Raúl Orellana
El DJ y productor Raúl Orellana.

Raúl Orellana y los albores de la Barcelona clubber 

El DJ comandó la cabina de Studio 54, la mítica sala del Paral·lel, entre 1982 y 1994, año de su cierre

Resultaría complicado y, sobre todo, injusto hablar de la banda sonora de la Barcelona de los años 80 y 90, de la cartografía clubber de aquel tiempo y lugar, obviando el nombre de Raúl Orellana. El Dj y productor granadino movió, entre 1982 y 1994, incalculables toneladas de bullarengues desde la cabina del Studio 54. Generaciones de conciudadanos gastaron suela y soltaron litros de sudor, amor y euforia al compás de inapelables hits como Promised land de Joe Smooth, Hit’n’run lover de Carol Jiani o esa eterna versión revienta-pistas del  Ain’t no mountain high enough por Inner Life. 

Y el artífice de un buen trozo de esa banda sonora vital es Orellana, uno de los responsables del auge del house en las pistas de baile de la ciudad quien, en su faceta de productor, ha trabajado con una gran cantidad de artistas, desde Los Rebeldes o Gabinete Caligari, hasta la primerísima dama del soulful house, Jocelyn Brown.

“De pequeño, recuerdo escuchar en la radio Bandolero de Juan Carlos Calderón o Caballo negro de Manolo Sanlúcar. Esos dos temas me enganchaban y trataba siempre de grabarlos”, explica este fan declarado de Bob Dylan, con cuyo Hurricane gastó metros de aguja durante la adolescencia.

Su vida iba a dar un vuelco cuando, con veinte años, iba a entrar en la cabina de la mítica sala del Paral·lel en sustitución del Dj residente, el neoyorquino Richie Kaczor, que venía directamente del Studio 54 de la Gran Manzana, pero cuyas selecciones no supieron adaptarse a los nuevos tiempos y acabaron por no funcionar entre el público local.  

Choque musical

“El 54 se inauguró en octubre de 1980 con un repertorio musical excelente, con verdaderas novedades de las compañías americanas y temas absolutamente desconocidos en España. Esa fue una de las razones de su éxito inicial, unido al espectáculo de iluminación y el impresionante sonido y, por supuesto, la sala, inigualable en aquel momento. Pero la evolución de la música y la aparición de bandas inglesas y de música blanca, que tenían más aire de pop que de disco, giró por completo la tortilla”, argumenta Orellana a propósito de artistas como Soft Cell, The Cure, Spandau Ballet, Duran Duran o Human League, que iban tomando el relevo a artistas propios de lo sets de Kaczor como Kurtis Blow, Cheryl Lynn, Kasso o Firefly.

“Richie se acabó de desilusionar porque lo que iba apareciendo no era su estilo ni su cultura, y acabó pinchando cuatro y cinco veces los mismos temas en una sola noche”. Aquello, claro, no podía durar.

— Cuando entraste tú en la cabina de la discoteca, ¿dirías que hubo choque musical? 

— Yo comencé a pinchar en junio del 82 y me encontré haciéndolo para 300 personas un sábado noche, en una sala donde cabían más de 1.800. ¡Sí que se podría considerar un choque musical!

Durante sus años de existencia, Studio 54 también acogió gran cantidad de conciertos, de los que el Dj recuerda con especial afecto “los de Tina Turner, ABC, Simple Minds, Talking Heads y, quizás por su relevancia a día de hoy, el de Depeche Mode”. 

El camino de selector a artista

En 1983, empieza una proficua colaboración entre Orellana y el sello discográfico Blanco y Negro Music, con la publicación del primer álbum mezclado jamás editado en el país: Studio 54 connection, “Blanco y Negro lanzaba al mercado periódicamente, y como todas las compañías, muchos temas. Y en aquel momento eran obligados los mixes”. Recopilarlos fue una apuesta ganadora, tal y como atestiguan posteriores lanzamientos como la saga Bolero mix o Blanco y Negro mix. Una tendencia que caracterizará varias discográficas como Max Music.

Orellana es uno de los responsables del auge del house.

En 1987, el sello y el Dj dieron un paso más lanzando Raúl mix 87, que representaba un antes y después al tratarse de un disco a nombre de un Dj y encima uno que no era extranjero. El disco se convierte  en inmediato súper-ventas y posiciona el nombre de Raúl Orellana como autor. Es el primer paso de una carrera en solitario que se materializa en dos álbumes que se hallan entre los pioneros del house hecho aquí para el gran público.

“Yo seguía básicamente todo lo que llegaba de importación de Estados Unidos, de ahí que quisiera emular el house, pero con acento nacional. Mis discos Guitarra y Real wild house son un ejemplo de ello”.

La trascendencia de un club

Raúl Orellana comandó la cabina de Studio 54 entre 1982 y 1994, año de su cierre. 

Todavía son legión los punters y animales bailongos que frecuentaban aquel templo del clubbing barcelonés y que siguen rindiendo pleitesía a la figura de aquel chico granadino que hizo que tantas cosas excitantes sucedieran en la pista de baile. A éstos, se suman generaciones posteriores, ávidas de vivir un trozo, un instante, de aquel templo musical en una Barcelona añeja, distinta. Una ciudad de cuyo actual entramado nocturno Orellana lamenta “que se ha vendido a promotores que no se sabe de dónde han salido y que nadie conoce, aunque —matiza— cada vez hay más propuestas al peso de música electrónica”. 

Y, a modo de ilustrativa puntilla, Raúl Orellana añade: “el festival Sónar siempre recurre, como cabezas de cartel, a artistas que se descubrieron en el 54, como Pet Shop Boys o New Order”. 

Ahí queda eso.

— ¿Y ahora mismo en qué asuntos andas metido?

— Actualmente estoy centrado en los bolos y en las fiestas periódicas del 54. De hecho ya estamos preparando el 43 aniversario.

Y se prevé llenazo, claro.