Andrea Genovart
La escritora Andrea Genovart. © Pau Cortina/ACN
ENTREVISTA A ANDREA GENOVART

“Barcelona es una ciudad que interrumpe”

La escritora refleja un flujo continuo de pensamientos en Consum preferent (Anagrama) que también se palpa en cada una de sus respuestas. No quiere que la encasillen con la etiqueta de generacional, defendiendo que los problemas que afectan a su narradora son los de muchos, no solo de los jóvenes.

Andrea Genovart (Barcelona, 1993) se estrena este Sant Jordi con Consum preferent, ganadora del 8º Premi Llibres Anagrama de Novel·la. Su primera novela es una propuesta atrevida y acelerada sobre una realidad precaria salpicada por trabajos temporales, pisos compartidos, relaciones a medias y el consuelo envenenado de recibir nuevas notificaciones, con el ruido de una ciudad que no sabe ofrecer una respuesta para todo el mundo de fondo.

Durante cuatro años, la escritora ha dado forma a una historia en la que el estilo tiene mucho peso, con una apuesta realista y sin filtros donde múltiples discursos reivindican su espacio, colándose por cualquier rendija. Empezada cuando se quedó en paro, Genovart se ha visto obligada a “reescribir y reescribir” para transmitir la misma angustia que vive la narradora en la experiencia lectora, midiendo cada palabra para no perder ni un momento la atención del lector, abrumándolo si lo tiene que abrumar.

Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universitat de Barcelona (UB) y con un máster en Gestión Cultural por la Factoría de Arte y Desarrollo de Madrid, la autora combina la escritura con su trabajo como responsable de prensa y comunicación de varias editoriales. Después de Consum preferent, que se traducirá al castellano el curso que viene, Genovart ya tiene en mente una segunda novela, pero todavía no la ha empezado a escribir. Según dice, no tendrá nada que ver, poniéndose más fácil superar el vértigo del primer éxito.

Consum preferent es la primera novela que escribe. ¿Cómo empezó a plantearla?

— Yo he escrito de todo: poesía, cuentos, relatos… También me he presentado a concursos de relatos y he hecho cosas para mí, tengo un montón de cosas inacabadas. Siempre he sido un poco desordenada a la hora de tener un proyecto porque me costaba, incluso, definir el tipo de proyecto que quería hacer. Sabía más cuál era su naturaleza, que era la escritura, pero no tenía una idea clara. He ido tirando y hace cuatro años me decidí a hacer una novela, también un poco por el prejuicio que tenemos mucha gente de letras, creyendo que la novela es la cosa seria. De hecho, empecé a tener antes la idea de querer hacer una novela que de la novela en sí. Es decir, sabía de lo que quería hablar, pero no tenía una trama muy definida.

— ¿Cómo lo solucionó?

— Ha sido un proceso curioso porque, dando vueltas a cómo podría dar forma a todo de lo que quería hablar, me di cuenta de que me costaba tener una trama cerrada de una forma clásica, en el sentido de planteamiento-nudo-desenlace. No tenía un gran conflicto. Entonces empecé a preguntarme por qué no podía proyectar una historia de este modo. A partir de aquí, empecé a intentar dar forma a un relato desde su imposibilidad. Cuando escribía la novela, me decían, “y, ¿de qué va?”, y yo decía, “de nada, no pasa nada”. Lo decía con la boca pequeña porque me sabía mal. Pero, también pienso que es como un tipo de zoom cotidiano. Hay muchas propuestas más costumbristas, como Cesc Gay, donde no pasan grandes cosas, no son épicas ni dramáticas. Por eso, creo que todo el mundo también se puede sentir más o menos representado.

— Sin un gran conflicto, ¿qué cuenta?

— Para mí, los conceptos claves son la polifonía discursiva y la imposibilidad de aferrarse a una identidad de una forma absoluta. En una ciudad moderna como Barcelona, donde coexisten una pluralidad de discursos diferentes que te piden un posicionamiento de una forma coherente y absoluta, la narradora, Alba, carga con la angustia de no poder identificarse con ninguna de las opciones que esta le ofrece. Todo esto está relacionado con el estilo, el tema y el estilo van mucho de la mano, son un espejo el uno del otro.

“En una ciudad moderna como Barcelona, donde coexisten una pluralidad de discursos diferentes que te piden un posicionamiento de una forma coherente y absoluta, la narradora carga con la angustia de no poder identificarse con ninguna de las opciones”

— Barcelona es un personaje más entre los discursos ruidosos que asaltan a la narradora.

— Decidí poner el foco en Barcelona porque, como todas las ciudades modernas, es sobreestimulante, habitada por toda clase de personas, con diferentes ideologías, formas de vida… Teóricamente, es una ciudad que ofrece todas las posibilidades para que tú encuentres tu lugar y así se vende. Pero, yo intento darle la vuelta diciendo que, ante esta carta de presentación, qué pasa cuando nada nos convence teniendo al alcance tantas posibilidades para identificarnos.

— ¿Cómo se vive en esta Barcelona?

