Júlia Peró
La escritora Júlia Peró, que recientemente ha publicado 'Olor a hormiga'. ©Luis Mario
EL BAR DEL POST

Júlia Peró: Escribir es otra forma de llorar

“Cuando era adolescente, un muy buen amigo se suicidó y yo lo viví de cerca. Usé el dolor como material para mi primer poemario, Anatomía de una bañera. Y esta novela la escribí años después de vivir con mi abuela y su Alzheimer”, reflexiona a pie de barra la escritora y artista multidisciplinar de apellido adversativo, Júlia Peró, a propósito de su debut Olor a hormiga (Penguin).

El libro indaga en los miedos y soledades de una vejez tratada como apestado tabú por una sociedad ombliguista que ojea la vida rápido, casi sin mirar y apenas sí viendo. “Supongo que lo que me mueve literariamente son razones egoístas: trabajar mi dolor, mis miedos y mis inseguridades”, añade, mientras sorbe un té negro con leche vegetal y acepta que la Menahan Street Band desgrane de fondo su repertorio instrumental, “por no tener letras que me vayan a distraer de la conversación”.

Se define, ante todo, como escritora “aunque luego gane dinero como diseñadora gráfica y UX”. Cuando puede —“y cuando no, también”— lee todo lo que acumula compulsivamente en su librería, lo que le ha dado pie a llevar el club de lectura online Libros Crujientes. “Y si todo eso no fuera suficiente, la cabeza a veces también me lleva a pensar en la performance, en la fotografía o el videoarte”. 

—Un poco workaholic, tú, ¿no?

A Júlia se le escapa una risotada casi felina. “Parece que me guste trabajar y todo, pero la verdad es que me desagrada bastante. ¿Se nota que soy autónoma?”. Y, acto seguido, confiesa llorar o enfadarse mucho: “Creo que es lo que se me da mejor. Llorona de profesión, ¿te imaginas? Ojalá”. Tal vez escribir sea, en este sentido, otra forma de llorar.

La atracción de los detalles aparentemente ínfimos

Orgullosa, siempre, de lo último, la parroquiana asegura que ve Olor a hormiga como lo mejor que ha escrito hasta la fecha. “Es más, me avergüenzo de mi poemario y de todas las antologías en las que he participado. Supongo que, en unos años, la novela me parecerá excesiva, inmadura o desafortunada. Pero por ahora siento que con ella he aprendido muchísimo y ha sido muy reveladora para encontrar mi estilo”.

Un lenguaje que, de alguna manera, lleva buscando desde siempre. “Soy alguien que se fija mucho en las cosas y en las personas. Los detalles aparentemente ínfimos son como una luz y yo soy su polilla. Así que quizá eso de comunicarme con el mundo o expresarme de forma artística se dio como un proceso natural”.

La escritora y artista Júlia Peró. ©Luis Mario

A propósito de la escritura, la cosa viene de lejos. “Desarrollé un interés obsesivo a los doce o trece años. Me pasaba horas inventando historias y diálogos, viendo películas y reescribiéndolas enteras. En 2008 escribí mi primera novela, malísima e infantil, que mi padre editó e imprimió con gran cariño. Tener aquel libro en las manos, aquel libro que no era nada, pero que para mí lo era todo, fue el instigador de todo lo que he escrito después”.

En estos días, anda metida en su segundo poemario y certifica que tiene ya muchos apuntes acumulados para su siguiente novela, mientras trata de no dejar de lado el arte conceptual, aunque falte tiempo. “Además de autónoma, soy hija, hermana, amante y amiga de algunas personas. Y madre de una gata muy buena y paciente, y eso sí que me tengo prohibido dejarlo de lado. Hay que jugar mucho con los gatos. ¡Es primordial!”.

Una ciudad a la que volver

Barcelonesa cosecha de 1995, la escritora identifica la ciudad como el lugar donde, además de nacer, le pasaron todas las cosas trascendentes de su niñez y adolescencia, desde pronunciar su primera palabra, “fue arròs” o enamorarse de “los galets y del pa amb tomàquet”, hasta sufrir bullying, meterse en peleas o romperse el escafoides patinando. “Hice muchos puzzles en la calle Violant d’Hongria y me especialicé en el eyeliner en una habitación sin ventanas de la calle Riego. Luego crecí un poco, pero no mucho, porque intuí que medir metro y medio me haría destacar de alguna forma”, ríe.

En estos días, anda metida en su segundo poemario y certifica que tiene ya muchos apuntes acumulados para su siguiente novela

Crecer fue enfadarse: “Fui a algunas manifestaciones, cambié de amistades, me enamoré algunas veces. Estudié diseño por miedo a no conseguir ganarme la vida siendo artista. Empecé a trabajar en serio, lo que es un error garrafal, y empecé a escribir en serio, lo que es un gran acierto. Mucho más tarde conocí a un cántabro y me fui de Barcelona para vivir en otros países. Cuando empezó el Covid y la vida se afeó, reculé y llegué de nuevo a la ciudad como esa niña asustada que se lanza a los brazos de la madre. Viví la ciudad sin verla, encajada entre cuatro paredes, y cuando nos dejaron volver a salir decidí que no era lo mío y me fui a otra provincia a mezclarme entre los árboles”. 

Júlia Peró
Peró nació en Barcelona en 1995. ©Luis Mario

Y ahí sigue, aunque “con el presentimiento de que siempre voy a volver aquí”, quizás atraída por los retablos que la unen sentimentalmente a la urbe, “como las ancianas que se sientan en los bancos a tomar el sol, con sus carritos de la compra y sus pelos blancos y rizados. Las niñas y niños saltando a la comba en la plaza de Osca mientras sus madres toman el vermut en las mesas de al lado… o las palomas, ¡adoro las de Barcelona!

—¡Venga, mujer, no fastidies! ¿Las palomas? ¡Si son lo más repugnante de esta ciudad!

Júlia Peró vuelve a reír. “A mí lo que me disgusta de aquí son los pises de perro en las esquinas, los hombres que me siguen de noche y el precio imposible de los alquileres”.

Y se hace un silencio que, de pronto, rompen las Pipiolas con las notas de Romancero propio, y la escritora exulta: “¡Este disco es emocionante!”.

Olor a hormiga de Júlia Peró
Olor a hormiga, publicado recientemente por Júlia Peró.