Hace unos días, en la sala pequeña de L’Auditori de Barcelona, asistimos a la presentación de Udolç, que como concepto es un nexo entre Barnasants, el festival de la canción de autor que se extiende hasta mayo, y Tradicionàrius y su ciclo de músicas de raíz, Tra d’Autor. Este ha sido el tercer concierto de los ocho programados en distintos espacios de la ciudad, hasta el 15 de marzo.
Aquellos que decidieron acercarse a la sala Tete Montoliu recibimos una dosis de memoria oral y de emociones al borde de las lágrimas. La señora de dos butacas más allá parecía una fuente de recuerdos que la visitaban de muy lejos. Las canciones de cuna tienen estas cosas. Contención. Nada de expresarse a moco tendido. La espectadora parecía recuperar recuerdos privados, muy íntimos, con las lágrimas a punto de desbordarse. Como decimos, contención y alegría. De alegría tuvimos a puñados. Una alegría muy catalana, una de aquella que dice que el buen rollo se puede acabar en cualquier momento. Una alegría que anuncia una posible tragedia.
La tradición oral no conoce el paso del tiempo. En este caso, el único instrumento es la voz. Por lo tanto, podría pensarse que rapear unos cuantos versos sería posible. Pues, no. El único atrevido fue el poeta Enric Casasses, Premi d’Honor de les Lletres Catalanes 2020, que subió al escenario desde la primera fila de platea. Extrajo varias veces unas cuartillas de un bolsillo de la americana, arropada por su larga melena canosa.
En la pena y la fatiga, mujeres de épocas pasadas encontraron una alegría reparadora en estas nanas
La voz áspera del recitador, amigo de un verso libre como Pascal Comelade —que no tiene problemas con las etiquetas, como demuestra su discografía— declamaba versos, algunos de los cuales contenían algún pensamiento punkie. El contrapunto casa con las melosas rimas y la voz dulce de Alba Careta. La trompetista demostraba así que puede compartir escenario con cualquier músico imaginativo y arriesgado, como el mencionado pianista catalán. Los dos comparten cordura, una cordura antigua de sombrero, vaso de vino y caliqueño. Pascal Comelade entiende que la tradición existe para revolcarse en ella. Careta todavía no ha llegado a ese punto. Aun así, la de Avinyó se lanza con toda el alma y sin red de seguridad a interpretar un buqué de canciones de cuna, que remató con un villancico tan atávico como es El noi de la mare.
Careta, acompañada por su hermano Santi a la guitarra y coros, y por la cálida voz, un marcado sentido teatral y la guitarra de Henrio, que también hizo de técnico de luces en la habitación, un conseguido efecto escenográfico —abriendo y cerrando mesillas de noche, llenas de misterios que no hay que revelar—, en que se convirtió el escenario, donde la jazzwoman se marcó unas cuantas roturas escénicas, conocidas como la cuarta pared, como es dirigirse al público de manera natural, sin ninguna inhibición. Durante una hora, la del Bages se entregó en cuerpo y alma. Demostró un respeto granítico a la memoria oral, igual pasa en el disco, Udolç —una coproducción de dos de las discográficas más interesantes del país, Segell Microscopi y Bankrobber—, que, también, puede interpretarse como demasiado rígida. La letra de algunos versos sonaba extraña. Virgen y madre, cantaba Henrio. En estas palabras hay un poso tradicionalista, en que el imaginario religioso tenía —tiene— un peso específico. El bebé es varón, siempre. El padre es alguien ausente. Y el dolor de parir y la obligación de la crianza del recién nacido no es supuesta. En la pena y la fatiga, mujeres de épocas pasadas encontraron una alegría reparadora en estas nanas.
Como espectáculo, Udolç que contó con una notable producción de sonido y luces, asume la misma compostura del álbum, la tercera referencia discográfica de Càntut, Premi Nacional de Cultura 2022. La modernidad reside en la instrumentación, en que las notas de la trompetista suenan contemporáneas. A significar el acierto de no cerrarse en un universo jazzístico, en que se muestra como uno de los elementos más solventes. Las guitarras oscilaban entre un minimalismo nebuloso y una elegante rémora tradicional.
El homenaje al repositorio de cantos y músicas de raíz de las tierras gerundenses, que custodia y difunde Càntut, merece la debida consideración. El excelente ejercicio de tradición le ganó la partida a la modernidad, cosa que no resta en el suma y sigue de la trayectoria de Alba Careta, un talento nato de la escena musical del país.