Manuel Carreras
Manuel Carreras, fundador de la guía Macarfi. © Àngel Bravo
ENTREVISTA A MANUEL CARRERAS

“Lo importante de un restaurante es que tenga platos reconocibles”

Manuel Carreras Fisas, presidente y fundador de Macarfi, nos habla sobre los orígenes de la guía, la creación de su nuevo club gourmet y las tendencias de futuro en la restauración

Con una sólida trayectoria en el sector financiero, inicialmente en la banca y posteriormente con su propia agencia de valores, Manuel Carreras Fisas (nombre que da origen al acrónimo Macarfi) siempre estuvo familiarizado con la negociación en la mesa. Su pasión por la gastronomía, que se inicia con unos padres que podían recorrer miles de kilómetros en busca de unas buenas croquetas, lo llevó a crear una guía gastronómica en 2015. Ésta se diferencia de las demás por su visión transversal y democrática, recopilando opiniones de miles de embajadores que solo tienen un interés: encontrar lugares en los que se coma muy bien. Desde un gastronómico de alto nivel hasta un frankfurt de barrio, la publicación reconoce la labor de chefs y restauradores y las explica a un cliente que, como el lince del logo, aprecia las recomendaciones astutas. Hablamos con Carreras sobre el éxito de un proyecto que nunca ha parado de crecer y que acaba de lanzar un club basado en experiencias, viajes y productos gourmet.

— Uno de tus grandes referentes para crear Macarfi fue la guía Zagat, elaborada con opiniones de distintos comensales que visitaban libremente los restaurantes. ¿Por qué es importante tener en cuenta visiones plurales y democráticas?

— La gente confía mucho en personas que tengan criterio, especialmente en la época digital, y en el mundo de la gastronomía esto es muy importante. En mi radar tengo una treintena de personas que, si me dicen que un restaurante está bien, les hago caso enseguida. Zagat fue creado por un matrimonio en los años 70, sin Internet y con fotocopias, que se fiaban del criterio de determinada gente. Un día me pregunté por qué no existía un Zagat en Barcelona, me junté con una compañera y nos encerramos durante nueve meses a idear el proyecto. 

— ¿Qué hicisteis durante esos meses?

— Mandamos mil mails a mil personas que sabíamos que les gustaba comer y les pedimos que nos mandaran críticas de sitios que visitaban, con un sistema retributivo, es decir, a cambio de vinos, champagnes, merluzas… ¡del supermercado entero! A los nueve meses, teníamos seis mil críticas de restaurantes de Barcelona. Actualmente, tenemos dos mil embajadores y todos son personas que tenemos testadas.

— Pero tú venías del mundo financiero, no del gastronómico…

— ¡De gastronomía lo único que sabía era comer! Fíjate: presentamos la primera guía un 4 de octubre de 2015 y, cuando llamé a un periodista para invitarle, me dijo que nadie vendría porque ese día se celebraba San Sebastian Gastronomika. Para que veas que lo nuestro empezó como un hobbie (ríe). 

— Tal vez es que pensáis más en el cliente final que en los medios.

— Desde que trabajaba en banca siempre he tenido la idea de ponerme en el sitio del cliente. Por eso, en Macarfi ofrecemos categorías de búsqueda como “Croquetas”, “Clásico de siempre”, “Aquí comen los locales”… hay hasta 70 posibilidades distintas de ver la información. Y, en un máximo de 100 palabras, ofrecemos una foto del restaurante.

Manuel Carreras durante la entrevista, celebrada en el restaurante Via Veneto de Barcelona. © Àngel Bravo

— Vuestros tres criterios fundamentales para entrar en la guía son la comida, la decoración y el servicio. ¿Por qué estos tres?

— Pensamos que son tres puntos importantes. Hay sitios horribles con un plato de lentejas que merece la pena probar, y sitios muy bonitos con una comida que no está al nivel. Queremos ser muy transversales. Para mi, lo más importante de un restaurante es que tenga platos reconocibles, que lo tengas en el radar por esos platos. 

— Explícanos cómo ha ido creciendo la guía a lo largo de los años. 

— Después de Barcelona abrimos Madrid y creamos una única guía, lo que nos ayudó mucho con los sponsors. Seguimos con País Vasco, en concreto Vizcaya, Guipúzcoa y Álava. Después, La Rioja y Girona y recientemente Málaga y Valencia. Ahora trabajamos en Asturias, Cantabria y Cádiz y el año que viene haremos Galicia y Baleares. En dos años cubriremos toda la España gastronómica.  Entonces podremos organizar una gala nacional.  

