Cuando Miquel Sisó y Jordi Guimet aunaron fuerzas para crear Plasticband en 1978, lo hicieron con un propósito muy concreto: fabricar fleje de plástico. Un vocablo por pocos conocido, pero que da nombre a un material que muchos utilizan asiduamente, quizás sin ser conscientes de ello: es la estrecha cinta de plástico que se usa para dar el precinto final a determinados embalajes y paquetes, como cajas de cartón.
Los fundadores de la empresa no sospechaban entonces la evolución que experimentaría la compañía, que creció a la par que lo hicieron sus clientes. Cuando estos empezaron a expandirse y a internacionalizarse, Plasticband optó por iniciarse en la fabricación de maquinaria para embalaje. Así, sus clientes ya no sólo compraban el fleje, sino también la flejadora automática y la envolvedora que lo colocaba por ellos. Un embalaje para la internacionalización de la economía catalana.
Desde entonces, Plasticband ha crecido hasta convertirse en el fabricante más rápido en su categoría del sur de Europa, y con la previsión de cerrar este año con una facturación de diez millones. Ahora con Jordi Guimet, hijo del cofundador, como director general, la empresa crece haciendo gala especialmente de tres de sus características: productos hechos a medida, una entrega rápida y una tecnología verde propia.
La nueva planta de Plasticband, “una de las más sostenibles del sur de Europa”, se centrará en la producción del primer fleje totalmente ecológico del mercado
Y es que la sostenibilidad ha sido un eje clave para la empresa desde su fundación. Así lo asegura Guimet y lo constatan prácticas de la compañía, como la fabricación con plásticos reciclados. El director general explica que, “desde hace dos décadas y cuando nadie los quería”, Plasticband utiliza plásticos recuperados tanto de vertederos como del mar.
Con la sostenibilidad como objetivo, la empresa inauguró en septiembre su “fábrica verde” en Granollers. La nueva planta, “una de las más sostenibles del sur de Europa”, se centrará en la producción del primer fleje totalmente ecológico del mercado, fabricado con material reciclado y que a su vez es también reciclable.
Lo hará en unas instalaciones que cuentan con placas solares, máquinas de bajo consumo, un buen aprovechamiento de la luz natural y, como otro elemento diferenciador, un sistema de recogida de agua pluvial, que después se utiliza en la fábrica para los procesos de producción. La puesta en marcha de la nueva fábrica ha contado con el apoyo del Institut Català de Finances (ICF), con la financiación de un millón de euros a diez años e interés fijo. La empresa ha financiado el resto de la inversión, de un millón de euros adicional.
Además de la sostenibilidad, la compañía también tiene entre sus prioridades la digitalización de los procesos y de la creación de productos. Esta digitalización permite fabricarlos de forma personalizada y adaptada a las necesidades de cada cliente, en un contexto de expansión del sector. “El embalaje del producto y que llegue rápidamente a su destino es cada vez más importante, y obliga a que la cadena de valor esté bien organizada”, remarca el director general.
En la línea de la digitalización, la eficiencia y la sostenibilidad, la empresa promueve la fabricación de maquinaria con menos consumo eléctrico, y también de plástico. Guimet defiende que este es un material “indispensable” por lo particular de sus características: “Si gastamos menos, y el que gastamos proviene de la economía circular, es un muy buen producto”.