Foto Rafael Reina, tocando el violin en concierto y proyectado por un dibujo mio (1)
A los once años Hun Deok Lee tuvo una epifanía al tocar un violín por primera vez. En aquel momento decidió que iba a hacer música. © Rafael Reina
EL BAR DEL POST

Hun Deok Lee: Remix cultural

Tras aparcar su skateboard, encaramarse a la barra y pedir “una caña bien tirada, con sus dos deditos de espuma, que esté bien fría y si es de producción propia mejor, así contribuyo al comercio o negocio local”, Hun Deok Lee solicita acompasar la charla con las notas del Souvlaki de Slowdive, “para mí, el mejor álbum de shoegaze de todos los tiempos. Salió en el 93 y, la primera vez que lo escuché me marcó ya para siempre”, explica recordándose a sí mismo como aquel indie kid que, gracias al disco que ahora suena, descubrió a Brian Eno que había participado con un par de temas en aquella grabación.

De ascendente coreano, este artista multidisciplinar llegó a Barcelona en 1982, “cuando se celebraba el mundial de fútbol y la mascota era Naranjito”. La suya es quizás la primera hornada de inmigrantes surcoreanos que llegaron a la ciudad y se integraron “absorbiendo parte de la cultura popular local y sumándola a mi retaje de procedencia”, amor por el kimchi y el allioli, lo cual le lleva a concluir que “en base a la suma de esas dos partes, podríamos definir lo mío como un remix cultural”. Sonríe y sorbe un trago de su cerveza antes de confesar que su vida –cada momento de la cual define como un escenario diferente donde nada es monótono ni constante– ha dado mil vueltas. “Eso sí, siempre he estado vinculado a tres disciplinas: el arte, la música y el skate”.

En los 80 creció cobijado por la subcultura skater de la ciudad. “No es sólo un deporte, sino que es un estilo de vida al que llevo vinculado más de 35 años”, y al que ha consagrado buena parte de su activismo cultural a través de exposiciones, festivales o la apertura de la tienda Ikara Skate Shop. Ese insobornable espíritu subcultural sale a flote cuando reivindica que todo cuanto hace, sus canciones, sus instalaciones, es autodidacta, “y lleva el sello Do it yourself (Hágalo Ud. mismo)”.

Madera que vibra

“Todavía recuerdo aquel maravilloso momento de cuando toqué por primera vez un violín, y sentí su sonido y su vibración”. En aquel momento, el parroquiano tenía once años y apenas había recibido una educación musical. Aun así, asegura, aquel instrumento, la vibración del sonido en su pequeño cuerpo leñoso, fue lo que le llevó a hacer música. “Juntos hemos recorrido varias etapas. Mi paso en los 90 por los Minema me marcó para siempre. Ahí descubrí, aprendí y absorbí la música pop. Fue la mejor época de mi vida. Yo tenía muy poca experiencia y aun así pude tocar en casi todas las salas nacionales y festivales como el FIB, BAM, y un largo etcétera. De hecho, estoy muy orgulloso del último concierto que dimos en el BAM en el 96. Me despedí de la escena Indie con la cabeza bien alta. Más tarde, experimenté aprendiendo a improvisar con los Ummo, banda de krautrock, sin olvidar que muchas de mis instalaciones artísticas eran sonoras, y en éstas era muy importante la improvisación de mi violín que, conectado a los efectos de los pedales de guitarra, creaba atmósferas shoegaze en salas de exposición”.

–¿Instalaciones artísticas? Explícame alguna, cómo era, y tal…

–Pues mira, una de la que estoy muy orgulloso fue una instalación en formato taller que hice para el Museo Picasso y que llamé Construyamos una nueva Torre de Babel, comisariada por Anna Guarro, y para la que se rescataron viejas tablas de skate en desuso, castigadas y dañadas, pero que alguna vez fueron objeto de deseo. Con aquellas tablas construí una mega torre en el patio Noguera del museo. El taller consistía en pintarlas de nuevo luciendo gráficos con nuevos relatos personales de los participantes. Aquel día batimos récords de asistencia: se pasaron más de 20.000 personas a visitarlo y se apuntaron al taller más de 2.000.

Ahora mismo, el artista está centrado en su nuevo proyecto musical, Cotton Tree, “en el que mis dibujos y pinturas son el núcleo e inspiración de las canciones”. Ganador en la categoría de proyecto emergente del 2021, del programa de Radio 3, Disco Grande, de Julio Ruiz, el parroquiano define el sonido de Cotton Tree como (atención) “algo que roza entre el pop y el folk limpio y transparente, que trasciende las alegorías de la vida, adornado con estratos de romanticismo, introspección, shoegaze, melancolía, cuentos y espiritualidad, y que se destila ritualmente en unas canciones que son el espejo de mi alma”. A la vez, está creando una marca personal que abarcará “desde tablas de skate, hasta ropa y obra gráfica que llevan mi arte. Lo próximo es presentarlo en salas de exposición en forma de pop-up store, donde se podrán apreciar todas mis disciplinas en un mismo pack”.

Cotton Tree
El nuevo proyecto del artista, Cotton Tree, es una banda de pop y folk. © David García Menéndez

Un ciudad para ser patinada

Apasionado ante la idea de recorrer la ciudad sobre su skate, destaca que le encanta “contemplar los monumentos, la arquitectura, lugares secretos donde aguarda un sinfín de relatos históricos. Me encanta la historia de Barcelona, empezando desde la Barcino Romana, pasando por sus muros, la historia de las Ramblas y sus secretos ocultos, 1714, el Call o Judería, los sefardíes y su historia, Ildefons Cerdà, Antoni Gaudí y su legado. Me fascina ver las fachadas que contengan decoraciones modernistas, ¡me pasaría horas contemplándolas!”.

Actualmente ligado a la ciudad por una relación de amor-odio, como tantos barceloneses, el artista recorre con la mirada de la memoria “la transición de cómo aquella ciudad postindustrial degradada se reconvertía en la sede de los Juegos Olímpicos del 92 y, con ello, llegaba la restauración del espacio público en la que, en una ciudad a la que no llegaba el mar, de repente aparecían kilómetros de playa y, en poco tiempo, se acabaría por convertir en un destino turístico”. Un modelo de ciudad que también trae consigo aspectos detestables, “como los fondos buitre, los lobbies, los turistas incívicos, el tráfico del centro, las rondas a primera hora de la mañana, los fachas, los carteristas o los skate stoppers”, lamenta, finalizando al mismo tiempo su cerveza.

Desde los años 80, Hun Deok Lee está íntimamente vinculado a la subcultura skater. © Toño García

–¿Quieres otra? También tenemos buena teca: pinchos, bocatas, platos combinados, menú…

–¡Venga esa otra cerveza! Y bravo al menú completo. Me encantan los bares y restaurantes de comida casera de toda la vida.

Y, tras proferir estas palabras y sorber el primer trago de su nueva cerveza, un pletórico Hun Deok Lee añade, esgrimiendo el botellín a modo de brindis:

¡Insisto en apoyar los negocios locales!

Hun Deok Lee en concierto
Artista multidisciplinar y de ascendencia surcoreana, Hun Deok Lee, lleva 40 años viviendo en Barcelona donde se ha granjeado un nombre en la escena artística y musical local. © Rafael Reina