“Soy músico, compositor y profesor; padre y amigo de mis amigos. Creo que tengo buenas canciones y que he ido mejorando, con el paso de los años, como cantante y letrista. Me considero musicalmente inquieto y alguien con un sentido del humor muy británico. Y, también, algo importante para mí, es que soy una persona creyente”, reflexiona a pie de barra Steven Munar, uno de los nombres clave de ese pop barcelonés que, desde los años 90, se mide en condiciones de igualdad cualitativa con lo que se cocina en Reino Unido o Estados Unidos.
Un lenguaje propio, reconocible, aplaudido, donde se han ido sucediendo influencias diversas, desde el folk hasta el rock americano, pasando por la flema de unos Kinks o unos Beatles en eterna pugna por ser la pluscuamperfecta banda de pop. Y, por supuesto, un omnipresente Leonard Cohen que suena ahora mismo, acompasando el atardecer y la Estrella Galicia que el parroquiano degusta, con las notas de The partisan.
“Todo empezó hacia 1986”. En aquel momento, el artista aún residía en su Palma de Mallorca natal. “Con mi amigo del alma, Miguel Pérez Kersley, creamos la banda The Walk, con influencias de lo que nos gustaba entonces: Echo and the Bunnymen, Chameleons o The Sound”. Con aquel proyecto se fueron fogueando, aprendiendo el oficio de subirse a las tablas y conquistando unos cuantos escenarios mallorquines.
El año del cambio llegó en 1994. “Cambiamos el nombre y el rumbo de la banda. Teníamos otras influencias como Frank Zappa, Doors o Captain Beefheart. Nos convertimos en The Tea Servants y, al cabo de pocos meses, nos vinimos a vivir a Barcelona aprovechando que salía nuestro álbum de debut”. Aquel fue el punto de partida de una trayectoria densa que llevó a Steven y los suyos por todos los festivales y espacios más significados del circuito musical —“FIB, Conciertos de RNE,…— y a grabar varios álbumes donde se respira el tránsito de la banda por terrenos sonoros diversos que unen los Talking Heads con Dylan o Buffalo Springfield. En medio, I wanna be JJ Johanson: hit de 2001 que sonaba en todos aquellos sitios donde merecía escuchar lo que sonaba.
Epifanía en la Platja del Miracle
De pronto, en 2003 aquello llegó a su fin. “Grabamos el álbum Travel west, tocamos en el Primavera Sound de aquel año y, poco después, nos separamos”. Tras aquello, el artista emprendió un periplo, guitarra en mano, “por bares de Catalunya y Mallorca, tocando, conversando con gente, ¡todo muy hippie!”, ríe. Y entonces, un día, sentado sobre la arena de la tarraconense Platja del Miracle, manó una nueva canción. La primera de un nuevo repertorio que, en 2005, iba a sentar las bases de su carrera en solitario como Steven Munar & The Miracle Band, con los que debutó con el disco Miracle beach.
“Aquella época fue muy trascendente para mí. Me casé, nació mi hija, descubrí la fe y saqué tres álbumes que son como mi trilogía de folk rock”. Tras aquellos tres álbumes, la Miracle Band cambió. “Miguel y yo pusimos un paréntesis a nuestra colaboración y trabajé con otros músicos como las guitarristas Juliane Heinemann y Patricia Serrano y el bajista Sergio Mesa”. Las influencias se amplían de nuevo. Oscilan otra vez entre el pop europeo y las raíces americanas. Entre Bowie y los Byrds. Salen más discos, Time traveller, Violet Kosky, The fish and the net. Nando Caballero le dedica el documental Miracle boy, que se estrena en el In-Edit y en 2021, de golpe, todo se frena.
“Tenía 50 años y necesitaba un reset. Me concentré en mi familia, en la fe, lidié con una crisis personal que me alejó de un faranduleo en el que tampoco había estado metido del todo”. Poco a poco, no obstante, las canciones fueron volviéndole a la cabeza, al alma, saliendo al mundo. Y ahora, “tras dos años de trabajo”, el artista vuelve con un nuevo elepé: Family (Discos Belamarh), en el que vuelve a estar Miguel Pérez a la guitarra, “y que dedico a los que siempre están ahí: los amigos y esa familia que va más allá de los vínculos sanguíneos”. Aquellos que, como él, nunca han perdido la fe.
En recuerdo de la Sra. Antonia
“Llevo ya más años viviendo en Barcelona que en Palma aunque, conforme me voy haciendo mayor, la isla me llama. Me di cuenta sobre todo el pasado verano, tras pasar un mes y medio ahí. Hacía muchos años que no pasaba tanto tiempo en Mallorca y, cuando volví, me di cuenta de lo molesto y omnipresente que es el ruido en Barcelona”, explica el parroquiano, para el que la ciudad ha sido el escenario de los aspectos más importantes de su vida.
“Aquí me he casado, ha nacido mi hija, he vivido mi carrera musical y mi trabajo de profesor de inglés”. Y aquí es donde, a los 28 años, el músico conoció a una de las personas fundamentales de su vida, la Sra. Antonia. “Me hizo descubrir la fe, todo aquello que no se ve, pero que también existe. Fue como una abuela, una maestra de vida. Falleció en 2019 y la echo muchísimo de menos”.
Sentado sobre la arena de la tarraconense Platja del Miracle, manó la primera canción de un nuevo repertorio que sentó las bases de su carrera en solitario
Steven Munar alza su Estrella Galicia y brinda al aire en la memoria de aquella amiga cuyo recuerdo siempre le ha de acompañar. Echa un trago y cierra los ojos, con una sonrisa. Después, con parsimonia, saca su paquete de tabaco Manitou rubio y se lía un cigarrillo para ir a fumar fuera.
— ¿Querrás otra cerveza, después?
El músico sonríe, mientras resuenan los compases de Famous blue raincoat de Cohen.
“¡Y tanto! ¡Y ya de paso a ver qué hay de menú para cenar!”, replica.