FERNANDO MUÑIZ
Fernando Muñiz ha sido de todo; ahora lidera el web 'El Café de la Historia'.
El Bar del Post

Fernando Muñiz: La cara B de la Historia

Los parroquianos se frotan las manos cuando ven llegar a Fernando Muñiz al Bar. Saben que habrá historias increíbles narradas por uno de los mejores raconteurs de esta ciudad, como lo definió una vez Kiko Amat. Historias propias, de una vida que parece sacada de una novela, o historias de la Historia, la gran pasión sobre la que este barcelonés de ascendente asturiano concentra actualmente sus esfuerzos.

Se acoda a la barra y pide: “Una caña, lo cual a menudo me supone un problema en esta ciudad en la que, salvo muy contadas excepciones, el noble arte de tirarlas bien ni está, ni se le espera”.

Fernando ha sido de todo: “he estado involucrado en el mundo de la prensa underground con diferentes fanzines, he sido Dj, profesor, conferenciante, corrector, he montado agencias de management, tuve mi propia banda, he organizado infinidad de conciertos y festivales, tuve un sello discográfico, un bar musical, he escrito libros, he editado revistas, he hecho radio y muchas cosas más que ahora mismo ya ni recuerdo”. Habla el que fue músico en Los Bretones, junto con el añorado Jordi Calvo; dueño del mítico Portobello Café de Gràcia, organizador del recordado tinglado Spanish Bizarro, con sus recopilatorios y festivales; DJ residente en el Magic a principios de los 90, editor de la descojonante revista Flandis Mandis y coautor de dos libros imprescindibles para la cultura de bar de la ciudad como son los dos volúmenes de Barcelona on the Rocks. Entre otras muchas cosas.

Todas las aventuras duraban hasta que se me acababan las ganas o el dinero, mayormente lo segundo ya que se hacían más desde la pasión que desde el negocio y, claro, como uno no lleva Pujol o Rockefeller de apellidos, la vida te va poniendo en tu sitio a base de serios correctivos”.

Historias dentro de la Historia

 

Lo último en lo que este hiperactivo cincuentón anda metido, además de coordinar el club de lectura de la biblioteca Vallcarca-Penitents, es El Café de la Historia, una página web que busca hacer justicia a una disciplina muy maltratada. “De entrada, la historia siempre ha sido esa plúmbea sucesión de reinados, fechas, batallas y tratados con los que un desmotivado profesor te daba la turra en clase. Hoy, es eso que se manipula sin rubor al antojo de cantamañanas y nacionalistas de turno que te quieren colar alguna milonga. Conocer la historia es la mejor vacuna ante los delirios y las mentiras de unos y otros”.

El proyecto original no era una web sino un libro que recopilara “anécdotas delirantes, alucinantes, descacharrantes, en fin, curiosidades desconocidas de la historia”. De hecho, yendo más atrás, para Fernando la chispa del proyecto prendió “al caer en la cuenta de que cuando salía a colación y explicaba alguna de estas curiosidades, en medio de conversaciones en alguna barra de bar como en la que estamos ahora, mis amigos flipaban”.

Cápsulas de la historia tan verídicas y rigurosas como extrañas. Por ejemplo, “un señor de Lepe fue Rey de Inglaterra durante un día, y no es un chiste. Otra: Joseph Pujol, un francés de origen catalán, fue una de las personas más famosas hace cien años en Europa gracias a su habilidad tirándose sonoros pedos, grabando discos a base de su peculiar sección de viento, haciendo giras mundiales con colas kilométricas para ver sus espectáculos. Otra más: En los años 90 un barrio de Madrid se independizó de España creando su propia moneda, constitución, fuerzas del orden, fronteras, etc., con el apoyo de Fidel Castro y casi acaba la ONU mediando en el follón. Más: El accidentado paso de Buffalo Bill y su espectáculo por Barcelona”. Y así, un largo etcétera.

Barcelona en el ADN

“Mi abuelo, todo un personaje de novela de Galdós, Valle-Inclán o Casavella, dependiendo del día y de la hora, era agente de espectáculos y, en su condición, trataba y hacía de puente entre los dos extremos de la sociedad de esta ciudad: los adinerados que le llamaban para contratar artistas para sus fiestas particulares, y los propios artistas por otro lado. La burguesía y la bohemia barcelonesa en el mismo pack”. El pequeño Fernando era su sombra.

“Haciéndole de escudero descubrí una Barcelona con personalidad fronteriza que no me tocaba por generación, una ciudad que no salía en las guías amables, la cara B de Barcelona. Una ciudad de poetas que iban de bar en bar leyendo sus poesías a cambio de un bocadillo, de buscavidas, chaperos, chulos, prostitutas, de perdedores de la guerra y la vida en general que malvivían en pensiones de la calle Hospital. Pero, al día siguiente de haber cerrado todos los bares de la calle San Ramón, mi abuelo podía llevarme a almorzar con Josep Lluís Núñez o Antoni Samaranch”.

Quizás sea ese bagaje el que hace que, ahora, no se sienta especialmente unido a una ciudad de la que le fastidia “lo efímera y superficial que es en ocasiones, el desprecio que demuestra sobre las cosas que me gustan y me importan y la importancia que da a otras cosas que me son absolutamente indiferentes, pero creo que es más el signo de los tiempos que nos toca vivir que de Barcelona en sí”.

Fernando pide otra caña. A su alrededor, como abejas en un panal, se ha apelotonado el paisanaje del bar para escuchar sus anécdotas e historias dentro de la Historia. De fondo suena Radio 3, “la oigo exclusivamente desde que tengo memoria”. Ponen Walls Come Tumbling Down de Style Council y sonríe, cómplice consigo mismo de aquel himno de juventud.

–¿Os pongo mesa?

–Me gusta más tapear, de pie en la barra y buena compañía y, viendo que las cañas están bien tiradas, lo que se tercie.