Mural Paco Candel
Mural dedicado a Paco Candel, en la calle de la Muga, muy cerca de la casa familiar donde vivió en los sesenta y luego utilizó como despacho. © Rafa Marín

Un museo para Paco Candel

La familia del escritor quiere convertir su casa en el barrio de la Marina de Port en un espacio que sirva para acercarse a su figura y entenderla a través de sus libros, fotografías y objetos personales

En el barrio de la Marina de Port, en una calle como cualquier otra, se encuentra la que fue la casa del escritor Paco Candel (1925-2007). Es una vivienda de esas en la que suele vivir la gran mayoría, con una fachada de toldos verdes y ropa tendida. Una escalera sin ascensor en la que se oye el rumor de alguna tele encendida, incluso alguna reprimenda, lleva al piso en el que su familia vivió durante los sesenta. Más tarde, sirvió como despacho y biblioteca del conocido como “la voz de los sin voz” y autor de más de 50 libros, entre ellos, sin duda Els altres catalans, pero también Donde la ciudad cambia, Dios, la que se armó, Ser obrero no es ninguna ganga, Historia de una parroquia. Los avanguardistas en la guerra, Los que nunca opinan y Un charnego en el senado.

Su hija, María Candel, ha preservado todo lo que contienen sus cuatro paredes, con un sinfín de libros, muchas fotografías y hasta sombreros de cowboy y algún cuadro que el escritor hizo cuando quería ser pintor. “No se ha tocado nada, está tal y como lo dejó”, cuenta mientras va enseñando las instantáneas que forman parte del archivo familiar, la mayoría tomadas con la Berlisa de su padre en el pequeño balcón que da al salón. “Vinimos cuando se estaba edificando el barrio. Coges un diario de mi padre de esos años y va explicando lo que se está construyendo delante, si las golondrinas hacen nido o llueve sobre las tejas”, relata María Candel.

El piso no es muy grande. Nada más entrar, el salón, con estanterías repletas de libros y sofás como los de antes, nunca demasiado cómodos. En la pared, cuadros colgados, incluso un retrato que le hicieron al escritor, también unas tenazas que trajo de su pueblo valenciano, Cases Altes. Está la grabadora que utilizó, las pipas que fumó y también una colección de navajas, “algún quinqui del barrio se las traía”, dice su hija. Luego, por un pequeño pasillo, se llega al despacho, a mano derecha, con una máquina de escribir Torpedo y aún más libros. Un poco más allá, el dormitorio de matrimonio, con un vestido todavía colgado en el armario. Y, por el camino, un lavabo y una cocina que hace años que ya no se utilizan.

Maria Candel hija Paco Candel con sus documentos personales
María Candel, hija de Paco Candel, ordenando fotografías del archivo familiar. © Rafa Marín

“Son las huellas de lo que el escritor vivió literaria y socialmente”, defiende su hija, enfrascada desde hace años en la ardua tarea de conseguir que este rincón de la Marina de Port se convierta en la casa-museo de Paco Candel, como tienen tantos otros muchos escritores por todo el mundo. “Es una manera de preservar la memoria, defender su obra y reivindicar a la inmigración. A un autor lo puedes comprender de muchas formas, pero esta sería la vital porque sabes que aquí leyó y escribió, pero también comió y durmió. Es la manera más viva de tenerlo”, sostiene. Y se acuerda de amigos de su padre que han vuelto a entrar en el piso años más tarde y le han reconocido que aún “se respira su atmósfera”. “No está hecho de cara a la galería ni está adulterado para mostrarlo suntuosamente, sino que se presenta desde la humildad y la realidad. Ves que es de verdad”, subraya.

La casa-museo de Paco Candel, en la que no hace falta acometer grandes reformas “al ser una casa humilde”, solo arreglos puntuales, se puede integrar en las rutas literarias que resiguen sus pasos por Montjuïc y la Zona Franca. Se parte a la busca de los vestigios de las barracas de Can Tunis en las que malvivió cuando llegó a Barcelona con apenas dos años, con su padre deslomándose en la cantera de Montjuïc.

Luego, se va a donde estuvieron las desaparecidas Casas Baratas, cerca de la Parroquia de la Mare de Déu de Port. Fue ahí donde el padre de Paco Candel trabajó como sacristán y su hijo pudo empaparse de un imaginario de personajes que acabaría retratando en sus novelas, muchas veces demasiado fidedignamente y haciendo enfadar a sus vecinos. “Fueron una mina para su obra: la inmigración, la gente con sus problemas, las barracas que había alrededor, el cura progresista, la maestra… Todos ellos eran su pequeño Macondo de escritor popular”, remarca María Candel.

Después toca pasar por la casa-museo, muy cerca del impresionante mural que le dedicó recientemente el artista Roc BlackBlock coincidiendo con los 15 años de su muerte. Y sin olvidarse de la Biblioteca Francesc Candel o el gegantó Paco Candel, de la colla Marina de Sants.

La escuela Paco Candel, en L’Hospitalet de Llobregat, ciudad donde fue concejal de Cultura (1979-1983) con el PSUC, se escapa un poco de la ruta, pero seguro que daría para uno de sus libros, estando en barracones desde hace 13 años. “Él trataba todos los problemas de la gente de estos barrios, que se reproducen en un juego de espejos en todos los barrios. Habló de la vivienda, el transporte, las basuras, los colegios, las guarderías, los servicios sanitarios… Tenía una sensibilidad especial para el que está fuera. Él todo aquel que estaba marginado, primero, tenía la sensibilidad de detectarlo y, luego, de defenderlo como fuera. ¿Cómo le podemos dar la espalda a una persona gracias a quien los barrios han crecido?”, reflexiona su hija, rememorando que, cuando se le veía triste y preocupado en casa, no era por nada personal, sino por alguna historia que le habrían contado de alguien que lo pasaba mal.

“Mi padre tenía una sensibilidad especial para el que está fuera. ¿Cómo le podemos dar la espalda a una persona gracias a quien los barrios han crecido?”

“Ahora, creo que él seguiría viendo el mundo un poco como siempre, no sería demasiado optimista. Por descontado, le preocuparía todavía el que consideraría como el gran tema, la pobreza. También el auge de la derecha, que está exacerbada y está intentando destruir el equilibrio tan delicado que mi padre y otra gente crearon y que costó tanto”, se aventura a decir María Candel, quien aún no ha perdido la fuerza para hacer realidad esa casa-museo que reivindique a una cara de la ciudad que muchas veces se ignora, a la espera de que se concreten los apoyos institucionales que permitan llevarla a cabo. “Esta casa-museo está en el corazón de los barrios de periferia, más desprotegidos culturalmente. No es una vivienda suntuosa en el centro, está en un enclave que tenemos que defender”, recalca.

Para lo que también habrá que esperar será para ver el paseo que le dará la ciudad con su nombre. Después de años sin saber dónde ubicarlo, ni más ni menos, desde el 2008, el Ayuntamiento de Barcelona dio luz verde el pasado marzo al futuro Paseo Paco Candel. Estará en la Marina de Prat Vermell, en una vía de nueva construcción que irá desde la calle de la Metal·lúrgia hasta el Paseo de la Zona Franca, entre las calles Plom y Foc, encajada en un barrio que está creciendo con nuevos bloques y hoteles, lejos de las barracas que sufrió el escritor, pero volviendo a olvidar a muchos que siguen sin voz.

Fotografías Paco Candel
Mesa con las fotografías de Paco Candel. © Rafa Marín