A muchos les sorprenderá que el origen de Bayer en España lleve como nombre Federico. Pero, claro, primero, hay que situarse en el año 1899, cuando los extranjerismos no eran tan bienvenidos como hoy. Luego, toca pensar que el fundador de la compañía farmacéutica se llamaba Friedrich y que, cuando aterrizó en Barcelona a finales del siglo XIX, su nombre se tradujo y se convirtió en Federico Bayer y Cía. Así empezó la historia de la multinacional alemana durante más de 125 años en el país, donde fue expandiéndose por diferentes ciudades, pero con Barcelona, y luego Sant Joan Despí, como el principal centro de actividad.
Si lo de Federico sorprende, también lo hará pensar que Bayer hace algo más que aspirinas, esa cura infalible a cualquier mal para toda una generación. Precisamente, cuando llegó a la capital catalana, fue para constituir una sociedad que comercializara sus productos químicos. Como indica Benjamin Cosculluela, directivo de Bayer que empezó a trabajar en la empresa hace 35 años, la larga tradición textil catalana le posicionaba como una buena región —hoy le llamamos hub— para esta industria, que había descubierto los colorantes sintéticos para teñir, sobre todo, tejidos, pero también curtidos y papel. Una pata del negocio que Bayer fue reduciendo con los años.
Con esta primera sociedad llamada Federico, las cosas eran más rudimentarias que ahora. Bayer desembarcó en España con sus productos químicos, pero no tardó en traer también la principal derivada que habían obtenido de los tintes, el ácido acetilsalicílico. En las primeras décadas del siglo XX, las aspirinas de la empresa alemana se hacían en casa, por los vecinos de una farmacia de la plaza Regomir, en el Gòtic, que recibía toda la materia prima y la repartía entre los aledaños para que la compactaran. En aquella época, la empresa primero tuvo oficinas en la calle Ausiàs March y más adelante en la calle Bailén con Diputación, en un chalet conocido como Torre Bayer, donde ahora se encuentra la escuela Santa Anna.
Sabiendo lo poco sofisticado del método, la empresa externalizó la producción a un tercero, los laboratorios Serra Pàmies de Reus, hasta que compró su propia fábrica en 1940. Se encontraba en la calle Calabria, al lado de la Escuela Industrial, activa hasta principios de los 2000. Los trabajadores de la casa recuerdan como se contaba que durante mucho tiempo predominaron las mujeres en la plantilla de la fábrica, por considerar que tenían unas manos más finas, y que solo lo hacían cuando estaban solteras, abandonando sus puestos cuando se casaban.
Tras el cierre de la planta de Calabria, las inmobiliarias Amrey y Vertix compraron los terrenos para construir pisos, conservando una chimenea en la esquina con París. Además de la fábrica en plena trama urbana, Bayer fijó su sede corporativa en Pau Claris esquina con Córcega, comprada por Núñez y Navaro cuando se marcharon a Sant Joan Despí, donde se encuentra a día de hoy el cuartel general para España y Portugal.

La de Calabria no fue la única fábrica de Bayer en Barcelona, también contó con otras plantas para su división química. Una estuvo en Sant Andreu, en la actual Maquinista, heredera de la compañía Fabricación Nacional de Colorantes y Explosivos, fundada por diferentes familias catalanas dedicadas a los colorantes sintéticos que se acabó integrando en la multinacional alemana. Luego tuvo otra en la Zona Franca, así como en la petroquímica de Tarragona, ambas hoy integradas en Covestro, spin-off de Bayer.
Con el cierre de la fábrica de Calabria y la desvinculación de los otros centros productivos catalanes, las plantas de Bayer se han mantenido en el resto de España, como en el centro de La Felguera, en Langreo (Asturias), referente mundial que concentra toda la producción del ácido acetilsalicílico de Bayer. Recientemente, se ha anunciado una inversión de casi cuatro millones de euros para ampliar su superficie con 25.000 metros cuadrados. También cuenta con una fábrica en Alcalá de Henares.

De Barcelona para todo el mundo
Bayer ha celebrado sus más de 125 años en España con un nuevo consejero delegado, Jordi Sánchez, un ejecutivo catalán con una larga experiencia en el sector farmacéutico. Vuelve a Barcelona después de haber ocupado diferentes cargos en Basilea y Berlín con Bayer. Biólogo por la Universidad de Barcelona (UB), donde también cursó un máster de Bioquímica y Biología Molecular que complementó con un posgrado en Farmacología por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), el nuevo consejero delegado de Bayer Hispania empezó trabajando en la industria farmacéutica en las áreas de investigación de compañías como Almirall, AstraZeneca y Sanofi. Cuando entró en la biotecnológica estadounidense Amgen quiso probar el lado empresarial del sector. En 2013 llegó a Bayer.

Con una plantilla de 1.500 trabajadores en Sant Joan Despí, más de la mitad se concentran en el hub de excelencia global, con el que se da servicio a todas las divisiones de la compañía desde hace 25 años. A finales de 2024, el centro se ha reforzado con una nueva área de investigación y desarrollo (I+D) en salud y agricultura, centrado en dar apoyo a los ensayos clínicos que lidera la empresa en todo el mundo y en automatizar datos para mejorar la precisión y la toma de decisiones en el campo. “Trabajamos desde Barcelona para todo el mundo”, remarca Sánchez.
El centro de servicios de excelencia de Bayer se puso en marcha en 2001, con el foco puesto en la contabilidad y las finanzas, ayudando a automatizar las tareas más repetitivas y de menos valor añadido. Desde entonces, ha ido incorporando nuevas áreas de desarrollo, como la logística y la gestión de la cadena de suministro para una decena de países de Europa y Oriente Medio —con cerca de 90.000 proveedores—, promoviendo su revisión para hacerlo menos contaminante, o el uso de la inteligencia artificial para predecir la demanda de productos. En los últimos cinco años, el hub ha aumentado su plantilla en un 75%, llegando hasta los más de 820 trabajadores de 50 nacionalidades, con mucho peso de los perfiles científicos. Según los últimos datos disponibles, Bayer invirtió en España y Portugal más de 130 millones de euros en 2023. A nivel global, su facturación se sitúa en los 47.600 millones de euros y emplea a unos 100.000 trabajadores.
La sede de Bayer se encaja en una zona que está en plena efervescencia para el sector farmacéutico y médico. Muy cerca se espera el futuro Hospital Clínic y el nuevo centro de enfermedades raras de Sant Joan de Déu y no tan lejos queda el Parc Científic de Barcelona (PCB), a plena capacidad desde hace años y encarando su ampliación, y un Barcelona Supercomputing Center (BSC) en expansión.
En este contexto, Bayer vendió el año pasado su edificio en Sant Joan Despí al grupo inversor Stoneshield para crear un polo científico. Más de 3.000 profesionales se han instalado en el nuevo centro, con compañías como AGFA Healthcare, Ecolab, Stockmeier, Clariant, Giesecke + Devrient, Powernet o Axians, además de la alemana, que ocupa casi la mitad de la superficie. Uno de los actores que se sumó recientemente a la zona fue Qiagen, multinacional holandesa que hace unos años compró Stat-Dx, una pequeña startup nacida en el PCB, y que ahora ha ubicado un centro mundial para enfermedades infecciosas delante de la sede de Bayer, ya en Esplugues de Llobregat.