Carlos Pazos: “Intento explicar temas horribles con toda elegancia”

Carlos Pazos, un dandy moderno nacido en Barcelona en 1949 y que vive gran parte del año en Paris, al considerar que “el arte allí tiene un papel social y el público valora a los artistas en su justa medida, todo lo contrario que en España”. Acaba de instalar una obra en la conocida como Viña de los Artistas—Bodega Mas Blanch y Jové—en la Pobla de Cérvoles, a caballo entre las comarcas de Les Garrigues, Conca de Barberà y El Priorat

El Egouttoir de Duchamp, pasado por el filtro del artista Carlos Pazos, vigila ahora los viñedos y olivos de la bodega Mas Blanch i Jové. Ésta es la novena pieza escultórica que se puede ver en lo que se conoce como el “Viñedo de los Artistas” de En Mas Blanch i Jové se encuentran esculturas e instalaciones de grandes proporciones, nacidas de la mano de artistas como Carles Santos, Guinovart, Joan Brossa, Susana Solano, Evru (Zush) o Frederic Amat, entre otros . Estas piezas únicas conviven en libertad entre cepas y olivos y con las tareas y herramientas propias del trabajo del campo. La bodega, que cuenta con una espectacular sala de barricas decorada con la pintura mural de Gregorio Iglesias, es el punto culminante de este particular itinerario artístico, la última etapa de un recorrido que se convierte en una experiencia para cualquier visitante. La última incorporación a este paseo es obra de Carlos Pazos, un dandy moderno nacido en Barcelona en 1949 y que vive gran parte del año en Paris, al considerar que “el arte allí tiene un papel social y el público valora a los artistas en su justa medida, todo lo contrario que en España “. Aún así, Pazos, un experto en nadar contracorriente, ha sido reconocido también en casa. En su currículo figura el Premio Nacional de Artes Plásticas, el galardón español más prestigioso, que recibió en 2004 por una trayectoria artística tanto fascinante como personal. Ahora ha llevado su Egouttoir en la Pobla de Cérvoles y hablamos con él, degustando uno de los excelentes vinos nacidos de estos viñedos. . Se trata de un bello reducto vinícola situado allí donde se encuentran Les Garrigues, Conca de Barberà y el Priorat, que ha apostado desde sus inicios por la fusión de arte y vino en medio de un idílico paisaje rural. Este proyecto nace de una idea del pintor afincado en Agramunt, Josep Guinovart, que una familia de la localidad hizo realidad en este lugar de Les Garrigues hace ya más de 10 años.

En Mas Blanch i Jové se encuentran esculturas e instalaciones de grandes proporciones, nacidas de la mano de artistas como Carles Santos, Guinovart, Joan Brossa, Susana Solano, Evru (Zush) o Frederic Amat, entre otros. Estas piezas únicas conviven en libertad entre cepas y olivos y con las tareas y herramientas propias del trabajo del campo. La bodega, que cuenta con una espectacular sala de barricas decorada con la pintura mural de Gregorio Iglesias, es el punto culminante de este particular itinerario artístico, la última etapa de un recorrido que se convierte en una experiencia para cualquier visitante. La última incorporación a este paseo es obra de Carlos Pazos, un dandy moderno nacido en Barcelona en 1949 y que vive gran parte del año en Paris, al considerar que “el arte allí tiene un papel social, y el público valora a los artistas en su justa medida, todo lo contrario que en España”. Aún así, Pazos, un experto en nadar contracorriente, ha sido reconocido también en casa. En su currículo figura el Premio Nacional de Artes Plásticas, el galardón español más prestigioso, que recibió en 2004 por una trayectoria artística tanto fascinante como personal. Ahora ha llevado su Egouttoir a La Pobla de Cérvoles y hablamos con él, degustando uno de los excelentes vinos nacidos de estos viñedos.

¿Qué supone para un artista como usted, que ha expuesto en las mejores salas, tener una obra en un espacio al aire libre tan especial como éste?
Pues es un honor. Creé otra obra para un espacio abierto, pero terminó en el interior de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca. Por lo tanto, este No et prometo res—No te prometo nada—es mi primera obra en el exterior. Yo hago piezas más íntimas, más para estar recogidas y medio a oscuras y aquí es todo lo contrario, pero estoy muy satisfecho. Por mi carácter depresivo soy más de interiores y de estar a oscuras, pero los colores armonizan de una determinada manera. En el Pantone de matices de estado de ánimo puedes encontrarte que te va mejor la luz o el gris. Yo soy de grises.

¿Como preparó la obra “No te prometo nada”?
Me lo tomé como un reto, pero lo que no quería era hacer una ampliación de una pieza de interior en el exterior. El lugar que elegí para ubicarla me gustó porque era el lugar que hacía una conexión entre La Pobla y la viña. Es el belvedere de las viñas, donde tú miras para ser mirado. A partir de ahí empecé a pulir la idea inicial, haciéndola de lectura más fácil y con connotaciones más afinadas y es lo que conseguimos.

