[dropcap letter=”E”]
l próximo 12 de julio llega una nueva edición del Festival Cruïlla Barcelona, la novena ya, al recinto del Parc del Fòrum. Como en todos los festivales, el cartel musical será una parte importante de la oferta —se podrá disfrutar de la actuación de artistas como Jack White, Prophets of Rage, N.E.R.D, Kygo, Justice, The Roots, David Byrne o Bunbury—, pero no será ni mucho menos la única. Es precisamente lo que promociona el ADN de este festival 100 % barcelonés, ofrecer a sus más de 60.000 visitantes una experiencia que traspase con mucho a la simplemente musical. Como explica Gorka Niubó, responsable de relaciones institucionales y patrocinio, el festival apuesta por concebir la cita como una experiencia en su conjunto, no solo la que se desprende de las actuaciones en el escenario, sino también la de todo lo que rodea al espacio en el que se celebra el Cruïlla. Aspectos tan básicos y olvidados en la mayoría de festivales como que los baños estén limpios y la gente no tenga que hacer largas colas para acceder a ellos «para nosotros es importante, porque al fin y al cabo acaba incidiendo en la experiencia que esa persona se lleva de su paso por el Cruïlla», explica Niubó. Pero, evidentemente, el planteamiento va mucho más allá de baños limpios y sin colas.
De hecho, la base de esta apuesta por la experiencia emana de conceptos aparentemente tan alejados del mundo de los festivales como el big data y el business intelligence. Pero para explicar cómo se concreta todo esto, primero hay que hablar un poco de innovación. Esto es lo que mejor define el hecho de haber sido el primer festival musical en España en aplicar el full cashless, es decir, el primero en el que no hace falta llevar dinero, ni suelto ni en tarjeta, para cubrir los gastos que se llevan a cabo dentro del recinto. En su lugar, el Cruïlla pone a disposición de su público una pulsera inteligente que se puede cargar y que te devuelve el dinero que no se haya gastado durante el festival. Este sistema no solo aporta seguridad y comodidad a los visitantes, sino que, como explica Niubó, «también nos aporta mucha información sobre las personas que vienen y sobre sus preferencias, a la vez que nos permite interactuar mucho con el público».
Una de las informaciones más valiosas que facilitan las pulseras es la de segmentar el público del Cruïlla, no solo por edades o perfil de consumo, sino también en función de su relación con el festival: «Podemos pensar en promociones especiales, por ejemplo para las personas que han venido más de un año, o pensar en acciones únicas para las personas que celebran su cumpleaños durante el festival…», explica. Las posibilidades son infinitas, y no solo para generar experiencias a los visitantes, sino también para ofrecer a las marcas una opción para segmentar sus acciones de marketing. Por ejemplo, el año pasado, Codorníu ofreció en su espacio una copa y un trozo de pastel a la gente del público de más edad, «con el que no solo generas una experiencia diferente para estos asistentes, sino que permites que la marca tenga una acción mucho más selectiva».
Las pulseras inteligentes también permiten acceder a muchos datos como, por ejemplo, los flujos de entrada y salida de gente, lo que facilita a los organizadores ajustar los dispositivos para evitar colas y aglomeraciones en la entrada, porque, como explica el responsable de relaciones institucionales y patrocinios del Cruïlla, «todos estos detalles son los que ayudan a generar una buena experiencia y a fidelizar al público». Y este es, de hecho, uno de los secretos de este festival: Su capacidad para hacer volver a la gente, «y por ello debemos estar muy atentos a lo que nos piden; dependemos mucho de nuestro público». Esta relación directa con el público les ha servido, por ejemplo, para fijar el cartel de artistas, en función de las preferencias de la gente, y a través del Cruïlla Fan Club, los organizadores mantienen un canal de comunicación permanente con su público.
Escuchando a la gente, sus organizadores tuvieron claro también que la sostenibilidad es uno de los aspectos que más les preocupaba. Por ello, el Cruïlla es también un festival pionero en no utilizar los habituales vasos de plástico de estos eventos, y en su lugar, y gracias a la colaboración con Estrella Damm, sirve las bebidas en vasos biodegradables. No es el único punto en el que el festival marca tendencia. También lo hace añadiendo a su oferta de servicios una zona de cafetería y de librería. Sí, sí, cafetería y librería. Una apuesta tan poco habitual en los festivales musicales como el hecho de pensar en toda un área destinada al descanso y al bienestar, la zona de lifestyle, «en la que la gente puede disfrutar de un rato de pausa, tomarse un café, disfrutar de la oferta tecnológica o relacionada con la moda y las tendencias…», explica Niubó. Porque no todo es música: «Nuestra apuesta es la de servir experiencias, en su conjunto, y por lo tanto no nos fijamos solo en el cartel musical, que evidentemente también mimamos mucho». Es el modelo al que sus organizadores se refieren como «tercera vía», un híbrido entre las citas multitudinarias en las que la experiencia del festival queda en un segundo plano ante la oferta musical, y aquellas muy selectivas y de aforo limitado con una apuesta musical muy concreta. «Aquí se cuida todo y se busca generar una vivencia en todo su conjunto», destaca el responsable del Cruïlla.