Sin noticias de Gurb, 30 años después

Estamos a principios de los noventa del siglo pasado, un extraterrestre llamado Gurb que ha adoptado la apariencia de la cantante Marta Sánchez y se alimenta a base de churros desaparece por las calles de una Barcelona en obras que se prepara, eufórica, para los Juegos Olímpicos. Su compañero alienígena y comandante de la nave espacial con la que han llegado a la Tierra, se pone a buscarlo y, para pasar desapercibido entre los barceloneses, también adopta apariencia humana. A diferencia de Gurb, él va cambiando de apariencia a medida que avanza la historia: Miguel de Unamuno, Paquirrín —el hijo de la Pantoja, conocido actualmente como Kiko, efectivamente—, Isoroku Yamamoto, el Duque de Kent o Alonso V de León, entre otros.

Sin noticias de Gurb es una novela humorística de Eduardo Mendoza que El País publicó por entregas en verano de 1990 y que apareció, ya como libro, un año después. Se han hecho muchas ediciones de ella y se ha traducido a un puñado de idiomas. Yo tenía una edición de Círculo de Lectores muy divertida, con unos dibujos que habría jurado que eran de Mariscal —quizás por la proximidad con los Juegos Olímpicos y porque me recordaban vagamente a Cobi y su troupe—, y resulta que no lo son.

Siempre se me ha hecho raro que Eduardo Mendoza —con ese semblante tan serio y una elegancia tan británica— sea el autor de una historia tan hiperbólica y divertida. Por mucho que luego le haya leído en novelas igualmente llenas de humor negro, no hay manera de ver a Mendoza como el autor de Sin noticias de Gurb.

En fin, para quienes no la hayáis leído —¿hay alguien que, de verdad, no haya leído Sin noticias de Gurb?— os diré que a parte de reíros mucho encontraréis mucha Barcelona. La Barcelona y los barceloneses que se preparaban para las Olimpiadas. Una mirada extraterrestre que pone al descubierto algunas actitudes absurdas, un consumismo desmedido y una sociedad seducida por el dinero y la frivolidad.

Sin noticias de Gurb es una novela humorística de Eduardo Mendoza que El País publicó por entregas en verano de 1990 y que apareció, ya como libro, un año después

Han pasado treinta años desde la aparición de Sin noticias de Gurb como libro y, durante este tiempo, a Mendoza le han preguntado a menudo por qué no escribe una segunda parte de la historia. Recuerdo que durante la pasada crisis económica le pedían que recuperara a Gurb, su compañero alienígena, el señor Joaquín y la señora Mercedes o la vecina y explicara cómo afrontaban aquellos tiempos tan complicados.

Quizás ahora también sería un buen momento para que Mendoza recuperara las aventuras de aquel par de extraterrestres. La Barcelona de la pandemia o la Barcelona del proceso o post-proceso darían para unas cuantas escenas alocadas que seguro que los dejarían perplejos. ¿Y Gurb? ¿Volvería a adoptar la apariencia de Marta Sánchez —a quien, por cierto, no le hizo ninguna gracia la ocurrencia de Mendoza— o preferiría parecerse a Rosalía? ¿Todavía comería churros a todas horas o habría adoptado unos hábitos de vida más saludables y, por ejemplo, se volvería adicto a los zumos detox de Flax & Kale?

Portada de una de las muchas ediciones que se han hecho de esta novela.