La gastronomía del litoral barcelonés goza de buena salud y es probablemente la más antigua y conocida de la ciudad. Por ejemplo, son más que centenarias las visitas a la Barceloneta para hacer “baños de mar”, y más recientes las destinadas a un momento más canalla y nocturno, en los chiringuitos del Somorrostro, donde la Barcelona pudiente se acercaba para pasar inadvertida. Tampoco faltaban los momentos familiares en un domingo, con tintes populares.
Está claro que la comida frente al mar sabe mejor. Y el arroz es la estrella. Será por sus sabores potentes, sus ingredientes sabrosos o por la belleza de su presencia, pero sin duda este efecto se multiplica si se puede mirar de reojo el mar mientras se disfruta de los aromas que nacen de la mesa.
L’Estupendu
Empezamos esta ruta arrocera en una de sus mecas: L’Estupendu, en Badalona. Este emblemático restaurante ocupa los antiguos baños Pleamar, construidos en 1958 y que en 2015, cuando L’Estupendu abrió, se recuperó de una decadencia terminal para retornar a ese litoral la esencia marinera en mesa, en conjunto con sus paredes blancas y el azul en puertas y ventanas.
Impagables vistas al mar para disfrutar de excelentísimas tapas de calidad de pescado y marisco en plancha (mejillones, calamares o almejas) o frito, además de entrantes clásicos de alto sabor a verano como la ensaladilla rusa con picos, ventresca y olivas Xillu.
Esta es la previa imprescindible a los fantásticos arroces y fideuá que presidirán la mesa, en concreto un surtido de seis a escoger entre aquellos de grano suelto o caldoso. O la iniciativa solidaria que L’Estupendu apoya desde hace años: por cada ración de arroz marinero que se sirve, donan un euro a la Asociación Aspanin.
Una acertada selección de vinos en su carta ofrece, además, la opción de encontrar un buen vino asequible a todos los bolsillos. Con una copa en mano la experiencia se redondea, sea desde su terraza, su zona de vermuteo o picoteo más informal o su coqueto interior climatizado. L’Estupendu es, en definitiva, un gran restaurante con carácter marinero y un lugar donde disfrutar de las sensaciones de la inmediatez de la playa por su ubicación en primera línea de mar, obviando las incomodidades de los chiringuitos en la arena.
Can Fisher
Como una bocanada de aire fresco, Can Fisher goza de una bonita ubicación en el Passeig Marítim, en la playa de la Mar Bella, con el marco incomparable de la belleza del mar Mediterráneo de fondo. Con un local que se abre al exterior, reproduce un jardín con profusión de plantas y colores alegres, muy agradable.
El nombre es ya toda una declaración de intenciones: aquí el pescado (que llega de lonja) se toma muy en serio, cocinado entero en su brasa de leña, o a la leña o a la sal, según la preferencia del cliente y con precio según mercado, como debe ser. Para quienes añoren Formentera, su bogavante (nacional) con huevos de Calaf y patatas provocará más de un suspiro.
Ese bogavante también se encuentra en su arroz, uno de los más demandados, así como el meloso de carabineros (ambos preparados en horno de leña) o un creativo arroz de algas y berberechos con alioli verde, sabor a mar en profundidad. A estos arroces elaborados con grano de proveedores de proximidad les pueden preceder cualquiera de los numerosos entrantes que se ofrecen en su carta, como los carpaccio de pescado y carne, o una inolvidable ensalada de variedad de tomates eco, menta y albahaca con vinagreta de kimchi, más liviana.
Sal Mar
Sal y Mar, o Sal al Mar. Cualquiera de las dos versiones encajan en esta nueva apertura de la familia Ca la Nuri, arroceros de estirpe cuya tercera generación se ha sumado a la gestión y cocina. En Sal Mar se ofrece la mejor versión de tener la arena casi bajo los pies: elegancia y comodidad en la playa del Somorrostro, de las más carismáticas de la ciudad. Se encuentra en la parte baja del paseo marítimo de La Barceloneta, pasado el Hospital del Mar y es fácilmente reconocible por sus parasoles naranja exteriores.
De su carta es imprescindible probar los calamares a la andaluza que la abuela Nuri popularizó en su Ca la Nuri hace más de 50 años. Rebozado crujiente y ligero que se acompaña de una mayonesa con toque de wasabi, muy refrescante. No faltan los entrantes de marisco, ni unas juguetonas brochetas de langostino crujientes con tártara asiática que son una delicia.
