Tengo la sensación de que hace demasiados años que la UE está viviendo la famosa y desafortunada historia de la rana dentro del agua hirviendo, que no se da cuenta de que tiene que hacer un salto definitivo y radical para situarse en una posición más ventajosa ante el nuevo escenario económico global. También tengo la sensación de que desde el júbilo europeo y el sobreexceso de regulación, la implementación de las inversiones que tienen que garantizar la famosa autonomía estratégica apuntada por Draghi avanza a un ritmo demasiado lento.
Sin embargo, la presidenta Von der Leyen dice que Europa no llega tarde a la Inteligencia Artificial y anuncia 200.000 millones de euros para una IA propia, mientras que Macron se enorgullece de Mistral AI, la startup francesa de inteligencia artificial propietaria de Le Chat, una IA generativa que intenta competir con ChatGPT y DeepSeek.
Europa quiere competir en IA defendiendo un modelo regulatorio que proteja nuestros valores, mientras que las compañías de IA reclaman desregular, puesto que no pueden competir en igualdad de condiciones. Como siempre, el conflicto de intereses está servido, y la cultura europea es muy reticente a desregular.
Dentro de este contexto europeo, Barcelona se encuentra en una posición privilegiada para acontecer un referente en inteligencia artificial. La ciudad ha sido seleccionada para albergar una de las siete fábricas de IA impulsadas por la Unión Europea, un proyecto liderado por el Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS), que contará con una inversión de más de 174 millones de euros por parte de la Comisión Europea, el Gobierno central y la Generalitat. Esta iniciativa permitirá democratizar el acceso a la supercomputación, facilitando que empresas, pymes y startups desarrollen proyectos en IA sin costes inalcanzables.
El BSC también ha presentado recientemente el primer ordenador cuántico de España con tecnología 100% europea, financiado por Quantum Spain. Este avance tiene el potencial de resolver problemas complejos en sectores estratégicos como el tráfico, las redes inteligentes y el desarrollo de fármacos, consolidando Barcelona como un epicentro de innovación tecnológica.
Europa debe aprender a desaprender, a deshacer el nudo de la regulación
Pero para que Europa pueda realmente competir en este sector, hay que aprender a deshacer el nudo de la regulación sin traicionar los valores europeos para intentar estar en igualdad de condiciones con otras potencias como Estados Unidos o China. Esto significa no solo simplificar las normativas, sino también activar sistemas ágiles de inversión público-privada.
A pesar de estos retos, Barcelona tiene una oportunidad única para liderar el desarrollo de la IA a Europa. Con inversiones estratégicas y una apuesta por la colaboración público-privada, la ciudad puede consolidarse como un referente en innovación tecnológica. Pero para que este futuro se haga realidad, Europa debe aprender a desaprender: a deshacer el nudo de la regulación para volver a aprender a competir en un mercado global cada vez más exigente.