A Jaume Plensa, las columnas que se alzan en el vestíbulo del Edificio Histórico de la Universitat de Barcelona (UB) le recuerdan a las raíces de los árboles. Eso pensó cuando entró en el espacio que iba a ocupar una escultura suya, encontrando así el nombre para uno de sus hombres formados por letras de diferentes alfabetos. Desde este miércoles, Arrels observa a los que se adentran a la universidad, lugar también conocido por los vecinos de la zona que votan ahí.
A falta de tener su gran escultura en la ciudad, el artista catalán va sumando cada vez más espacios que llevan su sello. Empezó con una escultura muy tímida en el Paseo del Born de la que pocos se dan cuenta, con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Siguió con esa Carmela delante del Palau de la Música que aún no se sabe si se podrá quedar para siempre en Barcelona y luego vino el reto de darle unas puertas al Liceu.
Hasta se atreve a dejar marcas temporales, como su intervención en la Pedrera el curso pasado con motivo de la exposición que le dedicaron y su corazón gigante que invadió hace poco la fachada de la Facultad de Medicina del Hospital Clínic, donde vive de manera permanente una de las esculturas, cedida para agradecer la labor del personal sanitario durante la covid.
Ahora, Plensa acaba de sumar una nueva parada en su ruta barcelonesa. Ni que sea, Arrels se quedará en la UB por 8 años, aunque la voluntad actual es que se quede mucho más. El nuevo miembro de la universidad se trata de una pieza de bronce fundido de dos metros de altura. El escultor la creó en su taller de Sant Feliu de Llobregat en 2018 y no se había expuesto antes. Como siempre, su creador anima a tocarla, acariciándola eso sí, para poder llegar a sentirla y entenderla un poquito más. No es la primera vez que el artista expone en una universidad, después de haberlo hecho en el MIT o Harvard. A principios del año que viene también llegará a la belga Leuven.