Marta Román:
La compositora, guitarrista y productora Marta Román
EL BAR DEL POST

Marta Román: Amor al primer guitarrazo

“Debía tener unos 15 o 16 años, estaba en 2º de BUP, y fui a casa de mi amigo, Juan, fan de Iron Maiden, que en su habitación tenía una guitarra Ibanez conectada a un pedal de distorsión. Acariciar las cuerdas de aquel instrumento y escuchar el rugido saliendo del altavoz me atrapó”. Acodada a la barra, y con un cortado descafeinado mañanero recién servido y humeante, la compositora, guitarrista y productora Marta Román rememora aquel guitarrazo adolescente que derivó en un sólido y duradero amor con la música.

“En mi juventud toqué en varios grupos de hardcore y punk de Santander, mi ciudad, hasta que, a través del contacto que tenía con gente de la escena local del hip hop fui descubriendo el funk y el soul”. La Gran Música Negra se le metió entonces en el alma y ha venido marcando sus coordenadas melódicas: las que la han llevado a crear el proyecto The Blaxound. Con este alias, Marta alumbraba recientemente su tercer álbum, El maravilloso sonido instrumental, en compañía de músicos de categoría como el organista Arecio Smith o el percusionista Caspar St. Charles. 

—Como trabajo en estudio es alucinante, pero no te prodigas tú mucho en directo, ¿no?

—No, no, a mí me gusta estar en el estudio, tomármelo con calma, ir trabajando los temas. Toco muy poco en público, ¡y mayormente por compromiso!

Con unos acabados sonoros exquisitos, el elepé refleja la pasión de la artista por las sonoridades clásicas del funk, el soul y aledaños, y le valió la nominación a disco del año por parte de la prestigiosa revista Enlace Funk, decana cabecera española dedicada a la música negra. Un momento que recuerda con un cariño especial y con algo de carácter reivindicativo. “Fui a la gala y me sorprendió comprobar que yo era, si no la única, una de las poquísimas mujeres que concurrían a los premios y que no era cantante. Creo que hace falta un espacio en el que las chicas asuman el papel de producir y hacer su propia música, controlando el proceso y más allá de ser las intérpretes”, razona mientras, de fondo, el Changing light de sus adorados Ironsides imprime el ritmo de la conversación.

Marta Román tocando la guitarra en su estudio, fotografía Polaroid.

Dos almas, casi tres

En 2004, recién aterrizada en la ciudad, la parroquiana empezó a cursar la Escola de Música Moderna de Badalona y, en paralelo, a montar su estudio. El lugar donde se le nota que es feliz y donde está pergeñando ya la siguiente aventura de The Blaxound.

“Estoy acabando de mezclar un disco de diez temas con el cantante Iván Espejo, siempre en la línea de un repertorio de funk y soul añejo, pero cantado en castellano, perdiéndole el miedo a hacer este tipo de música en otra lengua que no sea el inglés”, anuncia con un casi imperceptible estrépito en la voz, que delata toneladas de ilusión.

Marta tiene dos almas, una de compositora y música, y otra de investigadora. “Cuando vine aquí a Barcelona a vivir, en 2003, enseguida tuve una entrevista con el Servicio de Epidemiología del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas”. Fue la única entrevista de trabajo que llevó a cabo, ya que ha desarrollado su carrera en estos veinte años en dicho instituto, donde hoy por hoy lidera el considerado como equipo de referencia a nivel estatal en la evaluación de las mamografías de cáncer de mama. 

A estas dos almas, científica y artística, se suma una tercera, eminentemente física y dependiente de los retales de tiempo que le quedan libres, de inquebrantable corredora de triatlones de montaña.

La compositora está acabando de mezclar un disco de diez temas funk y soul añejo con el cantante Iván Espejo.

Ciudad culturalmente desarticulada

La compositora llegó a Barcelona hace veinte años, tras un breve paso por Londres, con la idea de satisfacer los apetitos cosmopolitas que solo la gran ciudad podía saciar y que en Santander eran ciencia ficción. “Estoy orgullosa de haber logrado mantener el arraigo con mi familia y mi gente, mis orígenes, pese a la distancia que nos separa”, puntualiza.

La Barcelona de la que se enamoró se enmarca en un recuerdo que enciende un brillo singular en su mirada. “Cuando cumplí treinta años, me organizaron una fiesta sorpresa en el barco que la Fura dels Baus tenía entonces amarrado en el puerto.  Aquella noche de julio, y su posterior amanecer, es algo que nunca se me olvidará”.

No obstante, hay algo de aquella ciudad de luz amable, hermosas noches veraniegas y ambiente estimulante que, para la parroquiana, ha desaparecido. “Tengo la sensación de que Barcelona está culturalmente desarticulada, con respecto a cómo estaba hace veinte años”, observa mientras liquida su cortado, y a propósito de una vida ya asentada en la urbe, pero donde las escapadas a la montaña son cada vez más frecuentes.

—La que no está desarticulada es la oferta gastronómica del Bar, por si quieres almorzar algo, que ya es mediodía. 

Marta Román agarra la propuesta al vuelo: “pues a ver qué tienes de menú, que el menú de mediodía es algo muy de aquí”.

Y, tras un breve silencio, con una sonrisa amplia y generosa, advierte:

—¡Y que tenga postre, eh! ¡Que soy muy de dulce!

Marta Román llegó a la capital catalana hace veinte años.