“Me gusta vivir experiencias emocionantes y disfruto poniéndome a prueba. Además, soy madre de una familia numerosa caótica y divertida y, a veces, aunque tenga un trabajo de responsabilidad y tres hijos, todavía me cuesta sentirme adulta”. Acodada a la barra, Patrícia Martínez del Hoyo sorbe un trago de la caña recién servida y pica una aceituna. En su mirada, el brillo lleno de curiosidad y apetito por nuevos estímulos. Fuera, atardece, y el Bar se anima.
Guionista, creativa, actriz y dramaturga ocasional, inquieta y, como buena alma joven, constantemente en busca de nuevos juegos a los que jugar, Pat —“que es como me llama todo el mundo menos mi hermana melliza, que me sigue llamando Patrícia”— lidera EVA, el canal dirigido a la Generación Z de 3Cat.
Por si esto no la tuviera lo suficientemente ocupada, acaba además de debutar con su primera novela, Ens hem perdut (La Campana). Una historia viajera, emocional, narrada con tono de road movie, de jóvenes en busca de sentido: el de la vida, el del amor, el de su lugar en un mundo complejo y grande donde una canción puede cambiar el curso de tu existencia. Peligroso, pero hermoso. “Ahora estoy en plena fase de promoción del libro —añade—, ¡y desde luego es una parte muy divertida y menos solitaria que la escritura!”, ríe.
— ¿Y ya te da tiempo para todo?
Sin perder la sonrisa, la parroquiana afirma. La cosa no acaba ahí. “Como me interesa mucho el humor, también me estoy formando ahora mismo en stand up comedy en La Llama School”. Se toma un par de segundos para sorber otro trago, comer un par de aceitunas y retoma la palabra: “La verdad, no sé exactamente con qué finalidad lo hago, ¡pero el proceso me está encantando!”. Un nuevo juego. Una nueva maniobra para eludir el gris y no rendirse al anquilosamiento de la edad adulta.
Cuando los cambios pluralizan la vida
Nacida en un pequeño pueblo del Pirineo, Patrícia Martínez del Hoyo puede decir de haber vivido varias vidas en una, impulsadas, multiplicadas por el cambio constante. “Pasé una infancia de mudanza en mudanza. Por el trabajo de mi padre, cambiamos de casa, de pueblo y de colegio mil veces. Sí, los cambios han sido una constante para mí”.
Hasta que no llegó su etapa de universidad, en la facultad de Humanidades, no empezó a vivir como le gustaba. Y le cogió el gusto. Su primer trabajo fue como actriz en La Fura dels Baus, con los que se fue de giras por todo el mundo. Dirigió un cortometraje, Cerdos, piñas y otros mortales, con el que se fue al prestigioso festival de Sundance. Se especializó en narrativa y transformación transmedia y fue subdirectora de La comunitat de TV3 y presentadora de Efecte wow en Club Súper 3, además de actuar en la serie Això no és Suècia.

Eso, cambios que convierten una vida en muchas, que la pluralizan, como “la etapa corta, pero intensa, en que vivimos en San Franciso con mi pareja, o cuando fui directora de una revista de decoración y me sentía fuera de lugar”, explica a propósito de El Mueble que, bajo su batuta, completó un ambicioso proceso de digitalización.
Por supuesto, las vidas son algo más que sus numerosas etapas profesionales: “La maternidad y, más recientemente, la hospitalización de mi hija tras un accidente, también son momento de los que he aprendido mucho”.
— Lo del accidente debió de ser durísimo.
— Sí, pero creo que, aunque a veces no sean agradables, todas las experiencias te enseñan cosas.
Ciudad con Gràcia
Aficionada a deambular por Barcelona en busca de rincones, paisajes y paisanajes que la enamoran, la escritora asegura que lleva pateándola, “en busca de sus barrios, sus bares y sus antros”, desde los 16 años: “Me gusta pasear con mis hijos, bajar por la calle Verdi e ir a alguna librería o ver una exposición. Me encanta el teatro, la Sala Beckett es mi sala favorita y, si no me apetece salir del barrio, ir al Heliogàbal es el plan perfecto para una noche tontorrona. De esas que sabes cómo empiezan, pero no cómo acaban”.

Instalada en Gràcia desde los 24, siente este barrio, “que es como un pueblo”, como su casa. Un espacio de caras y rincones suyos, hasta el punto de que se reflejan en su libro, “donde lo que ocurre es todo ficción, pero los sitios que describo son todos reales”.
Gràcia es, para ella, un hogar que le gusta enseñar y del que le gusta presumir. “Cuando viene alguien de fuera yo suelo diseñar la ruta, me gusta recomendar lugares”. Y recuerda aquella vez, “cuando nos convertimos, junto con una de mis mejores amigas que es intérprete de japonés, en guías para unos japoneses que venían a la ciudad. Nos ofrecimos a acompañarlos para que descubrieran los lugares más auténticos de Barcelona, comiendo caracoles y acabando en algún bar con la persiana bajada, al que sin nuestra ayuda no sabrían volver”. Y suspira, sonriendo.
— De donde no te puedes ir es de este Bar, sin haber probado nuestra oferta gastronómica. Tenemos menú, raciones, tapas, platos combinados… De aquí no te querrás ir ni cuando bajemos la persiana, ya verás.
Patrícia Martínez del Hoyo ríe con ganas. La hora de cenar ha llegado y ella, ave nocturna, se activa bajo el manto del cielo ya oscuro. Esta podría acabar siendo una de esas veladas que no se sabe cuándo y cómo terminan.
— Creo que probaré alguna ración —decide, mientras llama a su pareja para que la alcance con sus hijos.