Uno siempre se aprende de memoria y llena de post-its las guías que utiliza cuando viaja, pero pocas veces —o más bien nunca— consulta lo que dicen las guías que explican su ciudad. Lonely Planet, una de las editoras de guías más populares, acaba de reeditar Barcelona de cerca, un formato práctico y de tamaño reducido para estancias de pocos días. Ya va por su séptima edición, teniendo en cuenta que Lonely Planet etiqueta a la capital catalana como una de “las reinas de las escapadas” para los viajeros españoles, junto con Valencia. Lo son especialmente después de los últimos años de pandemia y turismo de proximidad: “En los dos últimos años han sido las más vendidas en línea con el redescubrimiento de los destinos cercanos”.
La primera edición de Barcelona de cerca se hizo en 2008 y ahora es la única que se edita de la ciudad en español. Ya no se le dedica una guía más grande, reservada para ciudades a las que la gente va a vivir una temporada larga, según explica Núria Cabrero, editora de las guías Lonely Planet en castellano, mientras que las que llevan la coletilla de cerca están pensadas para viajes de un fin de semana o un puente, con la información básica para conocer lo imprescindible de la ciudad. Esto en referencia a las guías en español, con España como principal mercado, porque para las guías en inglés Barcelona sí que dispone de una guía más extensa, que suma doce ediciones. De hecho, en este caso, la primera guía íntegramente dedicada a la ciudad se remonta a hace más de 20 años, algo después de la popularidad conseguida con los Juegos Olímpicos. “Es una de las ciudades que primero renuevan en inglés, junto con Nueva York, Roma, París o Londres”, remarca Cabrero.
La pandemia trastocó el ritmo de publicaciones de Lonely Planet, propiedad del grupo Planeta en España, donde empezó a operar en 1999 con las guías de Cuba y Grecia. Si antes de la llegada de la covid, inmersos en una efervescencia turística constante, guías como Barcelona de cerca se reeditaban cada dos años, la editora paró las nuevas ediciones, sabiendo que mucha información había dejado de ser fiable, con restaurantes y tiendas que habían cerrado y museos que tampoco podían abrir. Según detalla Cabrero, ahora ya se ha recuperado el ritmo prepandémico, aunque, en las primeras páginas, las guías no dejan de avisar a los viajeros de que comprueben la información antes de desplazarse a los sitios, teniendo en cuenta que algunos locales pueden haber alterado horarios o haber acabado cerrando.
Hojeando la guía Barcelona de cerca no sorprende ver que Gaudí es una de las palabras que más se repite. No es de extrañar que a la autora de la guía, Isabella Noble, una de las curiosidades que más le llama la atención es que tiene que investigar “un gran monumento que aún está en construcción, la Sagrada Família, algo que no suele ocurrir con la mayoría de las catedrales e iglesias, que suelen llevar siglos ya bien establecidos en su lugar; por lo que a la hora de renovar la guía siempre hay novedades y avances”. Pero también hay espacio para obras menos populares de Gaudí, como las farolas de la fuente de la Plaza Reial o el Portal Miralles. En ese sentido, Noble anima “a descubrir la ciudad más allá de los monumentos famosos y las zonas céntricas”, recomendando destinos menos típicos como un paseo por el antiguo barrio de Sarrià, una visita al Mercat de Galvany o una excursión a pie por el parque natural de Collserola.
Tampoco hay imprevistos en los principales puntos de interés seleccionados por Lonely Planet, con paradas obligadas en las obras del arquitecto más famoso de la ciudad, el Camp Nou, la Rambla, la Boqueria y la Catedral. Eso sí, la guía refleja ese cansancio barcelonés hacia la masificación de ciertas paradas, hablando de la Rambla como “un circo abarrotado” y recomendando visitarla a primera hora, sobre las 8 de la mañana, “antes de que se llene de cruceristas”, así como desaconsejando ir a las discotecas del Port Olímpic, puesto que “atraen a hordas de turistas ruidosos”, y avisando de que las estrechas calles del casco antiguo son “un tanto claustrofóbicas, sobre todo en temporada alta”.
La guía también perfila otros fenómenos que se están produciendo en Barcelona, como la pérdida de tiendas históricas ante la subida de los alquileres, la uniformidad de las calles más comerciales, la gentrificación y el impacto de Airbnb, los carteristas o el tráfico en el Eixample, y recuerda episodios que han marcado su historia más reciente, como los atentados de 2017 y la situación política.
Pero también hay sorpresas, como descubrir que se ve a Barcelona como “una ciudad para noctámbulos”, cuando el sentimiento local siempre critica que todo cierra demasiado pronto, o que, si se tiene que resumir a la capital catalana con un plato, se escoge la salsa romesco y no la salsa brava. Y el vermut es la copa que la define, recuperando recientemente una popularidad que había tenido antes de la Guerra Civil entre la clase trabajadora local.
Además, uno se entera de que la Rambla se conoció como el Cagalell —arroyo de heces—, de que el actual Museu Frederic Marès fue durante un tiempo la sede de la Inquisición de Barcelona, de que el Museu Picasso empezó llamándose Colección Sabartés para evitar el veto franquista, o de que la Basílica de Santa Maria del Mar no solo se caracteriza por ser la más bonita sino por haberse construido en el tiempo récord de 54 años. Para los que se hayan animado a ser turistas en su propia ciudad, la guía recomienda el Articket BCN, una única entrada a 35 euros para visitar seis grandes museos: el Macba, el CCCB, la Fundación Antoni Tàpies, la Fundación Joan Miró, el Museu Nacional d’Art de Catalunya y el Museo Picasso.
Para preparar una guía como esta, autores como Noble, británica-australiana criada en Málaga que actualmente vive entre Barcelona y Londres, hacen un trabajo previo a distancia, seleccionando que zonas recomendarán —hay incorporaciones recientes como Sant Antoni y se mantienen fuera Sants o Sant Andreu—, ubicando los puntos de interés y recopilando información práctica como el transporte público. En este trabajo, se apoyan de “topos”, como define Cabrero, locales que les recomiendan espacios, recogiendo los diferentes perfiles que se pueden interesar por las guías. Con esta información, los autores se desplazan al destino entre uno y dos meses, recorriendo la ciudad y viendo si algo que en la edición anterior estaba bien ya no lo está o descubriendo nuevos lugares. Con todo esto, los autores vuelven a casa y se ponen a redactar.