— La novedad más reciente es el lanzamiento del Club Macarfi, que tiene un coste de 250 euros anuales. ¿Por qué ahora?

— Antes del covid ya pensamos en crear un club relacionado con la gastronomía y el lifestyle, ya que contamos con una comunidad de 25.000 personas. Empezamos a organizar cuatro manos con mucho éxito, como el de Via Veneto con Horcher o el de Rafa Zafra con Sacha Hormaechea primero y con Albert Adrià después. También hemos hecho Bodega Bonay con Agreste y Fismuler con Grupo Nomo, así como Alkimia y Saddle, que son los mejores restaurantes de Barcelona y Madrid en la guía actual. Los seguiremos haciendo, pero solo podrán acceder los socios del club.

El fundador de Macarfi creee que la gastronomía tiene un potencial espectacular, con talento cada vez más joven. © Àngel Bravo

— Además de cuatro manos exclusivos, también proponéis viajes gastronómicos para grupos reducidos.

— Hace un mes organizamos un viaje a Vizcaya y cerramos Asador Etxebarri, que fue sold out en dos días. Dentro de poco haremos uno para comer en Disfrutar, y también viajaremos a Lera, Bagá, Ca L’Enric… Lo intentamos hacer todo con cariño, nuestro equipo es una piña. 

— En la mayoría de estos restaurantes cuesta mucho conseguir una reserva. Y en vuestra tienda virtual también tenéis productos difíciles de encontrar.

— Sí, la mayoría de pequeños productores y artesanos. Por ejemplo, vendemos foie micuit del Círculo Ecuestre, que solo puedes comprar si eres socio suyo, o los exclusivos jamones de Remedios Sánchez. Dentro de poco, Mohamed Benabdallah, de Asador Etxebarri, nos hará una selección de vinos. Y también tenemos hoteles colaboradores y eventos culturales gratuitos. 

— ¿Cuántos socios tenéis ahora y cuántos esperáis tener?

— Ahora tenemos unos 300 socios y esperamos cerrar el año con 500. Combinamos el crecimiento orgánico con la acción comercial en empresas que quieran regalar nuestra membresía como premio para socios o empleados. Hay que tener en cuenta que  llevamos programas de fidelización de grandes compañías y también hacemos consultoría. Todo se retroalimenta.

— Hablando de clientes: has dicho que, en los negocios, siempre se debe acabar en una buena mesa.

— La gastronomía es la típica excusa para invitar a futuros clientes sin tener que hablar de tu compañía. Cuando tenemos reuniones, los clientes siempre nos dicen: ¿dónde me llevas a comer?. Pero aquí hay una regla: nunca hablar negocios antes de los postres. 

Apasionado de la gastronomía, el financiero ideó la guía en 2015. © Àngel Bravo

— Dime restaurantes que te hayan gustado últimamente o que no podamos perdernos.

— Me gustó mucho Brabo, en Barcelona, y también Leña, en Madrid. Amar también me gusta mucho, y ofrecen un menú de mediodía con platos de cuchara maravillosos. Otro más: Hay un sitio pequeño que se llama Present, también en Barcelona, que solo tiene cuatro mesas y que trabaja muy bien. ¡Ah! Y Comparte Bistró, en Madrid, es fantástico.

— Tú que visitas tantos restaurantes a lo largo del año, ¿qué tendencias, buenas o malas, observas en la restauración?

— Creo que la gastronomía tiene un potencial espectacular, con talento cada vez más joven. Pero me preocupa que cierren restaurantes de toda la vida. Por ejemplo, las casas de comidas de Madrid, que son bestiales, y que desaparecen ante nuevas cocinas. Por otro lado, estoy observando que los precios de los vinos han subido mucho, y creo que un restaurante debe ofrecer vinos para todos los bolsillos. Por último, me inquieta que se pierdan los negocios con dueño, es decir, aquellos restaurantes en los que siempre encuentras al chef y al propietario. Por poner un ejemplo, Pere Monje siempre está en Via Veneto, y los hermanos Torres siempre están, o al menos uno de los dos, en su local. Y eso marca una diferencia. 

Un momento de la entrevista. © Àngel Bravo