una ciudad para ser utilizada y no para ser vivida. Y, por lo tanto, lo que nosotros proponemos es diversificar este paquete económico. Tenemos que orientar nuestra política económica hacia la reindustrialización, hacia la investigación, hacia todos aquellos sectores de la economía que generan buen empleo y que son sostenibles desde el punto de vista ambiental.

“Si centramos toda la actividad económica en el turismo tendremos una ciudad de salarios bajos y una ciudad para ser utilizada y no para ser vivida”

—  ¿Se tiene que reducir el turismo?

— Yo creo que sí. Como mínimo contenerlo. Ahora lo hemos parado, pero todavía es muy alto. Con el PEUAT (Plan especial urbanístico de alojamientos turísticos), se han parado hoteles y hemos contenido un poco la actividad turística. Desde mi punto de vista hay determinadas actividades turísticas que no tienen ningún interés.

— ¿Cuáles?

— Por ejemplo: los cruceros de visita de un único día son la típica imagen de una ciudad orientada al turismo. Una ciudad que solo está pensada para ser utilizada. Esto no tiene ningún sentido en una ciudad como la nuestra donde podemos competir a nivel internacional con otros muchos ámbitos de actividad económica.

“Los cruceros de visita de un único día son la típica imagen de una ciudad orientada al turismo”

— Y, ¿en el caso de los cruceros de inicio y final de trayecto?

— Puede haber alguno. No es una oposición frontal, si bien es cierto que es una actividad muy poco interesante. Yo haría hincapié en una infraestructura fundamental como es el puerto, que nos sirve para enviar al mundo todo aquello que somos capaces de producir los barceloneses y los catalanes. También tenemos que imaginar toda la zona industrial, que además es suelo público, o la nueva actividad económica industrial como el DFactory que ha hecho el Consorcio de la Zona Franca.

— El Hermitage también se planteó en el puerto.

— El Hermitage tenía tres problemas. Primero: era suelo público. Segundo: una ciudad que quiere ser capital cultural, que tenemos una cultura y una lengua propia, se entregaba a una franquicia. Y tercero: según sus promotores estaba orientado a los cruceristas. Esto no tiene ningún interés. Todo el mundo dice que se tiene que combatir la masificación turística. Ahora, cuando preguntas cómo se tiene que hacer, nadie se atreve a decir no a las cosas. Y, cuando gobiernas, tienes que atreverte a decir que no. Decir no al Hermitage y decir no a la ampliación del aeropuerto.

Guillem Carol Jordi Marti
Jordi Martí con el editor de The New Barcelona Post, Guillem Carol. ©Marc Llibre

— Algunos los presentan como el partido del no.

— Cuando eres una ciudad de éxito y desde una lógica global tienes que elegir. Y elegir quiere decir sí a determinadas cosas y decir no a otras. Hemos dicho sí a la Copa América y hemos dicho no a los Juegos Olímpicos de Invierno. Hemos dicho sí al Mobile y hemos dicho no al Hermitage. No es un problema decir no. Barcelona tiene suficiente orgullo y es bastante potente para poder escoger. Ya no somos la Barcelona de los años 80 o 90. Hoy lo que necesitamos es elegir bien para imaginar una Barcelona que, además de tener ambición, sea una ciudad para vivir.

— ¿Cuáles son los principales retos que tiene la ciudad en los próximos años?

— Primero la vivienda, sin duda. Y aquí tenemos que continuar trabajando en tres líneas: vivienda pública, regulación y provocar que el sector privado construya vivienda de protección. Segundo: el ámbito de la movilidad. Tenemos que acabar de resolver la movilidad del área metropolitana. Para mí hay dos infraestructuras centrales: la línea 9, que depende de la Generalitat, y la conexión del tranvía. Además, tenemos que resolver la gran asignatura pendiente que son los trenes de Rodalies. Tercero, un modelo económico que nos haga dejar definitivamente esta dependencia de los servicios, del turismo.  Y, finalmente, seguir con un plan de barrios ambicioso para que el código postal cada vez condicione menos tu proyecto de futuro.

“Ya no somos la Barcelona de los años 80 o 90. Hoy lo que necesitamos es elegir bien para imaginar una Barcelona que, además de tener ambición, sea una ciudad para vivir”

— Para terminar, dígame una cosa positiva de Xavier Trias.

— El carácter, el talante. Siempre he tenido muy buena relación con él. Tiene un talante de otra época, que se ha ido perdiendo, y que se tendría que recuperar.

— ¿De Jaume Collboni?

— La insistencia. Realmente ha pasado por una travesía y no ha tirado la toalla.

— ¿De Ernest Maragall?

— Su compromiso. Mucha gente le ha criticado por lo de alargar tanto su carrera política. Yo soy de los que piensa que lo hace por un compromiso sincero con la ciudad.