¿Qué tal?

Bueno, ¡parece que nos vamos a cruzar por aquí una vez al mes durante un tiempo! Yo estaré aquí clavada como la marquesina que ven cada día en su ruta habitual, ustedes irán pasando y cada cuatro semanas verán que hay algo nuevo aquí que quizá les llame la atención. Espero que sí y que poco a poco seamos cada vez más leyendo La Marquesina mientras, por ejemplo, uno espera el bus.

Lo cierto es que, por mucho que algunas digan, algo bonito, encantador, de Barcelona es que es una ciudad grande en un cuerpo pequeño, cosmopolita a la vez que manejable para el ciudadano que anda por sus calles siempre preparado ante la posibilidad nada desdeñable de levantar la vista de los panot e ir a estamparse contra los ojos de un ex. Esto en Barcelona pasa y es algo encantador. Todo sería menos emocionante con ese andar ligero y confiado de las ciudades donde sabes a ciencia cierta que no vas a encontrarte a nadie conocido. Esa insoportable levedad que te arranca de cuajo la posibilidad de ver envejecer (mal) a tu ex, escudriñar a su nueva pareja o, quien sabe, reavivar la chispa o la fantasía de volver hasta que, bueno, la realidad se acaba imponiendo.

En Barcelona siempre te encuentras a alguien aunque casi nunca pases del ¿Qué tal, todo bien? Si en algún momento la relación había sido estrecha alguno de los dos lanzará un A ver si quedamos para hacer entender a su interlocutor que tiene un buen recuerdo de él, incluso como demostración de la ilusión que le ha hecho el encuentro, a pesar de que después jamás ninguno de los dos volverá a marcar el teléfono del otro.

Sería raro, en el sentido estricto de lo que es ser un buen barcelonés, cercano pero sin preguntar demasiado, que el ex (novio, amigo o compañero) encontrado respondiese que las cosas le van fatal y que empezara con un repertorio pésimo. O que el otro, después del Todo bien de rigor, le dijera, ¿Seguro?, no lo parece, qué cara llevas, ¿y esas ojeras? Al margen del gusto exquisito del barcelonés por la discreción, lo triste ha cotizado siempre a la baja.

Al margen del gusto exquisito del barcelonés por la discreción, lo triste ha cotizado siempre a la baja

Aunque quizá algo esté cambiando. El primer viral del año demuestra que quizá sí algo está cambiando. Para situarnos, busquen en Youtube “Alors on dance”. Muchos harán un viaje en el tiempo y se visualizarán en su club nocturno preferido, luces parpadeantes y algunas caras de las que potencialmente reconocerán algún día por las calles de Barcelona. Para otros la melodía será más lejana y más ajena. De cualquier modo, fue el primer éxito de Stromae, un músico belga genial que en la primera década del siglo XXI estremeció a medio mundo balanceando letras oscuras en ritmos luminosos. Bailar como único remedio, eso es Stromae.

Hace unos años decidió que su remedio era retirarse de la escena, dejar que los focos se pusieran sobre otros y desaparecer. Hasta que el pasado 9 de enero reapareció en el informativo vespertino de la TF1, en Francia, en una entrevista poco ortodoxa para la rigidez habitual del formato informativo. La entrevista ya finalizaba cuando la presentadora le preguntó si la música le ha ayudado ante la infelicidad y la soledad de las que habla en sus canciones. En ese momento el formato televisivo se rompió porque en vez de contestar normal, respondió cantando un nuevo tema, L’enfer (el infierno), y clavando su mirada en el objetivo de la cámara les dijo a los del sofá “no soy el único que se siente solo, si nos contara a todos nosotros seríamos muchos. A veces he tenido pensamientos suicidas, no me siento orgulloso de ello, todos esos pensamientos haciéndome pasar un infierno“.

El resultado fue conmovedor a la vez que brillante. Una manera audaz de poner la salud mental en el centro del debate sin provocar una fuga de espectadores. Les dejo el enlace del Youtube La pandemia ha zarandeado los cimientos de las sociedades capitalistas y han aflorado otros temas como la infelicidad, la soledad, la insatisfacción y el miedo. La salud mental es un tema prioritario ahora en los países occidentales. No estamos acostumbrados a responder sinceramente a un ¿Qué tal?, aunque desearíamos hacerlo, como demuestra el éxito viral de Stromae.

Una cosita más, mientras nos acostumbramos a esto de responder de verdad a un ¿Qué tal? En Barcelona siempre te encuentras a alguien, sí, especialmente ese día en que, por lo que sea, vas más desaliñado, cansado e inquieto de lo normal, porque en una ciudad de las dimensiones de Barcelona Murphy siempre se pone las botas, ¿verdad? Pues nada, que eso hay que tenerlo siempre en cuenta para no sacar conclusiones precipitadas.

¡Nos vemos!