En la carta, además de pescado, se ofrecen cinco arroces suculentos. Para quienes pelar el marisco de la paella con las manos (o con cubiertos) es un engorro, aquí podrán degustar una fantástica paella del señorito clásica. Sabrosa, en su punto de cocción justo para que el grano esté suelto y sedoso.
Can Ramonet
Alejándonos un poco del mar, pero sin dejar atrás el bullicio del barrio marinero, subimos hasta la altura del Mercat de la Barceloneta: allí se encuentra una de las tabernas más antiguas de la ciudad, Can Ramonet. Con cerca de 250 años de existencia, en este local que se abre al exterior con una terraza dinámica se sirven platillos tradicionales marineros, no solo por basarse en pescado y en marisco, sino por ofrecer esa cocina de guiso con acento en el mar i muntanya, la que denominan como “Las recetas de la iaia Ramona” como un fricandó de ternera con gambas y champiñones.
Esa esencia se encuentra también en uno de sus arroces, el de arroz meloso de rabo de toro y salsa verde con mejillones a la marinera. En su variada oferta de ocho arroces también se encuentra el que ha hecho peregrinar a muchos barceloneses hasta allí, el caldoso de bogavante. Suculento, potente de sabor, y con mucha faena por delante para disfrutar con tranquilidad de este manjar… ¡Siempre con cuchara!
Hablando de la idiosincrasia de La Barceloneta, en su carta tampoco falta uno de sus iconos gastronómicos: la bomba. Probar el Dúo de Bombas, la clásica y la de gambas al ajillo, es trasladarse con el paladar a una época en la que las redes colgaban de muchas de las pequeñas casas y todos se conocían por su nombre. Esa misma sensación provocan la gambita de la arena de playa frita o las sardinas a la plancha con ajo y perejil.
Can Solé
La que empezó como una modesta taberna en 1903 para dar de comer a los marineros es hoy un emblema del barrio (de la Barceloneta). Por su magnífico edificio (qué bonito luce con la iluminación nocturna) y por su marcado carácter familiar, pues tras esos fogones y esa barra han dejado huella cuatro generaciones de una misma familia. En Can Solé se sirve tradición en su máxima expresión, tanto en su recetario como en la rotunda calidad de la materia prima que se emplea para elaborar su propuesta gastronómica.
Desde su imponente sede, prácticamente en primera línea de mar, se percibe el pulso de este barrio a través de sus ventanales. Y cuando no se mira a través de ellos, es divertido distraerse con la profusión de testimonios gráficos y artísticos que pueblan sus paredes. A lo largo de esos casi 120 años de existencia, han disfrutado en sus mesas celebridades como Santiago Rusiñol, Manuel Vázquez Montalbán, Joan Miró o Antoni Tàpies, además de numerosas personalidades de diferentes ámbitos.
28 propuestas de arroces y fideuás, ni más ni menos, son las que se encuentran en esta casa: desde un asequible arroz a banda a propuestas con producto más caro como el arroz a banda con patas de cangrejo rojo real noruego o el arroz caldoso con espardeñas. Una de las cartas especializadas más completas de la ciudad, sin duda. Y si sumergirse en este festival arrocero no es suficiente, es importante probar clásicos de cuchara como los excepcionales calamares de la abuela guisados, rellenos de carne, con sus propias patas, huevo duro y cebolla pochada.
La Mar Salada
Terminamos la ruta arrocera en La Mar Salada, con una propuesta de cocina marinera imbuida de la personalidad y dilatada trayectoria del chef Marc Singla, visible en platos de temporada como el sabroso suquet de pescado de lonja con gamba de Vilanova y su picada o las cocochas de bacalao con alubias del ganxet, almejas y pilpil de ceps.
Sus arroces, siempre en cazuela de hierro y cocinados con arroz bomba, son impecables en técnica y sabor. También obtienen un excelente gracias a la materia prima que su socio Albert Enrich (junto a Marta Cid) lleva a la cocina de la cercana lonja, concretamente cuatro veces por semana. A destacar dos exponentes de la cocina de Singla: el arroz de cigala, calamar y papada ibérica o el de calamar, pollo de corral y ceps, dos maravillas del mar i muntanya.
Sus entrantes buscan agradar a todos los paladares: desde aquel que busca la clasicidad en unos mejillones de roca o unas buenísimas croquetas, hasta quien se deja seducir por unos boquerones marinados con emulsión de romesco y encurtidos, o unas navajas con berenjena a la llama, panceta ibérica y salsa de rustido. Los postres, caseros, son pura suculencia que se debe acompañar de una copita de vino dulce, como manda la tradición.