— Es una ciudad que realmente te interrumpe, puede ser con un anuncio en el metro o alguien que te da un papel de “Compro oro”. Es decir, todo el rato estás expuesto a la invasión de mensajes, demandas, imperativos ideológicos. Haz esto, vota esto, sé buen ciudadano, hazte voluntario, vive tu aventura, Vueling. Demandas que pueden convivir cuando tú bajas al andén en tan solo tres metros de distancia y que son completamente diferentes. Tu cabeza puede explotar. Es muy fuerte como nos hemos acostumbrado a estar atravesados por cosas totalmente inconexas, aleatorias y sin ningún tipo de distinción de valor. Es decir, todo es importante. No es lo mismo que yo te venda uno taco o un testamento, te remueven cosas muy diferentes, ¿no? Pero, aun así, te los presentan de una forma igualada.

Consum preferent Andrea Genovart
Genovart ha querido analizar la polifonía discursiva y la imposibilidad de aferrarse a una identidad de una forma absoluta en su primera novela.

— ¿Qué otras caras tiene la ciudad que habita, como puede, Alba? 

— También es una ciudad que se construye mucho a base de presumir que es un icono cultural, pero, al mismo tiempo, las personas tienen un día a día que les desgasta tanto que no tienen una relación sana con la cultura. La narradora estudió Filosofía, pero se ha tenido que reconducir estudiando Diseño Gráfico y llega tan cansada a casa que al final no quiere leer lo que a ella le gusta. Prefiere hartarse de pizzas, que le acaban sentando mal y las vomita, ver cualquier cosa por el móvil y ya está. Es una ciudad donde también el precio del alquiler afecta y condiciona toda capacidad de decisión y de proyectarse de una forma no ahogada. No se especifica cuántos años tiene la narradora, bordea la treintena. Es a propósito, porque, ¿qué más da? Al final, si tú tienes 28 o 34 y te puedes identificar, algo falla.

— ¿Cuáles han sido las primeras reacciones?

— Barcelona es una ciudad que cruza a mucha gente diferente. Me he encontrado con personas de 45 o 50 años que han leído Consum preferent y me dicen que se sienten representadas. Por eso, me da un poco de respeto que me encasillen como una autora generacional porque, a veces, pienso que hay problemas que afectan a todo el mundo, quizás no del mismo modo, pero no sé hasta qué punto forman parte de una única generación. Creo que hemos asumido mucho que hay ciertas cosas que cuando tienen el tono de queja forman parte de un carácter joven porque es el enérgico y rebelde. Además, cuando es una propuesta joven, se pone un filtro que dice que la identificación es necesaria. A mí me preguntan, “¿lo entenderé?”, y les digo, “no lo sé”, pero también es como, ¿qué más da si lo entenderás o no? Yo me acerco a propuestas literarias y cinematográficas y no lo hago por querer identificarme con ellas, sino para ver cómo se resuelven y quizás entiendo la mitad, pero, ¿y qué? Es simplemente curiosidad.

“Me da un poco de respeto que me encasillen como una autora generacional porque, a veces, pienso que hay problemas que afectan a todo el mundo”

— La voz también es muy característica de la narradora de Consum preferent

— Es una voz ácida y cínica para no hundirse. La narradora no se siente representada en el entorno y tampoco acaba de tener la suficiente fuerza para decir, “mira, pues me aguanto dentro de esta indefinición y me está bien”. Solo le queda un espacio, la forma como piensa y que no comunica porque sabe que no es la correcta. Es un mecanismo de supervivencia de una realidad que no le es muy amable.

— Una narración que se mezcla con los correos que lee en el trabajo y los discursos televisivos que oye por la tele, habla en diferentes idiomas… 

— Es como he intentado reflejar la forma en la que piensa la narradora. A ti, realmente, te atraviesan pensamientos que llegan de lugares diferentes y no los procesas, no pensamos de una manera mediada. Y la interferencia idiomática es otro tipo de interferencia que quería representar en una ciudad en la que no paran de haber interrupciones. Si yo quería ser verosímil en cómo es hoy Barcelona, independientemente de si me parece bien, que ya de entrada digo que no, tenían que estar el castellano y el inglés porque es una realidad.

— Después de esta narración acelerada, a golpe de notificación, que has reflejado en Consum preferent, ¿estás trabajando en algo nuevo?

— Ya tengo la idea de la segunda novela en la cabeza. Es completamente diferente a la de ahora y estoy bastante contenta de sentir que tengo la capacidad de estimularme, inspirarme e inventar cosas diferentes. Me daba mucho miedo solo ser capaz de hacer un tipo de cosa. Pero ahora mismo no puedo escribir, no soy de aquellos escritores que se ponen una hora diariamente ante el ordenador y escriben. Primero, porque tengo una vida bastante caótica y, segundo, porque necesito mucha implicación emocional para escribir y, si no es encerrarme un domingo seis horas, por una hora no puedo entrar y salir de la historia.

Andrea Genovart
Genovart ya piensa en su segunda novela, “completamente diferente” a Consum preferent. © Pau Cortina/ACN