No te prometo nada”. ¿Porqué?
Un vino, si pudiera hablar dentro de la botella, diría “no te prometo nada” porque se tendría que abrir la botella y… a ver qué pasa. Un artista tiene que hacer lo mismo, debe hacerlo como mejor sepa y luego el espectador o el público son los que dirán si esta obra funciona o no. Para mí es un objeto que yo retorno a su función: es un objeto que servía para secar las botellas de vino. Hoy en día, con la información cultural que tenemos, todo el mundo relaciona esta pieza con Marcel Duchamp, pero en realidad es un egouttoir que retorna a sus orígenes entre los viñedos.

Usted entiende la cultura como una acumulación. ¿Es por ello que se dedica a coleccionar objetos y utiliza la técnica del collage?
Pienso que el coleccionismo tiene un valor de evocación y en mi caso viene de familia. En realidad yo me considero más acumulador de objetos, ya que compro todo lo que me gusta y lo utilizo para mi obra. En el caso de “No te prometo nada” he trasladado los collage que haría en un interior al exterior y lo he hecho in situ. He puesto el rótulo de neón colgado de las rocas, hemos encontrado una cueva donde he hecho una instalación que llamo La Capilla de los Trastos, y así he acabado haciendo un collage dentro del paisaje. Tengo que hacer más de una cosa porque la austeridad no es mi fuerte.

Su obra a veces ha sido tildada de kitsch e incluso de Pop Art.
Bien, yo parto del Pop Art, pero más inglés y no tanto americano. Yo me siento más cerca de un Richard Hamilton que de un Andy Warhol. Fíjate que el primero tiene una vinculación más directa con Duchamp y yo me siento muy cercano. Hamilton fué un gran intelectual y Warhol un gran filósofo que cogía unas bases conceptuales tremendas y las transformó en arte. También me gustan otros artistas como Chris Burden o Bruce Nauman.

Cree que el arte llega al gran público, o se queda sólo a los museos o salas de arte?
Aquí tenemos un público muy inculto y la burguesía catalana también es muy inculta. No se hace nada desde la enseñanza, en general es bastante triste la forma en que se enseña el arte en este país. No siempre las buenas intenciones por parte de ciertas capas de la enseñanza han sido bastante fructíferas. Culpo al espectador y el poder y los políticos, pero también puedo decir que yo no he encontrado una manera más fácil de llegar a todos. En París hay unos presupuestos fantásticos para la cultura y la manera de enseñar y de acercar la gente al arte es muy diferente. Por eso pienso que no es tanto que no se enseñe en museos y salas, sino que lo tenemos que hacer de otra manera.

De hecho, usted considera las barras de bar casi como su estudio.
Las barras de bar y todo lo que conllevan me inspiran mucho. Siempre quedas con amigos y las situaciones que esto conlleva, o te encuentras con alguien que te cuenta cosas muy interesantes. Además, yo creo que sin drogas el arte no es nada interesante y la mínima expresión de las drogas es el alcohol. Yo no conozco ningún artista bueno o que a mí me interese que no se drogue, por ejemplo Hamilton. Para hacer arte tienes que ser un poco sensible y el mundo es tan terriblemente horroroso que lo dejarías todo.

Su carácter depresivo le ha ayudado a configurar sus obras. Para usted, la vida es sufrimiento y el arte una tabla de salvamento?
La depresión es la gasolina del artista y muchos amigos que me conocen bien me dicen que no les gusta que esté deprimido, pero saben que cuando salgo de una depresión es cuando hago las cosas más interesantes. Desgraciadamente, es bastante cierto y cada vez encuentro el mundo más horrible. Además hay también el tema de los niños que me horrorizan y encuentro una irresponsabilidad total de los padres llevar criaturas al mundo porque toca.

De entrada, sus obras parecen divertidas, alegres, de colores, pero cuando te vas fijando se te acaba congelando la sonrisa en los labios.
En mis obras existe una profunda melancolía. Lo que pasa es que intento sacar mi sentido del humor, lo más ácido que puedo y de esta manera contar las cosas. El brutalismo o el vómito tampoco me gustan. Pretendo ser el más elegante que puedo para explicar temas horribles. El humor es muy importante y ayuda a salvarte.

¿Considera que le ha ido bien la vida? ¿Siente que puede llegar a ser feliz?
Considero que vivo bien, pero vivir y felicidad es un antagonismo. Me he divertido mucho, me lo he pasado muy bien e intento disfrutar, pero no me considero feliz. Podría ser peligroso, porque la felicidad se relaciona con la indolencia y yo no soy nada indolente..

Imagen destacada:  Carlos Pazos delante de la instal·lación “Vinya dels Artistes” en el celler Mas Blanch i Jové. Foto de Santi Iglesias