Frankie Puig
Frankie Puig, consultor de estrategia de marca en Alegre Roca.
BARCELONA GLOBAL YOUNG TALENT

“Espero que en 2040 Barcelona sea más Barcelona que nunca”

Entrevistamos a Frankie Puig, participante del programa de liderazgo y ciudad de Barcelona Global, Barcelona 2040, y consultor de estrategia de marca en Alegre Roca. Aprendiz del laureado publicista Toni Segarra, también desarrolla una 'startup' basada en AI generativa.

The New Barcelona Post conversa este mes con Frankie Puig, uno de los jóvenes directivos que participan en el Barcelona 2040, el programa de liderazgo y ciudad que imparte Barcelona Global. El objetivo de esta serie de entrevistas es que esta nueva generación de líderes nos compartan su visión sobre la Barcelona del futuro a la que aspiran, así como sus propuestas de impacto para la mejora de la ciudad.

— ¿Qué esperas de la Barcelona del año 2040?

— Barcelona es uno de los mejores lugares para vivir y trabajar del mundo. Vivir y trabajar, en este orden. Pero parece que lo hayamos olvidado. Quizá estamos tan acostumbrados a ello, que no le damos valor. Creo que para el 2040 no hay que inventarse nada, solo recordar lo que siempre hemos sido, ponerlo en valor y potenciarlo tanto como podamos. Espero que en 2040 Barcelona sea más Barcelona que nunca.

Muchos jóvenes se han ido a ciudades donde pueden desarrollar mejor su talento. Tengo amigos en Nueva York, en San Francisco, en Londres… No podemos competir con esas ciudades en términos de oportunidades. El dinero está ahí. Pero sí podemos competir en calidad de vida. Todas esas personas, el día de mañana, habrán estabilizado sus proyectos, y no necesitarán estar tan pegados a los principales núcleos empresariales. Quizá empiecen a tener familia, y empiecen a valorar más la vida. Entonces desearán volver. Pero no van a renunciar a lo que habrán construido fuera. Espero que la Barcelona del 2040 sea un buen hogar para ellos y sus proyectos. Pienso que, si logramos serlo, lo demás vendrá solo.

— ¿Con qué ciudad compararías Barcelona? 

— Las comparaciones son peligrosas. Más entre ciudades, que son muy complejas. Desde mi perspectiva, Barcelona es una ciudad que la construyen sus tensiones: mar y montaña, el carrer Petritxol y Gran Via 2, Sardanes en Plaça Sant Jaume y el MWC, Via Veneto y Pans & Company… No me parecen contradicciones, sino paradojas. Estimulan. Construyen una cultura inquieta. Agitada a nivel político. Desapegada, rebelde. A menudo me recuerda al Berlín después de la caída del muro. Desarrolló entornos underground donde confluían hackers y artistas que fantaseaban con redefinir el mundo. Miraban San Francisco con envidia, pero sin una intención real de competir. Quizá acomplejados, vieron las tensiones del pasado más como deberes pendientes que como una oportunidad. Y quedaron distraídos por el lujo accesible, evitando la realidad: las grandes ambiciones necesitan inversión.

— ¿A qué modelo de ciudad crees que debería parecerse Barcelona? 

— No he vivido el suficiente tiempo en suficientes ciudades como para responder bien a esta pregunta. Pero “vivir y trabajar” me suena a Miami.

— ¿Cuál es el reto principal que debe resolver Barcelona en los próximos años? 

— Creo que Barcelona debería volver a ilusionarse. Para eso necesita vislumbrar un futuro atractivo, y plantear un proyecto. Diseñarlo no debería ser difícil. Pasaría por entender lo que ha pasado en los últimos años, ver si estamos yendo hacia algún lugar, y preguntarnos: “¿Nos apetece?”. 

Pienso que deberíamos abandonar las discusiones políticas actuales. No por irrelevantes, sino porque mientras aquí discutimos, el futuro ya se está diseñando en otro terreno. Quizá deberíamos dejar de pensar en Barcelona con los términos actuales, y centraros en ser una ciudad del mundo. Somos asfalto y naturaleza, cultura, gastronomía, buen clima, buenas conexiones… También inconformismo, esfuerzo, ambición. Si recuperamos la ilusión, podríamos aspirar a ser la mejor ciudad para vivir y trabajar del mundo.

— ¿Cuál crees que debe ser el papel de las nuevas generaciones y su implicación en el desarrollo de la ciudad? 

— Aportar ilusión y energía. E insisto en “aportar”. Creo que su papel tendrá sentido solo si es en relación con todas las demás generaciones. Pueden tener la tentación de sobreponerse a sus padres. Suele pasar. Es el camino fácil. Pero no trabajaría a largo plazo. Mejor construir sobre lo que tenemos. Evolucionarlo, enriquecerlo. Establecer una dinámica en la que, cuando estas nuevas generaciones lleguen a sus 80, y sus nietos reten a la ciudad, sientan el proyecto como propio y quieran seguir aportando.

Filosofía aparte, y si me permitís incluirme como nueva generación, pienso que nuestra mejor aportación a Barcelona es una visión amplia del mundo. Tenemos una nueva forma de hacer. Escapa a muchos de los límites mentales con los que solemos entender la ciudad, y plantea nuevos retos. 

— ¿Por qué sectores empresariales crees que debe apostar Barcelona?

— Si tenemos el proyecto de ser la mejor ciudad para vivir y trabajar, y planteamos como máximo objetivo relocalizar al talento que hoy se está desarrollando en las grandes capitales, habría que construir un ecosistema capaz de acoger esas personas y sus proyectos. 

Un sector crítico en esta maniobra sería el Real Estate. Cuando hablo de Real Estate, no me refiero a la mera especulación inmobiliaria, sino a la creación o el rediseño de barrios enteros en torno a conceptos o estilos de vida. Barcelona ya pasó por ahí en el s. XIX, con el Pla Cerdà. Se trata de crear entornos donde el futuro pueda desarrollarse con comodidad. Últimamente, estoy trabajando con fondos que piensan en estos términos. Jamás hubiera imaginado que compañías de ese tipo, estructuralmente diseñadas para comprar barato y vender caro, tuvieran una visión tan profunda de lo que significa crear valor. Pero la tienen. En un contexto donde los políticos trabajan a 4 años vista, me tranquiliza saber que existen entidades que realmente piensan a largo plazo. Y confío en que harán mucho bien a la ciudad.

Pienso que también deberíamos potenciar todas aquellas estructuras de servicios que pueda necesitar el talento relocalizado para seguir desarrollando sus proyectos. Sobre todo, aquello que conviene tener cerca. Son básicos el talento tecnológico, la innovación y la conectividad. Así como los servicios que aportan solidez: abogacía y gestión internacional. También tenemos mucho que aportar desde la industria creativa. Desde pensamiento y estrategias de posicionamiento global, hasta diseño de producto o producción de contenido. Sobre todo, criterio.