Javier Montesol
El pintor e historietista Javier Ballester, alias Montesol.
EL BAR DEL POST

Javier Montesol: El judío errante del ‘underground’ barcelonés

“La mía fue una generación a la que le tocó romper con la España tardo-franquista. De hecho, pensamos que rompíamos algo y que nos íbamos a parecer a otros países europeos, pero no hicimos más que el panoli. En el fondo fuimos unos niños malcriados que nos permitimos cosas que no nos teníamos que haber permitido. Así es cómo lo veo ahora, en mi vejez. Tuvimos lo que tuvimos gracias al esfuerzo de nuestros padres”, sentencia el pintor e historietista Javier Ballester, alias Montesol, ante una copa de Ribera del Duero.

Nombre de relieve del underground barcelonés, cofundador de la revista Star, miembro del colectivo El Rrollo Enmascarado, autor de míticos cómics como Don Vito, Vidas ejemplares o la recién cerrada trilogía de La noche de siempre, Fin de semana y Cuando acaba la fiesta, junto con Ramón de España. Este es el artista que ha llegado al Bar a última hora de la mañana, pidiendo, ante la inminente conversación, que se apague la radio “que antes escuchaba mucho, pero ahora ya prefiero el silencio”. Acto seguido, se ha acodado a la barra y ha pedido su vino.

“Mi problema —prosigue tras un breve sorbo— siempre ha sido aceptarme, gustarme. Creo que el gran reto es el respeto hacia uno mismo. Reconocerme, descubrirme y aceptarme me ha costado toda la vida. Y dentro de ésta, todas las etapas, todo lo que he hecho, tiene valor”.

“Mi problema —prosigue tras un breve sorbo— siempre ha sido aceptarme, gustarme”

Así, tan orgulloso se muestra de sus cómics de los 70 como de sus últimos logros, de los que destaca “una exposición en Zamora sobre una bailaora flamenca, que no es que el flamenco me interese especialmente, más allá de que era una música que se oía en las calles del Guinardó de mi infancia, pero me interesa el movimiento”. Un tema al que quiere dedicar más exposiciones.

También expresa su satisfacción por la reciente entrega del mural La batalla de Tetuán, “que me había encargado el MNAC y que entregué al Centro de Historia y Cultura Militar de Ceuta”. El acto se celebró en noviembre en el Regimiento Mixto de Artillería, situado en el acuartelamiento Fuentes Pila, “y fue una sensación muy bonita, la de la obra contemporánea de un artista del underground entregada a unos estamentos militares que me trataron muy bien”.

Otra novedad es la novela gráfica La calle Aragón, todavía inédita.

— ¿Ya hay fecha de publicación?

— Por el momento no quiero publicarla, la idea es que forme parte de una trilogía de memoria.

La Calle Aragón Montesol
Páginas en bruto de La Calle Aragón, la última novela gráfica de Montesol, todavía inédita.

Huida de lo establecido

La vida de Montesol ha estado marcada por el cambio y por no hacer lo que se esperaba de él. “Mi primera ruptura con el camino que tenía encomendado ocurrió cuando tenía 21 años y estudiaba Ciencias Económicas, de acuerdo con la voluntad de mi padre. Un día, en la casa paterna de los Maragall de la calle Brusi, la mujer de Pau Riba me dio un ácido y eso cambió mi cabeza completamente. Ahí eché por la borda el plan de trabajar en una entidad bancaria”.

En 1992, Barcelona se había “puesto guapa” y Montesol era un artista ya afirmado. Pero entonces ocurrió algo que le abocó a un nuevo cambio radical. “Fue cuando mi padre falleció. Me di cuenta de que el mundo que estaba viviendo no era mi propio mundo. De repente, retomé mis raíces españolas, abandoné el mundo del nacionalismo catalán que había abrazado y que vi como un provincianismo y un engaño”. Poco después, el artista se mudaba a Francia “con la idea de ser ciudadano en una república europea y de centrarme en mi trabajo y en ser yo mismo. En el 92 fue cuando me convertí en judío errante, que es lo que considero que soy”.

De Francia volvería al cabo de siete años, “pero me fui a Madrid, porque prefiero ser extranjero ahí que catalán castellanoparlante en una Barcelona que, con la trampa de la lengua, no integra, sino que genera conflicto y falta de aceptación”. Y ahí sigue instalado, desde entonces, este barcelonés cosecha de 1952.

Javier Montesol
Javier Montesol ante una de sus obras.

Una Barcelona embutida en barbitúricos

La infancia de Montesol estuvo delimitada por las fronteras naturales de su barrio: Horta, Guinardó, Clot y Gràcia. “Barcelona es la mejor ciudad de España. Es muy agradable, no es tan dura como Madrid. Para mí, cumplió con una etapa de formación, hasta los 40 años, cuando vi que ya no me podía aportar nada más y fue cuando me fui y empezó mi etapa adulta. Asistí, además, a una ciudad que mutó. Que fue la primera española en impregnarse de cultura francesa y anglosajona, que tuvo cultura, cine europeo, radio que emitía música de todo el mundo, la revolución urbanística de los años 80… Pero, curiosamente, cuando llegó aquella Barcelona olímpica, sin la miseria de antaño, ya no me interesaba. No me interesaba la Vila Olímpica, ni aquel nuevo Montjuïc. Mi relación con Barcelona se ha visto, por tanto, interrumpida, porque mi obra de madurez ha tenido otros escenarios”, admite el parroquiano, que piensa que “a estas alturas, no creo ya que vuelva nunca a vivir aquí”.

Cuadro Javier Montesol
Javier Montesol: “Barcelona es la mejor ciudad de España. Es muy agradable, no es tan dura como Madrid”.

Apenado por un establishment “que ha convertido la ciudad en un lugar turístico, desposeyéndola de su nervio cultural e industrial, de su carácter, como si estuviera todo el día embutida en barbitúricos”, Montesol admite que “la visión de aquella Barcelona autocomplaciente es lo que hizo que dejara de interesarme por completo”. Y tras estas palabras, apura su vino.

— A todo esto, ¿te interesará comer alguna cosa? Aquí tenemos de todo.

— Gracias —repone Javier Montesol con una sonrisa tenue—, pero cada vez que paso por Barcelona tengo mis rituales. Uno de ellos es la obligada visita a la tortillería Flash Flash, de Granada del Penedès. ¡Siempre que vengo de visita a la ciudad me gusta ir a comer ahí!

el pintor e historietista Javier Ballester, alias Montesol
Montesol pintó en directo, en el Salón Oval del MNAC, su particular versión del cuadro de Fortuny La batalla de Tetuán.