La exposición que el nuevo museo dedica a Sorolla coincidiendo con el año de conmemoración del centenario de su muerte se podrá visitar hasta el 5 de marzo.

Sorolla reanima el Palau Martorell

Crónica de la inauguración de la exposición Sorolla: Cazando impresiones en el nuevo museo que acaba de abrir en la Plaza de la Mercè gracias a la iniciativa privada

Las dos cosas que más impresionan de la visita son, por un lado, el espectacular edificio del Palau Martorell (que toma el nombre del arquitecto, mentor de Gaudí, y que fue sede de la antigua Societat del Crèdit Mercantil a principios del siglo XX); y, por otro, la inmensa (casi interminable) cantidad de pinturas de Sorolla que llenan hasta dos de las plantas del Palau, eso sí, consistentes en composiciones pictóricas minúsculas.

Sorolla Barcelona Palau Martorell
La exposición consta de 193 óleos en pequeño formato pertenecientes a la colección del Museo Sorolla.

La instalación es atractiva, con un acogedor granate entre burgués y nobiliario, bien iluminado, y el discurso expositivo tiene una coherencia cronológica que repasa los años de consolidación del pintor. Sorolla es suficientemente conocido como para ser una apuesta infalible en la inauguración de un nuevo espacio, que creo que es noticia sobre todo porque es la primera iniciativa museística privada, después del fiasco del Hermitage, que consigue ofrecer contenidos de arte no contemporáneo (pero de nivel internacional) en Barcelona. Es decir, que ahora contamos con el Moco para los “modernillos mainstream” y con el Palau Martorell para los clásicos y otros experimentos, pero ambos con un interesante perfil de iniciativa privada y con el reto de demostrarnos que este tipo de proyectos son viables en Barcelona. Se admiten apuestas.

El Palau, ya les digo, parecería la sede de un banco, pero también de una logia (de hecho, hay un misterioso logotipo que se repite en algunas vidrieras). Dejando de lado la suerte de la iniciativa del Real Círculo Artístico, socio del proyecto en colaboración con la empresa madrileña Arthemisia Evolucionarte, lo cierto es que haber abierto este palacio al público en lugar de dejarlo morir, permite empezar a contemplar la iniciativa con buenos ojos. Lo que decía: dos plantas dedicadas a Sorolla, a sus años de formación y a su consolidación artística, pero a través de una gran cantidad de obras pequeñas al óleo (que él llamaba “manchas”, “apuntes” o “notas de color”) proporcionadas por el Museo Sorolla que esbozan, hacen breves pinceladas, marcan con el trazo grueso, el estilo inconfundible del autor valenciano.

A lo largo de su vida, Joaquín Sorolla (1863-1923) llegó a pintar cerca de dos mil óleos sobre cartones o tabletas de pequeño tamaño.

A través de este crecimiento de lo que deben ser esbozos en verdaderas obras dignas de ser enmarcadas, contemplaremos (divididas en tres etapas: formación y consolidación, madurez artística y plenitud) las impresiones del pintor sobre los bulevares de París, las calles de Florencia, las góndolas de Venecia, montañas nevadas que recuerdan las sábanas de Casas, almendros de Asís, lavaderos y alquerías valencianas, apuntes de mar, mares, el mar de Valencia, el mar de Xàbia, puertos y barcas, María y Elena en la playa, Clotilde en la playa, niños en la playa (con aquellos típicos reflejos de luz del sol deslizándose en hombros y culos), mucho San Sebastián, el casino de San Sebastián, la playa de San Sebastián, un poco de Asturias, Biarritz, Zarauz… Apuntes de una atmósfera y de una época donde la elegancia era tanto en el aire como en el trazo, en los posados, en la mirada ante la vida (la suya y la de los que rodeaban). Burgués, supongo, no lo tengo del todo claro. Sí tengo claro que desprende libertad y clase por todos lados.

En la planta inferior, pronto se inaugura una gran exposición sobre Clicks de Playmobil. El Palau Martorell avisa: eclecticismo, apertura a todos los públicos y ganas de vender entradas. Incluso se podrá alquilar el gran salón superior para eventos y fiestas, con vistas a la basílica de la Mercè, y también se ha habilitado la correspondiente tienda de recuerdos. Le encontraremos los tres pies a este gato, porque somos así, pero de momento tenemos que no necesitábamos una franquicia rusa para animar el escenario expositivo de la ciudad. Sí ha sido necesario, no puede negarse, asociarse con una empresa de Madrid. A veces, funcione o no funcione el invento y guste más o menos, hay que contagiarse de la gente que se atreve. Sobre todo si su contenido no es menor, como en este caso. Un buen estreno. Estaremos atentos.

Después de muchos años de obras, el Palau Martorell, en la calle Ample 11, renace como un centro expositivo de colecciones internacionales.